¿Ha radicalizado la guerra de Gaza a los jóvenes palestinos?

Después de esto, ¿cómo intentarán los palestinos construir su Estado?

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¿Ha radicalizado la guerra de Gaza a los jóvenes palestinos? (EFE)
¿Ha radicalizado la guerra de Gaza a los jóvenes palestinos? (EFE)

Entre los bancos, bufetes de abogados y hoteles de lujo del centro de Londres, se levanta un pedazo de Palestina. Nacida en un local de falafel adyacente, Palestine House se ha extendido por cinco plantas. Cada una representa un periodo distinto de la historia palestina. Las paredes de una recrean el entramado de madera de un patio interior tradicional; otra, los escombros destrozados de Gaza. Banderas palestinas y pancartas de protesta contra el genocidio decoran las paredes y el pavimento exterior. Para finales de año, Osama Qashoo, su fundador, tiene previsto abrir en el edificio un club de periodistas, una emisora de radio, un centro de startups, una sala de exposiciones y un salón cultural. “Cada bomba que Israel lanza sobre Gaza es un amplificador”, afirma Qashoo, exiliado de la ciudad cisjordana de Naplusa. “Somos los portadores que nos aseguramos de que la historia de Palestina siga viva”, asegura.

Qashoo forma parte de una nueva generación de activistas palestinos cuyo sentimiento de identidad se ha ido debilitando. Se han movilizado por el terrible derramamiento de sangre y la destrucción en Gaza. Desprecian a unos dirigentes palestinos envejecidos y desacreditados y buscan nuevas formas de proseguir su lucha centenaria. La visión de Qashoo sobre el camino hacia un Estado palestino es pacífica. Otros parecen más resignados al derramamiento de sangre. “Olvídense de las palomas mudas”, dice Zeina Hashem Beck, una joven poeta en un recital en apoyo a Gaza en Nueva York. ¿La guerra en Gaza impulsará a los jóvenes palestinos a nuevas formas de lucha o provocará más violencia en su búsqueda de un Estado?

Los horrores del último año son múltiples. Casi 42.000 personas han muerto en Gaza. Alrededor del 70% de las viviendas han sido destruidas. Muchos consideran que el choque es ya tan terrible como la nakba (catástrofe) de 1948, cuando se formó Israel y murieron unos 15.000 palestinos y unos 750.000 fueron expulsados de sus hogares o huyeron. Otros la comparan con la naksa (revés) de 1967, cuando Israel se apoderó de Cisjordania y Jerusalén Este. Medido por el número de muertos y la duración del conflicto, el año pasado ha sido el peor de la historia reciente de los palestinos.

Casi 42.000 personas han muerto en Gaza y alrededor del 70% de las viviendas han sido destruidas (REUTERS)
Casi 42.000 personas han muerto en Gaza y alrededor del 70% de las viviendas han sido destruidas (REUTERS)

Israel vuelve a controlar la vida de los 7 millones de palestinos en la tierra que fue su hogar ancestral. En Gaza, 2,2 millones de palestinos están tan desorientados y temerosos como en 1948. Las encuestas de la empresa de investigación Zogby indican que más de la mitad de los habitantes de Gaza han perdido a un familiar y unas tres cuartas partes se han visto desplazados al menos tres veces durante esta guerra.

Los habitantes de Cisjordania comparan su situación con la de Gaza antes de la guerra. Los puestos de control los mantienen encerrados bajo asedio y excluidos de los mercados laborales de Israel. Los ataques de aviones no tripulados, habituales en Gaza, son frecuentes. La violencia de los colonos judíos ha aumentado bruscamente desde el 7 de octubre.

Mientras tanto, los árabes de Israel corren el riesgo de ser denunciados a la policía por empatizar con sus hermanos de Gaza. Cuando una niña palestina de 12 años de una escuela de lengua hebrea de Beersheva, en el sur de Israel, se preocupó por los niños hambrientos de Gaza, sus compañeros amenazaron con quemar su pueblo. El Ministerio de Educación la acusó de incitación contra el ejército y su directora la suspendió. “Estamos que trinamos, pero te hacen pensar mil veces antes de abrir la boca”, dice un político árabe de Haifa, ciudad israelí a menudo aclamada como modelo de coexistencia.

Con las voces palestinas amordazadas por Israel, los palestinos que viven en el extranjero, la mitad de los 14 millones de habitantes, están dando forma a su lucha nacional. El millón y medio que vive en Occidente y América Latina considera que su papel es responder allí a la difícil situación de los palestinos. Michigan, un estado norteamericano con un importante electorado árabe, es un estado indeciso en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. La diáspora está tratando de reconfigurar la idea que la gente tiene del conflicto. A medida que los acuerdos de paz firmados en Oslo en 1993 pasan a la historia, los palestinos intentan sustituir la idea de un enfrentamiento entre dos movimientos nacionales por una lucha de liberación generacional contra el “colonialismo de los colonos”.

Las vanas esperanzas son como ciertos sueños

Al principio, los palestinos esperaban que esta guerra, como los anteriores conflictos en Gaza, terminara rápidamente. Los aliados occidentales de Israel le obligarían a un alto el fuego. Gaza sería reconstruida. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, caería. Y el mundo podría imponer por fin un acuerdo de dos Estados, como prometieron en las primeras semanas de la guerra. Los palestinos de Cisjordania e Israel se atrincheraron a la expectativa.

Los palestinos esperaban que esta guerra, como los anteriores conflictos en Gaza, terminara rápidamente pero, un año después, esa esperanza se ha desvanecido (REUTERS)
Los palestinos esperaban que esta guerra, como los anteriores conflictos en Gaza, terminara rápidamente pero, un año después, esa esperanza se ha desvanecido (REUTERS)

Un año después, esa esperanza se ha desvanecido. No ha habido tregua. Los gobiernos occidentales no han obligado a Israel a ceder. Irán y sus aliados prometieron acudir al rescate de Gaza, pero Israel ha aplastado a Hamas y Hezbollah, y puede que aplaste a la República Islámica. Los israelíes no muestran signos de sustituir a Netanyahu y a su gabinete, que incluye a supremacistas judíos. Muchos palestinos temen que los desplazamientos y el fuego infernal en Gaza sean un precursor de los planes que los colonos israelíes y su ejército tienen para Cisjordania. Sienten “una amenaza existencial”, afirma Omar Dajani, palestino-estadounidense en Jerusalén.

Tal vez impulsada por el deseo de un refugio seguro, la guerra ha consolidado el apoyo a un Estado palestino. Una encuesta palestina realizada en septiembre cifraba en un 60% el apoyo a un Estado basado en las fronteras de 1967, frente a un 10% que respaldaba un Estado único con los mismos derechos para judíos y palestinos. Dajani, representante palestino en el extranjero de Una Tierra para Todos, que aboga por una confederación de un Estado judío y otro palestino con fronteras abiertas, afirma que el apoyo palestino (pero no judío) al movimiento se ha desplomado en el último año. Le preocupa ser condenado al ostracismo por “normalizador”. “Es difícil imaginar un futuro optimista con quienes masacraron a tus amigos y familiares”, admite.

Los palestinos parecen aún más divididos sobre cómo conseguir un Estado. Para algunos, la resistencia puede ser pacífica. Lo ven en su determinación de no moverse. Los palestinos han permanecido en sus aldeas del norte de Israel, incluso cuando Hezbollah ha bombardeado la zona con cohetes y se ha evacuado a israelíes judíos. “Siempre existe el temor de que si te vas, no sabes si te dejarán volver”, afirma Ghousoon Bisharat, director de +972, una revista conjunta israelí-palestina con sede en Haifa. Otros lo ven en la celebración del mero hecho de estar vivo. “Beber esta cerveza es un acto de resistencia”, dice un barman palestino de 29 años, que dejó Jaffa (Israel) por Ramala, la sede del gobierno palestino en Cisjordania.

Pero la violencia también está recuperando su atractivo. “Este Israel no entiende otra cosa”, dice un palestino que fundó un movimiento de desobediencia civil hace dos décadas pero que, desde entonces, ha perdido la fe en un enfoque pacífico. Contrariamente a las afirmaciones israelíes de que la fuerza doblegará a los palestinos hasta la sumisión, encuesta tras encuesta muestran lo contrario desde que Israel invadió Gaza. En un sondeo realizado en Cisjordania por el Jerusalem Media and Communication Centre, el apoyo a la “resistencia militar” creció del 40% en mayo de este año al 51% en septiembre, mientras que el apoyo a la “acción política pacífica” cayó del 44% al 36% en el mismo periodo. Un encuestador de Ramala tiene cifras similares: el apoyo a la violencia en Cisjordania pasó del 35% en septiembre de 2022, cuando Yair Lapid era Primer Ministro de Israel, al 56% en septiembre de este año. Los encuestadores dicen que ese cambio es más pronunciado entre los palestinos que son demasiado jóvenes para recordar los costes de la segunda intifada (levantamiento) y las guerras palestinas pasadas.

Muchos de los palestinos que hoy lideran la causa son demasiado jóvenes para recordar los costes de la segunda intifada y las guerras palestinas pasadas
Muchos de los palestinos que hoy lideran la causa son demasiado jóvenes para recordar los costes de la segunda intifada y las guerras palestinas pasadas

Hamas es el beneficiario. En un raro destello de democracia en Cisjordania, el apoyo a su programa de confrontación militar frente a la preferencia de la Autoridad Palestina (AP) por las negociaciones y el compromiso les ayudó a ganar las elecciones estudiantiles del año pasado en las universidades de Bir Zeit y Hebrón, en Cisjordania. La capacidad del grupo para seguir infligiendo bajas al ejército más poderoso de la región, que libra su guerra más larga, ha reforzado su apoyo. En Jordania, la organización hermana del grupo, la Junta de Acción Islámica, se convirtió el mes pasado en el partido más votado en las elecciones generales, con el 22% de los escaños. Según una encuesta, el apoyo a Hamas en Cisjordania y Gaza ha pasado del 22% en septiembre al 36% un año después.

Muchos de los que respaldan a la formación terrorista palestina parecen ser conscientes de las consecuencias. “Matarán a la mayoría de mis amigos”, dice con desesperación un joven residente del campo de Yenín, en el norte de Cisjordania. En agosto, Hamas llevó a cabo en Cisjordania su primer atentado suicida dentro de Israel en años. “La gente quiere ser martirizada, no porque les den un montón de vírgenes en el paraíso, sino porque quieren que sus familias y sus padres se sientan orgullosos”, dice un dirigente estudiantil de Nablús.

Es difícil saber hasta qué punto el apoyo que se profesa a Hamas es de palabra o si se trata de un verdadero compromiso para perpetrar atentados. Muchos jóvenes palestinos alardean de su voluntad de unirse a la lucha pero pasan sus días en los cafés haciendo poco más que ver las promesas de Hezbollah de destruir Tel Aviv, emitidas en bucle por Al Jazeera, un seductor canal de televisión qatarí. La escatología del yihadismo no ha resurgido; los jóvenes palestinos son menos partidarios de un Estado de la sharia que sus padres. Y algunos palestinos desaconsejan la inutilidad de la violencia: cada asalto es un pretexto para que Israel se apodere de más territorio, advierte Maqbula Nassar, periodista de Nazaret, la mayor ciudad árabe de Israel. Hay razones para que los palestinos eviten el derramamiento de sangre. A pesar de la creciente violencia en Cisjordania, muchos tienen aún mucho que perder.

Es difícil saber hasta qué punto el apoyo que se profesa a Hamas es de palabra o si se trata de un verdadero compromiso para perpetrar atentado (Europa Press)
Es difícil saber hasta qué punto el apoyo que se profesa a Hamas es de palabra o si se trata de un verdadero compromiso para perpetrar atentado (Europa Press)

Sin embargo, pocos palestinos dudan de que se avecina una reacción violenta. El 1 de octubre, mientras Irán bombardeaba Israel con misiles, al menos siete personas murieron tiroteadas en Tel Aviv. Hamas ha reivindicado la autoría, diciendo que los atacantes procedían de Hebrón, en Cisjordania. Los palestinos no tienen un gobierno efectivo. Los días de Hamas como autoridad en Gaza parecen haber terminado. Una incertidumbre similar pesa sobre Mahmoud Abbas, el presidente palestino de 88 años. Y, a diferencia de sus padres, la mayoría de los jóvenes palestinos no son leales a ninguna facción. En los próximos meses, la Autoridad Palestina podría tener más dificultades para controlar la pequeña parte de Cisjordania que aún controla, a medida que se intensifiquen los ataques de colonos y del ejército y los palestinos tomen represalias. Sin la voluntad política de ponerle fin, pocos esperan que este ciclo del conflicto israelo-palestino sea el más letal, o el último.

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