Nicolás Manno escucha lo que se suele decir de la química: que es una materia difícil, que enseñarla es casi una tarea titánica, que incluso infunde miedo en los alumnos. Para él, sin embargo, no podría ser más distinto. El lunes ganó una medalla de oro en las Olimpiadas de Química.
"En la mayoría de las escuelas la química tiene mala fama. Se lo ve como algo difícil, hasta feo, que es complicado de aprender. Pero al final, cuando te lo ponés a pensar, empieza a cerrar todo. Atás cabos y cierra todo", le dijo a Infobae Nicolás, un día después de llegar de París.
En la capital francesa se desarrolló la edición número 51 de las Olimpiadas Internacionales de Química. Cada año participan los alumnos menores de 20 años más destacados de cada país.
Nicolás tiene 18 años y cursa el sexto año en la Escuela N° 27 "Hipólito Yrigoyen", en el barrio porteño de Monte Castro. Para acceder a las olimpiadas debió sortear una rigurosa selección, que constó de cuatro etapas. Primero pasó una prueba en su escuela, después compitió a nivel distrital en dos ocasiones, y por último fue a disputar la competencia nacional a Córdoba.
Pero para él no era algo nuevo. En 2018 también había pasado por el mismo proceso. Y también había logrado ingresar a la competencia internacional. Y otro también: en aquella cita en Bratislava, Eslovaquia, y Praga, también había tenido una actuación destacadísima. Se había quedado, en esa ocasión, con una medalla de bronce.
En París pasó una semana entera, del 22 al 29 de julio. "La competencia solo son dos días. Y obviamente, más allá de que estás concentrado, te permite conocer gente de otros países y recorrer algunos puntos turísticos", comentó. Es que, además de la prueba, el cronograma tenía estipulada una variedad enorme de actividades: un recorrido por el Jardín de las Tullerías, una visita guiada al Louvre y al Palacio de Versalles, un crucero por el río Sena y hasta una película sobre el célebre químico Dmitri Mendeléyev.
Antes de viajar a París, Nicolás junto a los otros dos alumnos argentinos seleccionados -Alejandro Altamirano, del Instituto General San Martín de Rosario, y Tobías Viola Aprea, del Colegio Nacional de Buenos Aires- habían tenido dos semanas de preparación intensiva a cargo de Lorena Acebedo, docente de Exactas de la UBA. "Además de las clases, también nos preparamos mucho por nuestra cuenta. Nos juntábamos a estudiar", agregó el alumno.
La competencia se dividió en dos partes, ambas de cinco horas. La primera, el miércoles pasado, fue la experimental. Allí les pidieron que sintetizaran un compuesto orgánico a partir de una reacción, que midieran la acidez y el hierro que tenía un vino. "Creí que en la experimental me iba a ir peor, pero lo pude resolver. El proceso de medir el hierro es comparable con el revelado de una foto. Se determina aplicando otro compuesto que lo hace colorado y midiendo la luz. Dependiendo de cuán intenso sea el color, cuánta cantidad tiene de hierro", explicó Nicolás.
En el medio tuvieron un día de descanso y el viernes rindieron la parte teórica. Allí los ejercicios se parecieron a los habituales que se despliegan en una prueba escolar de química, aunque "con una dificultad bastante mayor y, sobre todo, más larga". Casi sobre el límite del tiempo, terminó el examen y lo entregó. "Creía que me había ido bien, pero veía imposible llegar a una medalla de oro. De 578 participantes, solo los primeros 37 ganaban una".
Para saberlo tuvo que esperar tres días más. Recién el lunes, en la ceremonia de cierre de la UNESCO, se dieron a conocer los resultados. Su padre, Luis, la siguió por streaming a través de Facebook. "Cerca del mediodía nos enteramos del resultado. Nico, al mismo tiempo que nosotros. No le anticiparon nada. Primero llamaron a los ganadores de menciones, luego bronce, plata y por último oro. Fue difícil la espera hasta que apareció la medalla de oro. Cuando dijeron su nombre fue una emoción terrible", recordó su papá.
Nicolás logró el puesto 15 en la competencia. Llevó una medalla de oro para el país después de nueve años. En el horizonte cercano tiene en septiembre otra cita internacional: la Olimpiada Iberoamericana de Química, en Portugal. Esa será su última prueba como alumno escolar. A fin de año terminará la secundaria y ya tiene decidido qué estudiar: la Licenciatura en Química de la UBA. En realidad, no lo tenía que pensar demasiado.
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