Dicen (lo cual sí es probable) que, en 1956, Jorge Luis Borges participó como jurado para cubrir el concurso de la cátedra Literatura Inglesa III en el Instituto Nacional Superior del Profesorado Dr. Joaquín V. González, instancia en la que dictaminó, luego de avalar el nombramiento de la profesora Ruth Kibrick: "Es la especialista en Shakespeare más grande de la Argentina". Kibrick no solo se graduó en el Joaquín V. González, enseñó allí durante décadas. Hablamos del Instituto (hasta 1994 Nacional) Superior del Profesorado, del Joaquín V. González, el profesorado que fue, ante todo, un seminario pedagógico fundado en 1904, con el que se intentaba dotar de rudimentos para la enseñanza a los profesionales no docentes que dictaban cátedra en el nivel medio. El nombre se debe al ilustre riojano que además fundó la Universidad de La Plata. Han pasado más de cien años, y en sus aulas se formaron y enseñaron personalidades de altísima calidad académica y pedagógica: los egresados no solo portamos la docencia como una actitud de vida, sino también la obligación por enseñar, y hacerlo bien.
Enrique Pezzoni egresó y enseñó en el "Joaquín". Fue por años el editor de editorial Sudamericana y el crítico argentino más prominente. Elvira Arnoux, la fundadora de la cátedra más innovadora de la apertura democrática (Semiología del CBC) fue directora del departamento de Castellano, y en ese mismo lugar, pergeñó el primer proyecto de una maestría para educadores. Pezzoni había sido alumno de Ana María Barrenechea, también egresada del Joaquín V. González, y se había graduado unos años antes que la querida Marta Royo, la más prestigiosa profesora de Latín durante más de cuarenta años en Colegio Nacional de Buenos Aires y en el "Joaquín". Pezzoni dictó en el Profesorado su célebre Seminario que daba aires de libertad y modernización cultural al provincialismo de la dictadura. Por ese seminario pasaron como alumnos infinidad de discípulos que hoy practican un modo de leer que hunde sus raíces en aquel legendario curso: Calero, Vassallo, Muschietti, Link, Drucaroff…
La primera gran lingüista argentina, Barrenechea, había sido alumna de los célebres filólogos Amado Alonso y Pedro Henríquez Ureña en el Joaquín, cuando Buenos Aires fue la ciudad que lideró la reflexión lingüística y filológica en el mundo de habla hispana. Editó un célebre libro de estudios gramaticales con Mabel Rosetti, otra ilustre egresada, que a su vez escribió ese clásico libro de Kapelusz con el que estudiaron generaciones y generaciones de argentinos: los cursos de Castellano junto con la profesora Lacau. El historiador argentino de mayor renombre, Tulio Halperín Donghi, está vinculado con el Profesorado: sus padres (Gregorio Halperín y Renata Donghi) enseñaron allí junto con los hermanos Lida, Roberto Giusti, Francisco Romero, Ángel Vassallo, Mercado Vera…
El proyecto de creación de la UniCaba, es decir, de una universidad que aglutinaría a los 29 centros de formación docente de la Ciudad, desconoce de un modo aberrante la tradición de este instituto, sencillamente porque va a desaparecerlo. ¿Alguien podría poner en entredicho la necesidad de repensar la formación docente? ¿Qué argumentos se esgrimen para avalar el cambio? La falta de docentes en la Ciudad. Es cierto: faltan docentes; sin embargo, el Joaquín V. González cuenta, en promedio, con siete mil alumnos. ¿Una universidad pedagógica paliaría estas deficiencias? No; de hecho, hay muchos profesores en la escuela media que son egresados universitarios. Y muchos docentes del "Joaquín" enseñamos en la universidad, y viceversa. ¿Y cuál parecería ser, entonces, el objetivo de la creación de esta casa?
El imperativo es la reducción del presupuesto. ¿En qué sentido? En un sentido muy simple: muchas cátedras podrían aglutinarse, reorientarse, unificarse en materias comunes. ¿Y qué pasará con los cargos docentes? ¿Pasarán automáticamente a dar clase en la universidad? Implicará cesantear cargos o redefinirlos, ciclos (todos) que los docentes ya conocimos: en los noventa, con la derogada Ley Federal de Educación. Y si bien urge seguir democratizando las instituciones, tienen que ser los actores que recibirán los cambios quienes deben protagonizarlos. Pasará lo de siempre. No habrá ningún cambio genuino.
Para los oídos desatentos, la creación de una universidad pedagógica, en principio, es un síntoma de progreso, pero esto no es así, mucho menos en la Ciudad, el distrito más rico del país y, a su vez, con un índice alarmante: salarios un 33% menor que el de otros trabajadores con la misma formación y una caída de casi 10 puntos en el presupuesto (período 2011-2017).
Lo mejor que podría hacerse con los institutos es incrementar becas para sostener la continuidad de los estudiantes, cargos docentes en lugar de horas cátedra por las que se paga una miseria, además de partidas para investigación (en el "Joaquín" hay miles de propuestas innovadoras para investigar, pero solo quedan unas pocas por la escasez de recursos). Y otro aspecto esencial: la comunicación de esas investigaciones en materiales editables que lleguen a los docentes que están enseñando en la escuela media (tampoco se cuenta con presupuesto para publicaciones).
*El autor de esta nota es editor y docente en la escuela secundaria, en el nivel terciario y universitario. Ha escrito y editado más de 200 libros de enseñanza entre Santillana, la tradicional editorial Estrada (donde fue director editorial) y el grupo Norma/Kapelusz Argentina (donde fue Gerente de Contenidos durante diez años).
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