Donde estaba el Mercado de Pescado, en Barracas, hace ya más de quince años funciona el Centro Metropolitano de Diseño. Son 12 mil metros cuadrados, con techos altos y estructura de mercado, que contrastan con una impronta moderna y colorida, que invita al proceso creativo. Al final del predio, desde este año se sumó el Centro de Capacitación y Desarrollo (CCD).
Son 13 las aulas. En una de ellas los chicos trabajan en equipos en el diseño de una app. En otra juegan con un tablero didáctico. En otra escuchan a un especialista que les habla sobre cómo controlar un hormigón. En otra prueban dispositivos que leen códigos de barra e imprimen comprobantes. A cargo de cada curso están responsables de distintas empresas: Accenture, Loma Negra, Electrotools, Sullair, Intel y varias más.
El año pasado eran 19 empresas y este año pasaron a ser 80 organizaciones. "Al principio había que ir a buscarlas y costaba mucho. Nosotros tratamos de dar previsibilidad: no es dejar a los chicos y decirles 'fijate que hacés con ellos'. Los alumnos tienen un seguro, pero no se genera una relación de dependencia con la organización", le dijo Andrea Bruzos, subsecretaria de coordinación pedagógica y equidad educativa, a Infobae durante un recorrido.
El tour proyecta una imagen de la educación técnica porteña -más bien, argentina-: gran mayoría de varones y poquísimas mujeres. En las áreas más duras, como construcción o automotores, la diferencia es incluso más notoria. "Y eso que en los últimos años se sumaron muchas chicas. Antes casi no veías una", cuentan.
Los funcionarios le escapan a la palabra "pasantías". Prefieren llamarlas "prácticas profesionalizantes". Sus destinatarios son los alumnos de sexto año de las 39 escuelas técnicas que tiene la ciudad de Buenos Aires. La modalidad contiene 22 orientaciones que van desde automotores, construcción, computación, electricidad, mecánica hasta química, indumentaria y tecnología de los alimentos.
El CCD es un eslabón más dentro de las prácticas. Allí se dan charlas sobre las últimas novedades en cada rubro. "Nos permite acercarnos al último cambio tecnológico sin la necesidad de que eso esté muerto por un tiempo en la escuela. Genera una dinámica que se mueve permanentemente. Lo que hoy están dando en las charlas acá, a lo mejor el mes que viene ya está superado. Necesitamos actualizarnos todo el tiempo. Incluso los directivos y profesores. La currícula llega hasta un punto. Después se necesita bajar el contenido a la realidad", explicó uno de los directores.
La puesta en marcha del centro coincide con el aumento de la cantidad de horas de prácticas laborales en las secundarias técnicas. El mínimo establecido es de 216 horas por año, pero más de la mitad de los alumnos llega a las 400 horas, lo cual implica tres días a la semana.
Hay tres formatos válidos en el último año. Por un lado, están las clásicas pasantías dentro de una empresa u organización, que sigue el 70% de los alumnos. Allí los chicos rotan entre los diferentes puestos de una compañía y ponen en práctica los conocimientos que traen del aula.
Pero también hay otros dos formatos menos convencionales. Uno de ellos es la empresa simulada, que consiste en reproducir los mecanismos de una compañía, con representación de roles dentro de la misma escuela. Y también se propicia la elaboración de proyectos propios que brinden soluciones en la comunidad o en una organización.
A la hora de evaluar, hay un referente de prácticas profesionalizantes en la empresa y uno en la escuela. Entre los dos valoran el desempeño del chico y, al final de la experiencia que dura siete meses, le dan una calificación. Según informaron, casi el 35 por ciento de los alumnos que hacen las pasantías son contratados después por la empresa.
"Este vínculo con la empresa les ayuda a generar confianza. A los chicos cuando están a punto de terminar les agarra un pánico escénico de no saber para dónde arrancar. Se preguntan si tendrán o no los conocimientos para desempeñarse en el mundo laboral. Con esa relación que se genera se dan cuenta de que pueden aplicar lo que vienen aprendiendo hace seis años", consideró Luis Viola, supervisor escolar.
Fotos: Maximiliano Luna
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