El clima se volvió un enemigo en Tafí Viejo, Tucumán. Las lluvias y la neblina espesa conspiraron contra el viaje habitual que Pilar Bellido y Claudina Marcial -o la señorita Pilar y la señorita Claudina- realizan para llegar a la escuela Nº350 de San José de Chasquivil.
El aislamiento de la comunidad las obliga a un largo trayecto a caballo. Para llegar a sus trabajos, las dos maestras esperan en Amaicha del Valle por las mulas de carga y un baqueano que las acompaña. El objetivo: superar las distintas inclemencias, llegar y dar clases. Suelen salir a las 8 de la mañana. Cuando el clima ayuda, en el mejor de los casos, se demoran unas ocho horas. Cuando no, como el martes, tardan hasta doce.
La escuela de alta montaña en cuestión, la Nº350, se encuentra a 1.800 metros de altura. La única opción son los caballos o las mulas. A Claudina y Pilar las suele acompañar "Luisito", un exalumno que, por amor hacia el colegio, se asegura que las dos docentes lleguen a salvo.
El único directivo de la Nº350 se cayó del caballo hace un mes y se fracturó. La lesión, por el momento, no le permite hacer el recorrido. Entonces, Pilar y Claudina, que hoy cumplen 7 años dando clases, son las únicas dos personas en la institución. Cada vez que suben, pasan veinte días en la montaña.
El martes, el día a impartir las pruebas Aprender, las condiciones se presentaron desfavorables. "Estuvo mal el tiempo. La llovizna y el barro dificultaron las cosas, pero no había otra. Teníamos que bajar las cajas con las evaluaciones", contó a Infobae la maestra Pilar.
Viento arremolinados, sol abrasador e incluso nieve. Las condiciones varían, pero las docentes, incansables, hacen su recorrido. Los chicos, debido a que las casas están aisladas, también deben sortear un largo camino. Se las rebuscan para llegar a la escuela. Son dos o tres horas de caminata o a caballo.
"Pese a las dificultades, la asistencia es perfecta siempre", remarcó Pilar. A no ser que aumente el caudal del río o que, en invierno, uno de ellos se enferme, siempre están sentados en sus asientos, esperando ansiosos que su maestra llegue.
"Nosotras abrazamos nuestra vocación. Lo que más nos gusta es el recibimiento de los chicos, sus sonrisas, sus abrazos", relató la docente. "Cada vez se comprometen más. Siempre nos están esperando y quieren que volvamos", agregó.
El ministerio de Educación reconoció el compromiso de las maestras. Su foto, a caballo, en medio de la neblina se convirtió en un homenaje a la vocación por enseñar. "Estamos orgullosas de trabajar en una escuela de alta montaña. Nos sigue alentando a hacerlo porque nos llena el alma".
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