A 50 años desde su estreno, La familia Ingalls (Little House on the Prairie) es una serie de televisión tan reconfortante como una visita a la casa de la abuela, o una cena preparada por mamá. La producción de 1974 se basó en los libros semiautobiográficos de Laura Ingalls Wilder, y narra la vida y los desafíos de una familia en el pueblo rural Walnut Grove, ubicado en el Medio Oeste de Estados Unidos.
Con un guión simple, el programa compartió fuertes valores relacionados a la unidad, el trabajo duro, la honestidad y la bondad en tiempos de adversidad a finales del siglo XIX. Con un elenco liderado por Michael Landon en el papel de Charles Ingalls, Melissa Gilbert como Laura Ingalls, Karen Grassle como Caroline Ingalls y Melissa Sue Anderson como Mary Ingalls, contó con nueve entrañables temporadas, atrajo a más de 16 millones de espectadores por episodio y generó 400.000 dólares de ganancias por emisión, lo que equivaldría hoy a 1,4 millones de dólares.
Un capítulo típico seguía una historia autoconclusiva, la cual iniciaba con un problema que afectaba a algún miembro de la familia o la comunidad, y culminaba al enfrentarse al reto, a menudo con la ayuda de otros personajes, resaltando la importancia de la solidaridad y apoyo. En la otra cara de la moneda, como gran parte de las series del siglo pasado, existen episodios donde ni el idílico paisaje que los rodeaba podía atenuar las perturbadoras escenas o mensajes que intentaron trasmitir.
En este grupo, encontramos a “Sylvia”, el cual inicia mostrando una adolescente interpretada por Olivia Barash, quien es perseguida y acosada por sus vecinos debido a su temprano desarrollo. Durante una visita al bosque, un hombre enmascarado la asalta en el camino y abusa sexualmente de ella.
Contrario a lo que podríamos pensar, el estigma de la violación pesa sobre ella y recibe el rechazo incluso de su propio padre. Sylvia debe enfrentar esta vivencia traumática a solas, y aunque recibe el apoyo del joven enamorado, Albert Ingalls (Matthew Laborteaux), la segunda parte del episodio termina con su muerte accidental, dejando a la audiencia con una profunda sensación de pérdida.
El episodio más triste -y ciertamente injusto- es el que narra la tragedia de Mary Ingalls (Melissa Sue Anderson), hermana de Laura. Esta sección aborda la progresiva pérdida de visión de Mary que, pese a la negación, miedo y tristeza de la familia, termina por producirle ceguera. El golpe es devastador, pero su resiliencia es más fuerte y decide no dejarse vencer por su discapacidad, e incluso se casa con un hombre no vidente, Adam Kendall (Linwood Boomer).
Lamentablemente, su determinación es puesta a prueba por el destino con un posterior incendio que consume el edificio de la escuela para ciegos en Walnut Grove, donde Mary y Adam trabajaban y vivían. El devastador evento cobra la vida de varios niños y adultos, incluida la bebé de la pareja. La desgracia parecía cesar, hasta que el público descubre que Alice Garvey, una joven muy cercana a la familia, también es víctima del fuego y muere.
A lo largo de las temporadas encontramos otros infortunios que fueron agregados por los guionistas a modo de mensaje aleccionador: uno sobre la superación de la pérdida y la reconstrucción de la vida. Por la conmoción, estos capítulos recibieron la seriedad que merecían, pero hubo otros que pasaron desapercibidos, que a los ojos críticos del siglo XXI son, de hecho, más escalofriantes que sus contrapartes dramáticas. Resulta que, bajo el barniz de moralidad, La familia Ingalls escondía otros mensajes que hacían preguntar: ¿era la pradera tan pacífica como la pintaban?
Racismo en la idílica ribera
Uno de estos puntos representados es la difícil coexistencia entre los colonos blancos y la tribu Osage en el territorio donde la familia Ingalls se asentó. En su libro infantil de 1935, la escritora no menciona que ella y su familia eran ocupantes ilegales de tierras pertenecientes a dicha comunidad nativa. Se omite cualquier mención a los atropellos incluidos -asesinatos, incendios, palizas, robos de caballos, y asaltos a tumbas- cometidos por sus vecinos de las aldeas cercanas, a no más de uno o dos kilómetros (un episodio histórico que se narró en película Los asesinos de la luna).
Y aunque no son nombrados directamente, en varias ocasiones aparecen como antagonistas y se los describe como “intrusos opresores”, además de que algunos de los habitantes de Walnut Grove expresan el deseo de exterminar a la tribu. No hay evidencia de que Charles Ingalls, el patriarca de la familia, participara en estos crímenes, aunque durante el programa él explica a la pequeña Laura, que porque ellos y otros blancos ocupaban esas tierras, pronto el ejército expulsaría a los “indios”.
Incluso con la intención compasiva con que se abarcó el tema, el show perpetúa estereotipos y omite las realidades de la violencia y el desplazamiento enfrentados por los Osage. A esto se agregan otros señalamientos por el tratamiento de género, la ausencia de diversidad en los roles centrales, y la romantización de los problemas socioeconómicos. Es importante recordar que la serie se realizó en un contexto cultural diferente, y por esa razón la reevaluación crítica tiene como fin el aprendizaje y diálogo, más no desmerita el impacto y valor sentimental que tiene en numerosas generaciones.
La tragedia personal de los actores
Detrás de la representación idealizada de la vida en la pradera, las realidades de sus protagonistas también es un tema a menudo ignorado. Melissa Gilbert, quien dio vida a la protagonista Laura Ingalls, escribió en sus memorias, Prairie Tale la complicada situación que vivía durante las grabaciones.
Ella fue una niña adoptada que, a sus 11 años, perdió a su padre por un supuesto derrame cerebral, o, al menos, eso fue lo que le dijeron. “Tenía 45 años cuando descubrí que él se había quitado la vida” Gilbert, quien ahora tiene 59 años, es madre y abuela, y está casada con el actor Timothy Busfield. Según mencionó, “ella es la mujer que es hoy gracias a la educación que recibió en el set.
“Creo que los valores del programa fueron absolutamente un reflejo de los valores de nuestro líder, Michael Landon”, añadió. “Él era ese hombre. Creía que las personas siempre eran realmente buenas de corazón. Y que cualquiera es redimible, y que la única manera de cambiar las cosas es hacerlo desde un lugar de amor, justicia y comprensión”.
Pero incluso el propio Landon no fue ajeno a las controversias. El intérprete del patriarca Ingalls, fue sinónimo de virtud y resistencia durante la emisión de la ficción, posicionándose en el cuarto lugar en la lista de los padres más importantes de la televisión de todos los tiempos por la revista estadounidense TV Guide. Esta imagen contrastó con las revelaciones sobre su vida personal y su personalidad fuera de cámara.
Su vida temprana, marcada por abuso doméstico, bullying antisemita y una grave lesión en una carrera de motos que lo dejó desfigurado, no presagiaba el éxito que encontraría primero a los 22 años con Bonanza y luego en La familia Ingalls.
La fama y el éxito trajeron consigo desafíos, y Landon se sumergió en el alcohol y los tranquilizantes, además de adquirir el hábito de fumar cuatro atados de cigarrillos sin filtro diarios. Pero la polémica explotó cuando se descubrió que le fue infiel a su segunda esposa, Marjorie Lynn Noe, con Cindy Clerico, una maquilladora veinte años menor que él. La situación afectó su vida conyugal y, sobre todo, su relación con las personas que lo rodeaban en el ámbito profesional y personal, incluyendo a Melissa Gilbert, quien lo consideraba parte de su familia.
El declive de su salud llegó en abril de 1991, cuando le diagnosticaron cáncer de páncreas con metástasis en el hígado y los ganglios linfáticos. Frente a su enfermedad, reflexionó sobre sus propias acciones: “Fumé muchos cigarrillos y comí comida chatarra. Si haces eso, incluso siendo fuerte, de alguna manera terminarás pagándolo”, mencionó. Michael Landon falleció el 1 de julio de 1991, a los 54 años, dejando una fortuna estimada en casi cien millones de dólares y una frase que captura la esencia de su compleja existencia: “Nadie es perfecto en esta vida, ni Charles Ingalls ni Michael Landon”.
50 años de legado
Con motivo de celebrar el quincuagésimo aniversario de su estreno, Gilbert participó junto con otros miembros del elenco en una reunión especial y un festival que tuvo lugar en Simi Valley, California -el lugar original de rodaje de la serie-. Este evento de tres días fue una experiencia interactiva tanto para los actores como para un grupo selecto de fanáticos, ofreciendo un espacio para rememorar y compartir las innumerables memorias que la serie ha creado.
En declaraciones a la revista People, compartió su visión sobre cómo La Familia Ingalls abarcó temas críticos que, lejos de haberse quedado en el pasado, aún prevalecen en la sociedad contemporánea. “Abordamos los problemas de 1974, la recesión, el regreso de Vietnam, el chovinismo, la igualdad de derechos para las mujeres, la igualdad de derechos para las personas de color, el antisemitismo”, afirmó subrayando el compromiso de la producción de representar la realidad social de su tiempo.
Pero este no solo es un recuerdo nostálgico. De hecho, en 2020, Anonymous Content, Paramount Television Studios y Friendly Family Productions anunciaron que colaborarán para desarrollar una adaptación en serie. Se espera que Trip Friendly, cuyo padre, Ed, compró los derechos cinematográficos y televisivos de las novelas de Laura Ingalls Wilder, actúe como productor ejecutivo. El futuro del reinicio es incierto, dado que no hubo más noticias desde entonces. Aún así, siempre podemos volver a encontrarnos con los Ingalls, ya que sus aventuras completas están disponibles en Prime Video.