(Enviado especial – Monterrey) Hace ya veinticuatro años, Xavier Aragay fundaba la primera universidad en línea, la Universidad Oberta de Cataluña, que, por sus siglas en catalán, se conoce como UOC. En ese entonces, recién Internet comenzaba a llegar a los hogares y su presunción era que, con el correr de los años, la universidad se iba a transformar. En 2018, ve un sistema estancado. Incluso, dice, es la institución que menos evolucionó.
En eso trabaja hoy. Es el director de Reimagine Education Lab, un proyecto que tiene como objetivo acompañar e impulsar prácticas innovadoras en el mundo de la educación. En la última semana, Aragay estuvo en el quinto Congreso Internacional de Innovación Educativa (CIIE), desarrollado en el Instituto Tecnológico de Monterrey.
En su conferencia magistral "Reimaginar la educación, reimaginar la universidad", Aragay se animó a dar algunas ideas para transformar las altas casas de estudios: recorridos flexibles, agrupación por intereses, aprendizaje entre iguales y desiguales, profesores trabajando en equipo, pedagogía de retos, proyectos y problemas, uso de recursos online. En una entrevista con Infobae, durante el CIIE, se explayó y dio su mirada que, pese a las dificultades, es optimista.
-¿Van a ser distintas las universidades en diez o quince años?
-Las universidades están obligadas a cambiar por una razón muy obvia: son las estructuras que menos se modificaron en los últimos 100 años. En los próximos diez o quince años, se van a parecer en poco a lo que observamos hoy. Van hacia estructuras más flexibles, con participación del alumno, modelos híbridos de aprendizaje que combine la educación presencial y la distancia.
-¿Qué se va a priorizar a ser esas universidades del futuro?
-Hoy lo único que importa es el plan de estudios. Los estudiantes llegan con historias diferentes, conocimientos diferentes, y se les da a todos los mismos contenidos. Y los profesores después van a la sala de reunión y se dicen entre ellos: "Los alumnos son cada vez más distintos, eh". Pero todo se mantiene igual. Por eso digo que hay una obligación de cambiar. Los profesores tendrán que asumir un rol de orientadores, de guías.
-Esa es la esperanza del aprendizaje adaptativo…
-Claro. Enseñar de acuerdo a los tiempos de cada chico. Hoy ya el título universitario no es tan importante. Y en poco tiempo va a tener el mismo valor que una licencia de conducir. Es decir, va a acreditar un conocimiento, pero nada más. En la entrevista de trabajo casi no lo ven. Te preguntan: "quién eres, cuéntame de tus intereses, qué tienes para aportar".
-Pero en las empresas todavía el título sigue siendo muy importante para conseguir trabajo.
-Es posible que en Argentina sea diferente, que haya un desfase, pero lo que es importante aquí es la tendencia: hacia dónde van las empresas más innovadoras. Hoy a Google o Facebook y otros grandes de Silicon Valley no les importa si tiene un título o no. Si no, el valor agregado que tiene esa persona para la compañía.
-De ahí la necesidad del aprendizaje para toda la vida.
-Hoy hay una barrera enorme entre la universidad y la empresa. Cuando estamos en la universidad, no pisamos una empresa. Cuando estamos en la empresa, no pisamos una universidad. Y no puede ser así: tiene que haber una conexión, estar más cerca. Establecer alianzas entre los dos mundos. Al conocimiento ya se puede acceder desde cualquier celular. Hay que formar personas íntegras, con habilidades para desenvolverse.
-¿En la educación obligatoria pasa lo mismo que en la superior? ¿Está igual de estancada?
-Ya la educación básica está reconociendo la necesidad de transformarse y hay mútilples experiencias alrededor del mundo, de escuelas que ya enseñan de un modo diferente, que integran las asignaturas, brindan aprendizajes relevantes. Curiosamente la escuela fue más permeable a los cambios que la universidad, que trabaja con estudiantes mayores de edad.
-¿A qué le atribuye tanta rigidez en la universidad?
-Si uno se fija, a lo largo de los años, todas las instituciones fueron cambiando. Vamos a un caso puntual. Los hospitales adoptaron todos los avances que tuvo la medicina en los últimos tiempos. Son instituciones renovadas. ¿Por qué? Porque lo que está en juego es la vida de una persona y allí no hay discusión. Pero las universidades también tienen en sus manos el futuro de una persona.
-¿Y a los gobiernos qué parte les toca?
-Claramente los ministerios de educación tienen responsabilidades. Se deben cambiar las regulaciones, que son del siglo XX. El siglo donde menos cambiaron las cosas. Los gobiernos deben brindar el marco jurídico para universidades más flexibles. Pero también están los estudiantes. ¿Alguien duda de su capacidad para organizarse?
-¿Deberían pedir también por cambios?
-Claro. No hay que subestimar el potencial que los estudiantes pueden tener. Deben juntarse para exigir cambios a una universidad estática, que solo se organiza a través de un plan de estudios. Los próximos cinco o seis años estarán allí dentro. Deben ser años relevantes para ellos.
-Hoy incluso se sigue mirando con cierta desconfianza a la educación a distancia.
-En 1994 fundé la primera universidad a distancia, sin edificios. En ese momento parecía una locura. Me decían que convenía hacerla por correspondencia, pero lo hicimos. Hoy ya estoy alejado de UOC, pero tiene 70 mil estudiantes. ¿Qué pasó? Explotó Internet, que en ese momento, era apenas un fenómeno incipiente. Hoy todo está mediado por Internet, pero es cierto que la universidad todavía es reticente.
-¿Hay un modelo ideal, entre la educación en línea y presencial?
-En los próximos años esa brecha se va a cerrar. Ya sucede. Cada vez son más las instituciones que ofrecen modelos híbridos, que combinan las dos modalidades. Y la tendencia marca ese rumbo: universidades que ofrecen aprendizajes mixtos.
-¿Es optimista de cara al futuro?
-Soy optimista. Como dije, a esta altura, las universidades están obligadas a renovarse. No tienen alternativa. Las que lo hagan seguirán siendo exitosas. Las que no lo hagan desaparecerán.
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