(Desde Mendoza). El economista Jaime Saavedra es Director Senior de Educación del Banco Mundial. En ese carácter vino a Mendoza a participar de la reunión de ministros de Educación que se realizó en el marco del G20, la primera vez que esta temática forma parte de la agenda del foro de países industrializados y emergentes dedicado a coordinar políticas económicas y financieras. Pero, además, Saavedra fue ministro de Educación durante el gobierno de Ollanta Humala (y unos meses durante la administración de Pedro Pablo Kuczynski), donde realizó la "revolución de la educación peruana".
Su experiencia duró solo tres año y medio, pero fue más que intensa. Sus políticas cambiaron el paradigma de la promoción de maestros por antigüedad por meritocracia. Además, se enfocaron en que los maestros no solo dicten clases, sino que garanticen que los niños y las niñas aprendan.
Por supuesto que pudo aumentar que el presupuesto en educación de su país pase del 3% al 4% pero, más que nada, logró un gran respaldo de la población, al punto que los ministros sucesivos, de distintos signos políticos, continuaran sus programas. Aquí, el diálogo que mantuvo con Infobae, una media hora intensa en ideas y transmisión de experiencias.
—Usted fue ministro durante tres años y medio en Perú, ¿cómo hizo para sostener los planes de largo plazo en materia de educación en medio de las emergencias de la coyuntura, que son tan habituales en nuestros países?
—Efectivamente, las reformas educativas requieren persistencia y compromiso de toda la sociedad, del gobierno y el conjunto de la sociedad. En el Perú hubo avances, pero es como si hubiéramos trepado 1000 metros de una montaña que tiene 8000, y hay que seguir trepando esa montaña y seguir avanzando ese proceso de reformas que no se puede completar en pocos años. Cuando uno ve países exitosos se da cuenta que tomó varios años la implementación de reformas. El punto central es que los ruidos políticos o las crisis económicas o financieras no tengan un impacto en términos de cómo se va avanzando en políticas educativas, porque es como tu inversión para poder seguir creciendo como país. Es como las familias, que van viendo cómo se las arreglan económicamente, pero siempre siguen invirtiendo en la educación de sus hijos. Los países tienen que seguir el mismo camino, tienen que irse adaptando a los cambios que vaya habiendo, pero la inversión en educación tiene que ser persistente.
—¿Pero cuál es el secreto?
—No hablo solo de lo financiero, que obviamente se necesita, también se requiere compromiso político, capacidades de gestión para poder implementar políticas educativas. Porque para que una política educativa sea exitosa se necesitan tres cosas. Un buen diseño de la política, un compromiso de la política y capacidad de gestión para poder implementar la política. No es solo un tema de poner la plata, que obviamente se necesita. Además, se tiene que poder gestionar un sistema educativo que es proveerle un servicio muy complejo a millones de niños, en decenas de miles de escuelas, trabajando con cientos de miles de maestros. Es un sistema muy complejo de administrar, por eso se debe tener un compromiso en la capacidad de gestión para poder avanzar en las reformas.
—Usted ha dicho que si una nación tiene una sola bala, la bala tiene que ser la educación. ¿Cómo pueden los países de América Latina crecer en esta materia crucial?
—Nosotros estamos impulsando en el Banco Mundial un proyecto de capital humano, que incluye índice de capital humano donde ponemos como benchmark, punto de referencia hacia dónde ir, a Singapur.
—Singapur es miembro del G20, además.
—Sí, y ellos mismos dicen, "bueno, gracias, pero nosotros también queremos seguir avanzando". De repente sí podes ponerte como meta llegar a parecerte a tal país en los próximos cinco años, pero una vez que llegaste a esa meta tienes que seguir avanzando. Tenemos tantos retos ahora, ¿no?. Todavía tenemos que asegurarnos que todos los niños vayan a la escuela a nivel global y a nivel de los países de ingresos medios, también. Aún las tasas de matrícula en educación inicial todavía están en el 50% en los países de desarrollo. Y las tasas de deserción en la escuela secundaria son todavía muy altas. Una vez que tengamos a todos los chicos en el aula, tenemos que asegurarnos que todos los chicos estén aprendiendo en el aula. Que todos los maestros estén haciendo su trabajo bien en el aula. Y tenemos que asegurarnos que esos chicos salgan preparados con las herramientas que necesitan para un mundo cada vez más incierto, donde van a tener que seguir preparándose continuamente.
—Justamente, usted suele decir que los maestros tienen que dictar clases pero, además, tienen que estar seguros de que los niños aprendan. Es algo que parece obvio, pero no lo es tanto.
—Es un pequeño detalle pero es una gran diferencia. Un maestro dice "yo enseño, si el chico aprende bien, y si no, qué pena". Muchos lo hacen, pero tienen que ser todos que los términos de referencia de su empleo no es enseñar, sino asegurarse que los niños aprendan. Hoy estuve reunido con un grupo de maestras y directoras de aquí, de Mendoza, que están en un programa de formación de liderazgo. Y una de las profesoras decía "yo tengo que enganchar a todos los chicos, para eso me tengo que asegurar que aprenda el que tiene más dificultades, así me aseguro de que engancho a todos". Otra profesora contaba que algunos chicos necesitan un estímulo distinto. Entonces, uno ve que hay maestros que están realmente preocupados por que los 30 chicos que tienen su clase aprendan, que nunca estén aburridos, que se queden enganchados con el proceso de aprendizaje. Si todas los profesores fueran así, estaría resuelto la mitad del problema.
—¿Es lo más importante?
– La infraestructura es muy importante, la tecnología también lo es, los textos que se ponen en la escuela, pero el insumo fundamental es un maestro que se preocupe de que todos los chicos aprendan, que esté dispuesto a utilizar todas las metodologías posibles. El buen maestro sigue buscando herramientas para cada alumno. A veces un maestro se encuentra con un alumno que tiene este problema específico y que no logra aprender, ¿qué hago para que él aprenda? Y encuentra un método para engancharlo.
—Supongo que no todos los maestros deben tener la misma actitud.
—Efectivamente. Los profesores con los que estábamos reunidos esta mañana tenían esa actitud. Yo les pregunté. ¿Todos los profesores que ustedes conocen tienen esa actitud? Me dijeron, bueno, no todos. Ese es el problema, que no todos. Ese profesor que no es así está frente a 30 chicos que están perdiendo el tiempo, que van a estar desmotivados, y en una de esas desertan. No asegurarse que los niños tengan enfrene profesores estén dedicados a asegurarse que todos aprendan puede ser un gran error. De otro modo, estamos cometiendo un gran error, estamos dejando que los no aprendan. Es importantísimo cuánto podemos avanzar solamente con ese cambio de actitud.
– ¿Cuál es la importancia de la tecnología en la educación?
—La tecnología es importantísima, pero a veces se busca esa solución mágica de una tablet, un software para que aprendan solitos. En algunos contextos, en países con ingresos bajos donde no hay suficientes profesores, no será la solución perfecta, pero es mejor que nada. Pero en países de ingresos medios como los nuestros, en el cual sí tenemos profesores a los que podemos capacitar, la tecnología es un excelente complemento para su trabajo. En esos casos, la tecnología será muy efectiva si el maestro es un ciudadano digital, con capacidad de poner a la tecnología como un menú para enseñar de manera más efectiva y más entretenida. Con la tecnología puede alcanzar un aprendizaje mucho mejor, más eficaz, pero necesitas un maestro que en un rato pueda usar la computadora, en otro papel y lápiz, y luego dar la clase debajo de un árbol. Y todas esas son tecnologías válidas para aprender.
—Usted implementó una reforma de magisterios en Perú, ¿no tuvo problemas con los gremios?
—Bueno, en la narrativa que tuvimos en el diálogo con los maestros fue que la solución del problema educativo pasaba por los maestros. Nosotros teníamos una estrategia de cuatro pilares: los maestros, la infraestructura, la tecnología y la gestión. Pero esos cuatro pilares el fundamental era el factor humano. Porque para nosotros la educación es una actividad intensa de la interacción humana, y así lo es en Singapore, en Estonia, en Finlandia, en los países a los que les va mejor en educación, no hay reforma sin una buena relación con los maestros. En Perú había y siguen habiendo retos grandes en términos de salarios de los maestros, pero se dieron cuenta que ellos eran parte de la solución y se resolvieron en función de una visión meritocrática, por desempeño.
—Perdóname que insista pero ¿cómo lo logró?
—Bueno, nosotros logramos cambiar el criterio de escala por antigüedad a una escala meritocrática. Hay una conciencia en la sociedad y en ellos mismos de que esa era la forma, porque como en cualquier carrera, la experiencia importa pero no es todo. No necesariamente el mejor profesor es el más antiguo. El mejor profesor es el mejor profesor. Punto. A lo mejor es el más antiguo, fantástico, porque además tendrá más experiencia. Pero a lo mejor hay alguno joven que también es fantástico, entonces uno quiere promoverlo más rápido. Lo mismo sucede con los directores. Tenemos que asegurarnos muy bien acerca de quién va a dirigir una escuela. ¿Quién lo hará? ¿El director más antiguo? ¿O solamente el mejor? A veces el excelente maestro de aula no necesariamente tiene que ser el mejor director, porque tiene que saber gerenciar una institución, algo que es extremadamente complejo. Se necesita otras habilidades, de liderazgo y gerenciamiento. Hay que darles las herramientas también para eso.
—¿Qué consejos da para la discusión con los sindicatos?
—La discusión con el sindicato tiene que tener dos partes. Primero, ¿cómo va el trabajo en el aula?. Segundo, ¿cómo vamos con la parte salarial y los beneficios?. Primero hay que hablar de lo que pasa en el aula. ¿Están todos los chicos motivados? Todos. No los diez mejores del salón. ¿Están todos? Esa es la principal discusión. Porque si no tenemos esa discusión, sindicatos, familias, gobiernos, ministerios, no estamos haciendo nuestro trabajo, porque la única razón de ser de la gente que está en el sistema educativo es que el chico aprenda.
—¿Diría que esa reforma es la que permitió que se mejoraran los desempeños de los alumnos peruanos en las pruebas internacionales?
—No, hubo varias cosas. Perú está empezando desde niveles bajos de aprendizaje, por debajo de la Argentina, aunque se está acercando. En la última evaluación empató a Brasil en matemáticas, incluso le ganó. Por eso yo digo que no le ganamos en el Mundial, pero sí en las pruebas de matemáticas. Pero hay muchos factores que tienen que darse, desde los factores nutricionales que se pudieron lograr porque Perú ingresó en un período de crecimiento que facilitó la mejora nutricional. Además, Perú desarrolló un esfuerzo importante en materia censal, de manera que todos los colegios primarios saben cómo les va en matemática y en comprensión de texto, que no es toda la educación, pero es una parte importante de la educación. De ese modo, queda claro que en la escuela estamos para aprender. Por cierto, también se aumentó el presupuesto en materia educativa, que pasó de 3% a 4%, aunque aún tiene que aumentar, lo que permitió mejorar la calidad de la infraestructura hasta un programa de bicicletas para que los chicos puedan llegar más fácilmente a la escuela.
—Aquí en Mendoza se está realizando la primera reunión de ministros de Educación en una cumbre del G20.
—Sí, se trató de una iniciativa de la Argentina por la que hay felicitar al Gobierno argentino por haber dado el rol que se necesita por haberle dado este rol en un foro internacional de esta importancia. Es una decisión sabia y audaz que merece destacarse. Tanto cacareamos con darle a la educación la importancia que tiene, ahora se hizo.
—Usted dice que la única certeza en el mundo global es la incertidumbre, ¿cómo preparar a las poblaciones para este dato de estos tiempos?
—Yo creo que hay que asegurarse de que todos los chicos tengan las habilidades fundamentales. Preocuparnos de que los maestros les dan las habilidades socioemocionales como la creatividad, el pensamiento crítico, la capacidad de trabajar con otros, ser tolerantes, algo que decimos mucho pero no es tan fácil enseñarlo. Son habilidades que dependen de cómo el profesor trabaja con ellos. Y darles habilidades tecnológicas, a niños y a maestros. Estas competencias les puede dar cierta preparación para enfrentar los mercados de trabajo cada vez más inciertos.
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