En este casino no hay ruletas, ni blackjacks, ni hombres con un vaso de whisky en la mano, expectantes por un guiño de la suerte. En el casino, cada fin de mes se reúnen los 55 habitantes que hoy viven en la Base Esperanza para festejar los cumpleaños. Se festejan todos a la vez. Después hay sobremesa en el bar, algunos juegan al pool, otros al ping pong, todos a los juegos de mesa. En la Antártida, el casino es, en realidad, un comedor.
El verdadero nombre de Tierra del Fuego es Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur por su condición de bi-continental. Esperanza es la única base antártica preparada para albergar huéspedes. Entre las familias militares, hay un matrimonio de docentes. Griselda Ramírez y Julio Palavecino se trasladaron junto a sus dos nenes para dar clases en la Escuela Provincial Nº 38 "Pte. Raúl R. Alfonsín", la única en la zona, fundada en 1978, el mismo año en que la base empezó a recibir expedicionarios.
"Más allá del trabajo, no hay mucho para hacer", reconoce la maestra Griselda a Infobae. "Acá todos vienen a trabajar". De lunes a viernes, las clases se dividen en dos franjas horarias. De 8 a 12 se dictan las materias troncales -lengua, matemática, ciencia e incluso inglés por Skype-. De 15 a 18 se dan las áreas que ellos llaman complementarias -educación física, plástica, música-. En el medio, las familias se juntan a almorzar.
Hoy son 12 chicos entre guardería, el jardín de infantes, la primaria y la secundaria; todos hijos de científicos que investigan el terreno virgen de la Antártida o de militares. "Las clases son prácticamente personalizadas. En nivel inicial, por ejemplo hay un solo chico. Entonces se pueden atender las necesidades particulares de cada uno", dice la docente. Al igual que en los colegios rurales, se trabaja con plurigrado, pluriaño y plurinivel: en un aula confluyen chicos de distintas edades.
Los alumnos de la secundaria cursan sus estudios a través del Sistema de Educación a Distancia del Ejército (SEADE). Cada chico recibe de una vez todo el material de estudio a desarrollar a lo largo de su año en un cd-rom y cuenta con el apoyo de tutoras en la Base.
"La Antártida no perdona", repiten como si fuera el primer mandamiento. Otros incluso dicen: "Cualquier error tonto o distracción puede llegar a costarte la vida". La escuela está junto a la costa, mira hacia la Bahía Esperanza y trece viviendas la rodean. Son pocos metros los que separan las casas del colegio, aunque el clima, a veces, imposibilita su llegada. "En los días de viento fuerte, la visibilidad es muy escasa y las ráfagas superan los 100 kilómetros por hora. Se vuelve muy peligroso salir porque te arrastra", agrega la maestra que aclara que, de igual modo, faltaron muy pocas veces en 2017.
El refranero antártico dice que "todo se planifica, contempla y prevé concienzudamente". Siempre hay un plan A. Con imponderables mediante también se contempla un plan B. Sin embargo, afirman, en general se termina aplicando el Plan C. Más bien, la improvisación, lo que surge en el momento para solucionar un problema inesperado.
En una base antártica las actividades son pocas. No hay shoppings ni supermercados, no hay boliches ni bares. El contacto con personas de otros continentes es muy esporádico porque solo se puede acceder en temporadas de deshielo. Son siempre las mismos cincuenta y pico de personas conviviendo durante un año. "Es habitual que aumente el índice de susceptibilidad y molesten detalles que pueden parecer insignificantes en otro contexto. Por ejemplo que alguien no salude se convierte en una gran ofensa", cuenta a Infobae Héctor Cascú, maestro de la escuela en 1999 y 2000, hoy referente antártico.
En la Base Esperanza, no manejan dinero porque "no tienen dónde gastarlo" y la comida está celosamente racionada. Y, claro, no todo es malo, en los momentos en que se puede estar al aire libre, sus habitantes gozan del privilegio más próximo a una naturaleza única: glaciares, témpanos, pingüinos, lobos marinos, palomas antárticas, gaviotas, ballenas.
Cascú cuenta que cada salida al colegio implica, al menos, unos 45 minutos de preparativos entre gorros, guantes, camperas, botas y equipamiento tanto para los adultos como, sobre todo, para niños. "Quizás eran necesarios recorrer tan solo unos 15 o 20 metros hasta la escuela, pero sin esa precaución nos exponíamos a riesgos", explica.
Antártida es el más inaccesible e inhóspito, el más frío, el más desértico y el más ventoso de los continentes. "La duración de los días y las noches no son como en el resto del país", dice Cascú que lo vivió en carne propia cuando, fiel a las costumbres, cerca del final de su experiencia pintó las paredes de la escuela. "Empecé a las 5 de la tarde cuando amainó el viento, ingresando a la escuela de a ratos para descongelar la pintura y tomar algo caliente. Cuando terminé, miré la hora y… eran las 8 de la mañana del otro día". Sucede que a partir de octubre/noviembre no hay más noche en la base. La presencia del sol es permanente.
La misma escuela que pintó estará a cargo, desde 2018, por otro matrimonio. Cada año, el ministerio de educación fueguino designa un comité de selección encargado de elegir a la pareja -siempre deben estar casados y residir en Tierra del Fuego- de docentes que dará clases en la Escuela Nº 38.
"Sería una experiencia hermosa ir a la Antártida", pensaron Víctor Navarro y Mariana Ibarra mientras estudiaban en el profesorado. Recién se conocían por entonces, pero la idea no se diluyó incluso con la llegada de sus dos hijos, Victoriano y Juan Ignacio. "A principios de 2017 empezamos a notar señales que nos decían que este era el año para postularnos y participar de la selección de maestros. Lo hablamos en familia y estuvimos de acuerdo", relatan.
Se inscribieron y pasaron las distintas instancias hasta que llegó la confirmación: serán ellos quienes darán clases en la Escuela Nº 38 durante 2018. Además de acompañar a sus alumnos en la experiencia escolar, dicen, buscan contagiar "un sentido de pertenencia por esa porción de nuestro país tan alejada del común de las personas". Tan alejada en distancia, también en usos y costumbres. Al punto de que el casino, por ejemplo, es el comedor donde festejan los cumpleaños.
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