El propio Domingo Faustino Sarmiento impulsó su fundación hace 149 años. Antes el Colegio Nacional N°1 "Teodoro Sánchez de Bustamante" era un establecimiento destinado a las elites jujeñas. Eran los hijos de las familias acomodadas quienes asistían y de sus aulas salían los más renombrados profesionales y funcionarios. Con los años, el perfil de los estudiantes mutó. Hoy el colegio recibe mil alumnos y su realidad es distinta.
"Ahora nuestros chicos son pobres. Chicos de familias absolutamente humildes. Algunos casi indigentes te diría. La mayoría son de los barrios periféricos, que comienzan como asentamientos y, tiempo después, terminan constituyéndose en comunidades barriales", le dijo a Infobae Alberto Alabí, rector del colegio de San Salvador de Jujuy, que perdió la denominación de "nacional" cuando se provincializó la educación en los '90.
El nivel socioeconómico del alumnado es otro, pero los resultados de aprendizaje siguen siendo de elite. De acuerdo a Aprender 2017, el 69% de los estudiantes de quinto año están en el nivel satisfactorio o avanzado en matemática. En el país, la proporción es exactamente al revés: el 69% está en el básico o incluso por debajo.
En lengua sucede lo mismo. Allí el 90% de los estudiantes logran los niveles más altos. El colegio está 27 puntos por encima del total nacional y 36 puntos arriba del promedio provincial.
Lo curioso no son tanto sus altos estándares de aprendizaje sino las características de los alumnos con los que logran esos resultados. En Argentina la brecha educativa por nivel socioeconómico es muy grande y las escuelas públicas suelen recibir a los chicos más vulnerables, sin estímulos culturales o intelectuales en el hogar. De allí, en parte, las diferencias en las evaluaciones entre la gestión pública y privada. Pero en este caso se da lo opuesto: alumnos pobres con resultados destacadísimos.
La pregunta, entonces, es cómo lo logran. Cabe aclarar primero que en Jujuy imponen examen de ingreso en aquellos establecimientos públicos en los que hay más inscriptos que vacantes. Y el Colegio N° 1 es uno de los que integra ese grupo. Por ende, aun en contextos difíciles, los chicos que ingresan llegan mejor preparados al comienzo de la secundaria.
Pero la diferencia en los resultados son tan grandes que no se explican solo por un examen de ingreso. Para el rector del colegio se relaciona, sobre todo, a la larga historia de la institución. "Tiene que ver con la edad del colegio, que es antiquísimo. Cumple 150 años el año que viene. Entonces cobra una inercia académica muy importante que continúa hasta ahora", explicó.
Una de las claves, asegura, es el Plan 13 que está vigente desde 1972. Se llamó así porque se oficializó después de doce pruebas piloto. En otras palabras, es un plan de profesores por cargo. En vez de contratar docentes por hora -la práctica tradicional en la secundaria-, forman parte de la planta permanente del colegio. Eso permite que los maestros pasen más tiempo con los chicos, que estén presentes en la doble jornada. En contraturno se les pide que dicten contenidos que guarden algún vínculo con la materia, pero que de ninguna manera sean una réplica exacta de lo dado a la mañana.
Muchos profesores incluso crean clubes. Hace algunos años, por ejemplo, se conformó el Club Amigos de la Naturaleza o simplemente CAN, que permitió que los alumnos viajaran por la provincia y el resto del país. Otro es el Club de Observadores de Aves, donde los chicos aprenden a medir aves pesadas, a rastrear y registrar sus movimientos. También tienen un Club de Astronomía en el que observan constelaciones.
"Esto ha hecho que tengamos un plus de actividades con respecto al resto de los establecimientos. Todos nuestros alumnos asisten a la jornada extendida. Muchas veces los chicos dicen que prefieren quedarse en el colegio porque se sienten más contenidos", agregó Alabí.
El rector también impulsa otro proyecto extracurricular, por demás ambicioso en su objetivo, que hasta ahora se implementa en forma parcial. Le llama 5×500. Consiste en que los alumnos, en los cinco años de secundaria, lean 500 libros como techo. La idea es que los profesores, incluso aquellos que nada tienen que ver con lengua o literatura, inviten a la lectura de clásicos como Mi planta naranja lima o Platero y yo. "Queremos que se lea mucho y rápido. Si se entiende, poco importa. La comprensión llega mucho después y uno ni siquiera se da cuenta", razonó.
No implementan grandes innovaciones pedagógicas o tecnológicas. El secreto, para ellos, es no tener un secreto. Apuestan por el contacto cercano con el alumno. "Se genera un vínculo afectivo con la escuela. Para nosotros el colegio no tiene ex alumnos, sino alumnos egresados. Tratamos de reivindicar a la escuela pública como lo que es: una de las grandes construcciones culturales de este país".
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