Se recibió a los 13, hizo una maestría a los 16 e ingresó a Harvard a los 17: "Muchos confunden a los superdotados con enfermos"

La mexicana Dafne Almazán se convirtió en la estudiante más joven en ser admitida en la prestigiosa universidad en los últimos 100 años. "Me fui poniendo metas, pero nunca se trató de recibirme antes que otro", le dijo a Infobae

Dafne Almazán, la estudiante más joven en ser admitida en Harvard en los últimos 100 años (CEDAT)

La vida de la mexicana Dafne Almazán no tiene intervalos. Avanza a ritmo frenético, más rápido incluso que sus altas capacidades. A los 3 años ya sabía leer. A los 6 empezó la primaria por internet y la terminó en un año. A los 10 ya había egresado de la secundaria. A los 13 ya estaba recibida: se había convertido en la psicóloga titulada más joven del mundo.

Pero los hitos no pararon ahí. Su adolescencia se convirtió en una noticia estudiantil permanente. A los 16 años ya había culminado su primera maestría en el Tecnológico de Monterrey y a los 17 fue por su gran objetivo: ingresar a Harvard. Lo logró y pasó a los registros como la estudiante más joven en ser admitida en los últimos 100 años.

"Cuando apliqué, ni siquiera me daba la opción de hacerlo porque los menores de edad no están habilitados para hacer el trámite convencional. En julio del año pasado me tuve que poner en contacto con el director de la maestría en enseñanzas de matemática y entonces pude comenzar el proceso. Fueron varios exámenes, tanto de idiomas como de conocimientos, la presentación del currículum y entrevistas. Por suerte, lo pude lograr", dijo Dafne en una conversación telefónica con Infobae desde México.

-¿Por qué una psicóloga termina eligiendo la educación y, puntualmente, la enseñanza de matemática?

-En México hay un problema muy grande en el área de matemática. Creo que también pasa en muchos otros países. La forma en que se enseña no entusiasma a los chicos, lo ven como algo repetitivo, sin sentido. Hay que intentar cambiar ese modo de percepción: que encuentren la materia divertida e interesante.

Además de sus estudios, la joven de clases en el Centro de Atención al Talento (CEDAT), una escuela para niños superdotados que fundaron su padre y hermano. Ella, al igual que toda su familia, tiene un cociente intelectual que la ubica dentro de un 2% de la población mundial.

La joven da clases en un centro para niños superdotados

-¿En qué momento tu familia se dio cuenta de que eras superdotada?

Mi familia se dio cuenta muy rápido. Cuando tenía tres años aprendí a leer y lo hice por mi cuenta, en forma autodidacta. En la detección temprana está una de las claves. Mis hermanos también tienen sobredotación. Entonces era probable que yo lo tuviera.

-¿Hay una cuestión genética entonces?

-Hay varias investigaciones que van en esa dirección. La mayoría coincide en que la influencia de los padres es evidente. En el caso de los varones necesitan que uno de los dos, sea padre o madre, también sea superdotado. En el caso de las niñas, se requeriría que ambos, tanto madre como padre, tengan alto cociente intelectual.

-Muchos chicos que son superdotados tienen dificultades, sobre todo, para socializar con sus compañeros, a veces incluso no tienen buenos rendimientos académicos. ¿Vos tuviste problemas durante tu infancia?

-Afortunadamente yo no sufrí durante mi infancia. Mis padres siempre estuvieron al lado mío, apoyándome. Nunca sentí el rechazo. Pero mi hermano sí sufrió el bullying desde pequeño no solo de sus compañeros, sino incluso de los maestros que creían que trataba de sabotearle las clases. Hoy se calcula que el 80 por ciento de los niños superdotados sufre bullying.

-¿Qué suele pasar con los chicos superdotados que son mal diagnosticados?

-Hemos tenido casos de niños de 5 años que manifiestan que se quieren suicidar. Es un tema muy delicado porque es muy habitual que los diagnostiquen con déficit de atención o incluso síndrome de Asperger. Muchos lo confunden. Entonces los niños llegan a pensar que están enfermos y los padres, por falta de información, creen lo mismo. En realidad solo necesitan un acompañamiento especial y educación acorde a sus capacidades.

-Tus padres optaron por acelerar tu educación básica. ¿Creés que es la solución?

-Creo que lo académico es importante, ver cómo mantener motivado al niño, pero lo fundamental es la parte emocional. Si no hay estabilidad emocional, no sirve de nada los intentos que se hagan en lo académico. En eso, la familia cumple un rol fundamental y también los amigos. Por ello, se busca que se relacionen con niños con sus mismos intereses.

-¿Te lo propusiste como meta esto de ir rompiendo records, de ser la psicóloga más joven, de ingresar a Harvard siendo menor de edad, o se fue dando naturalmente?

-Me fui poniendo metas, pero nunca se trató de terminar antes que otro. No era una carrera que quería ganarle a alguien. Pensaba "quiero acabar esta licenciatura o maestría a mis tiempos, según yo pueda" y se fue dando naturalmente. Ahora también complemento el estudio dando clases o haciendo investigación.

-Con 17 años, ya tenés una licenciatura, una maestría y encima trabajás. Uno creería que no te queda tiempo libre para otras actividades.

-Se trata de priorizar, pero hay tiempo para todo. De hecho, muchas actividades por fuera del estudio y el trabajo. Me gusta mucho el arte: tomo clases de violín, piano y canto. Me gustan los idiomas: estoy puliendo el francés y el chino. También dedico tiempo al deporte cuando practico taekwondo. En determinados momentos establezco prioridades, pero hay espacio para el tiempo libre.

-¿Cuál es tu idea a futuro?

-Quiero regresar a México para poner en práctica todo lo que he aprendido. Más allá de que me vaya a estudiar a Harvard, no quiero que mi caso sea otro de fuga de cerebros. Mi idea es volver y aplicar todos los conocimientos en mi país. Mi primer foco es la educación. Hay mucho por hacer.

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