Argentina no es la excepción de lo que sucede en casi todo el mundo. El nivel socioeconómico es un fuerte vaticinador del futuro educativo de un chico. No solo en cómo rinda en un examen, en qué nota se saque en una prueba o cuántas materias se lleve. La principal imposibilidad con la que se topan los niños de familias más pobres es el lenguaje.
"Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo", dijo alguna vez el filósofo austríaco Ludwing Wittgenstein. La misma frase la utiliza como punta de partida el informe "El lenguaje en la era de la exponencialidad", que elaboró el Grupo Competir, especializado en el desarrollo de videos y juegos educativos.
El lenguaje se adquiere de distintas maneras: en la dinámica escolar, en conversaciones familiares, canciones, lecturas propias o de los padres, a partir de videos. En cada una de esas vías influye la posibilidad socioeconómica, el capital cultural que exista en la casa, cuántos libros haya a disposición en la biblioteca familiar, qué tipo de vocabulario se hable en el hogar.
Incluso un estudio en 1995 determinó que se puede predecir el vocabulario y la comprensión lectora de un niño según la frecuencia con la que sus padres acostumbran a leerles libros.
De acuerdo con el informe, el léxico real es la suma entre el léxico activo y el pasivo. El léxico activo es el que usamos al hablar o escribir. Se compone de entre 1.000 y 20.000 palabras. En tanto, el léxico pasivo es el que comprendemos, pero no utilizamos y es mayor: oscila entre los 10.000 y los 40.000 vocablos.
El español tiene 88 mil palabras, según la Real Academia Española. Se estima que un ciudadano promedio habla o escribe con solo 1.000 palabras. En los jóvenes ese número desciende a 250.
"Hoy la mayoría de jóvenes que abandona la secundaria maneja en su léxico activo aproximadamente 250 palabras, y si sumamos el pasivo serán 2.500. Está demostrado que para leer y comprender un periódico necesitan tener en su acervo 4.000 palabras. Sin capacidad de significantes difícilmente puedan comprender lo que ocurre a su alrededor. Pueden intuirlo, pero no expresarlo", explicó a Infobae Pablo Aristizábal, autor del informe.
A Aristizábal es difícil encasillarlo. Lo define, más bien, su eclecticismo. Es profesor en dos cátedras de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. Es emprendedor, ensayista y conferencista internacional, referente en temas educativos y tecnológicos. En 2007 creó Aula 365, con videos y recursos didácticos, que ya utilizaron más de 5 millones de estudiantes y maestros.
En su informe, da un dato más, quizás el más alarmante: los niños de 4 años de nivel socioeconómico bajo escuchan 30 millones de palabras menos que los chicos más estimulados. Ellos obtienen 25 puntos menos en las pruebas de comprensión lectora. "La gran grieta en Argentina no es política. Para la construcción de una nación esas son pequeñeces. La gran brecha es de lenguaje", piensa.
-¿Por qué considerás al lenguaje un elemento tan central?
-El lenguaje es ontológico, nos constituye como humanos. Cuando no tenemos vocabulario, nuestro mundo se reduce, es más difícil comprender la complejidad de nuestro entorno, incluso a nosotros mismos. Nos cuesta reconocer al otro y la otredad, nos invisibilizamos,
-¿Hoy es más importante que antes?
-En la sociedad del conocimiento, es clave para desplegar pensamiento crítico (dudar), divergente (problematizar), deductivo (explorar), inductivo (crear) y abstracto (elevar). Todas esas son habilidades cognitivas superiores que le permitirán jugar el juego de un mundo atravesado por el avance de la inteligencia artificial.
-¿Solo con el lenguaje alcanza?
-Tener palabras es condición necesaria, pero no suficiente. Borges definió a nuestro entendimiento, a nuestro razonamiento como un "aproximativo juego de símbolos". El lenguaje nos permite entendernos, construir signos, símbolos, significados, reconocer al otro, nuestro cambiante mundo, y es en esa comprensión, donde nace la pasión, la compasión y donde surge la cohesión social.
-¿En esa formación inicial, en el lenguaje, cuánta responsabilidad tienen los padres y cuánta la escuela?
-Es una brecha muy difícil de cerrar y, en muchos casos, tiene consecuencias insalvables. Entonces si en el hogar ya no hay bibliotecas, no le leen a los niños, la escuela tiene que ser el órgano de contracultura que revierta esta tendencia negativa. Un espacio donde se lea, se promueva el lenguaje, tertulias literarias. El Estado, por su parte, tiene que implementar políticas de acción tempranas, incluso desde el mismo día que un niño nace.
-¿Es posible que un chico que nace en un contexto desfavorable, sin capital cultural en la casa, adquiera un lenguaje sustantivo?
-El desafío es jamás perder la utopía, que todos aquellos que tengan un contexto desfavorable igual tengan las mismas oportunidades. La escuela es el gran instrumento de cohesión que tenemos como sociedad y allí reside su principal importancia. Es en la escuela donde un chico que nace en un contexto vulnerable tiene que descubrir el placer de la lectura. Su esencia es ser contracultural. Si la moda es no leer, en la escuela se tiene que leer. Si solo se habla, en la escuela se tiene que conversar, que es distinto. Además de ver vídeos o lo que esté de moda, porque nada es excluyente.
-¿Qué rol cumplen Youtube y las redes sociales en general en esa adquisición de lenguaje?
-Hoy nos encontramos frente a nuevos medios, como los audiovisuales y los simbólicos, tal como el uso de los emojis. Me gusta la idea de parafrasear a McLuhan: "La relación con el medio es el mensaje". Se pueden aprovechar los usos que ya les están dando los chicos a estos medios, como una manera más cercana de promover el lenguaje y es ahí donde los maestros ofician de facilitadores de dicha "relación" con los nuevos medios. Por ejemplo, para activar su atención, que aprendan la conjugación de los verbos a través de una canción, que puedan ver un video de una clase de gramática las veces que necesiten para poder comprender las reglas.
-¿El lenguaje da autonomía a los niños?
-El lenguaje es lo que les permite a los chicos expresarse, reconocer al otro, distinguir si están frustrados o enojados, saber identificar correctamente sus emociones para poder lidiar con ellas. También es lo que nos permite crecer y desarrollar nuestro potencial. La falta de palabras deviene en violencia: no podemos debatir con el otro ni entenderlo. Si los chicos no entienden lo que les ocurre, lo que pasa en su realidad, difícilmente puedan cambiarla. No tendrán herramientas para poder desplegarse en esta nueva sociedad del conocimiento, que justamente demanda creatividad y autonomía para poder desarrollar su propio camino.
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