Peter Tabichi debió atravesar más de 10 mil kilómetros de su Nairobi, Kenia, hasta Buenos Aires. Acostumbrado al calor de África, llevó consigo solo un equipaje de mano: un par de camisas, un par de pantalones y un premio que ocupaba la mitad del carry on. La estatuilla era la del Global Teacher Prize -conocido como el Nobel de Educación- que lo reconoció en marzo como "el mejor maestro del mundo".
Sus primeros dos días en el país fueron frenéticos: reuniones con funcionarios, charlas con alumnos y docentes, cócteles, visitas a escuelas, reconocimientos varios. Y su agenda no aflojará en los días que vienen. Hoy viaja a Corrientes, mañana parte hacia San Pablo, de ahí hacia Río de Janeiro, de Río a Santiago de Chile. La semana que viene regresará a Buenos Aires, donde se espera que tenga una reunión con el presidente Mauricio Macri y terminará su gira latinoamericana en Colombia.
"Me aprendí un par de palabras en español: hola, grashias, perfecto", bromea en una entrevista con Infobae. "Desde el premio mi vida es diferente. Ahora tengo un rol más importante. Siento que no solo enseño en mi escuela. Me siento un maestro global, que puede inspirar a la gente cuando comparto mi historia. Me permite mostrar el rol que cumple el maestro. Los docentes no solo enseñamos. Hacemos un trabajo mucho más profundo", agrega.
Tabichi tiene 36 años y es profesor de ciencias y matemática. Da clases en la secundaria Keriko Mixed Day en Pwani Village, situada en un área remota de Kenia. Allí la comunidad convive con el hambre y la sequía. El 95% de sus alumnos vive en la pobreza y casi un tercio son huérfanos o tienen un solo padre. Pese a las adversidades, desde que tomó su cargo la matrícula se multiplicó: pasó de tener 200 alumnos a 480 y, a través de sus clubes de ciencia, logró que el 60% de los chicos califique para competencias nacionales.
-¿Cómo hace para motivar a alumnos que viven en contextos tan dramáticos?
-Creo en el espíritu del trabajo en equipo, en la colaboración. Cuando los chicos se juntan, pasan cosas grandiosas. Intento promover la colaboración incluso con otros docentes. Una de las estrategias que implemento es invitar a la discusión en grupos y formo distintos clubes escolares, como club de ciencia, de la paz, de la naturaleza. Al poco tiempo te das cuenta de que están aprendiendo y, a la vez, disfrutando de aprender. No es solo dar la teoría. La práctica es una parte imprescindible. Hace el aprendizaje interesante. Todo esto sin dejar de tener en cuenta la tecnología: puede hacer un montón de cosas en el aula.
-¿Con qué dificultades suelen llegar sus alumnos?
-Ellos vienen de familias muy pobres y sufren de mucho estrés, que no les permite mantener la concentración en clase. Entonces se necesita de un vínculo más fuerte con el alumno. De ayudarlos a descubrir que tienen talento, que pueden pintar, que pueden inventar cosas. Cuando eso pasa, el alumno gana en confianza.
-Usted antes trabajaba en una escuela privada. ¿Por qué optó por pasarse a una pública?
-La escuela privada tiene varias comodidades, tanto para el aprendizaje como la enseñanza. Cuando trabajás en esos ambientes, con aulas ordenadas, el desafío es menor. Sentís que no estás haciendo una diferencia. En las escuelas públicas de Nairobi las carencias son notorias: para llegar hay que caminar largas distancias, las familias son pobres, no hay internet, hay problemas con el establecimiento. En 2015 me postulé para pasarme a una escuela pública y fui elegido. Siento que allí se puede hacer una diferencia más grande.
-¿La mayoría de los problemas en educación se resuelven aumentando la inversión o hay otros factores que también entran en juego?
-La inversión es muy importante, pero hay muchos otros factores que entran en juego para mejorar un sistema educativo. Obviamente las necesidades pueden ser muy diferentes. Entre Argentina y Kenia, por ejemplo, hay desafíos muy distintos. Creo en el poder de trabajar en conjunto. Los gobiernos tienen que entender el alcance de la tecnología y la ciencia y promover programas en esa línea. También fortalecer el vínculo entre los chicos que están por terminar el colegio y el trabajo. Insistir en la adquisición de las habilidades del siglo XXI. Se trata de trazar un planeamiento y seguir una estrategia.
-Mencionó las habilidades de los estudiantes. ¿Qué capacidades cree que debe tener un gran maestro?
–Un gran maestro debe creer siempre en el potencial de los estudiantes. Debe establecer metas y asistir a los chicos para que logren esos objetivos. Ser optimista es una parte crucial. Tenemos que creer en que el alumno tiene talento para poder ayudarlo. Se necesita determinación y una mirada más amplia de las clases. No alcanza solo con preparar una clase teórica, dar contenido. Hay que invitarlos a que produzcan.
-En Argentina, hace ya años, la profesión del maestro no goza del mejor prestigio social. ¿Cómo se revierte eso?
-Es fundamental que la sociedad valore el rol del maestro. Se puede solucionar con mayor capacitación, haciendo la carrera docente más atractiva y competitiva. Los padres suelen aconsejar a los chicos estudiar ingeniería o medicina, pero la profesión docente es la más importante. Por eso la elegí yo.
-¿Cuánto influyó su familia en esa elección?
-Sabía desde muy chico que me iba a convertir en maestro porque mi padre también lo era. Él me inspiró y le agradezco porque me dio la posibilidad de tener chances de ayudar a la gente. El apellido Tabichi ahora es todavía más conocido en la comunidad.
Fotos: Franco Fafasuli
Seguí leyendo: