Cuidado con Starlink, dice el Ejército Popular de Liberación (PLA). La megaconstelación de satélites, diseñada para proporcionar acceso a Internet de banda ancha sin conexión a la red, está gestionada por Spacex, una empresa privada estadounidense. Pero seguramente funcionarios de Washington se están aprovechando de ella, advierte el Diario del Ejército de Liberación. Cuando Starlink se puso a disposición de Ucrania el año pasado, tras la invasión rusa del país, el periódico del ejército lo calificó de “cómplice” de los “obsesionados por la hegemonía”. No importa que fuera Ucrania quien pidiera ayuda a Spacex.
Starlink ha sido vital para el esfuerzo bélico de Ucrania. Los enlaces por satélite han permitido a los soldados comunicarse, identificar objetivos y subir vídeos para que los vea todo el mundo. El sistema es difícil de interferir. Desde el punto de vista de China, esto no sólo pone a su amiga Rusia en desventaja, sino que también suscita inquietudes sobre Taiwán, la isla autónoma que China reclama. Si Taiwán tuviera acceso a Starlink, una invasión china sería mucho más difícil.
Pero las preocupaciones de China van más allá. Teme que Estados Unidos, a través de Starlink, esté acaparando territorio en la órbita terrestre baja. China también quiere ser una potencia en este ámbito. Y quiere las capacidades que ofrecen sistemas como Starlink. Por eso está trabajando en una versión propia.
Cortar el cordón
En lo que respecta a Taiwán, los analistas creen que, si China invadiera el país, empezaría por cortar los 14 cables submarinos de Internet que mantienen a la isla conectada con el mundo. Taiwán está añadiendo cables y planeando cómo defender sus puntos de aterrizaje. Pero también está probando antenas en 700 lugares, incluidos algunos fuera de Taiwán. Éstas podrían enviar y recibir señales mediante satélites en órbita baja, como los que utiliza Starlink. El objetivo es que las antenas sean “lo más móviles posible” para sobrevivir a un ataque, afirma Tzeng Yisuo, del Instituto de Investigación sobre Defensa y Seguridad Nacional, un think tank de Taiwán.
China tiene capacidad para derribar satélites. Pero Starlink está formado por más de 4.000 y aspira a tener decenas de miles con el tiempo. China podría tener más éxito apoyándose en el fundador de Spacex, Elon Musk, para negar a Taiwán el acceso a Starlink. La otra gran empresa de Musk, Tesla, tiene una gran fábrica en Shanghai. El año pasado sugirió dar a China cierto control sobre Taiwán para resolver su disputa. (Spacex menciona Taiwán como un lugar donde Starlink “llegará pronto”, pero la empresa no ha solicitado operar allí con fines comerciales).
Como era de esperar, Taiwán quiere reducir su dependencia de otros. Su agencia espacial está desarrollando sus propios satélites de comunicaciones de órbita baja. Se espera lanzar el primero en 2025.
Las ambiciones de China en órbita baja son mucho mayores. En 2020, el gobierno presentó ante la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) la solicitud de una constelación de 12.992 satélites. Un año después, el gobierno creó China Satellite Networks Group Limited y le encargó el desarrollo de Internet por satélite. Al menos siete empresas chinas estatales y privadas están construyendo fábricas de satélites, con la expectativa de que pronto puedan producir varios cientos de pequeños satélites de comunicaciones al año.
Los funcionarios de Pekín han desarrollado una mentalidad de carrera espacial. Las órbitas y radiofrecuencias específicas son “recursos estratégicos escasos” que Starlink quiere “monopolizar”, advirtió el Diario del Ejército de Liberación en 2022. El año pasado, Wu Yansheng, presidente del principal contratista espacial chino, declaró que su país necesitaba avanzar más rápido para convertirse en una “potencia espacial”. En abril, el primer ministro, Li Qiang, visitó tres empresas emergentes para destacar la importancia de sus sectores. Una de ellas era Galaxy Space, fabricante de satélites, seis de los cuales se pusieron en órbita baja el año pasado.
Gran parte de la actividad reciente se debe al deseo de Xi Jinping, líder supremo de China, de modernizar el PLA. Sus generales llevan mucho tiempo estudiando cómo Estados Unidos utiliza las herramientas de comunicación e información para moverse más rápido y ver con mayor claridad en el campo de batalla. Xi quiere crear una fuerza altamente “informatizada”, capaz de utilizar la tecnología de la información para llevar a cabo operaciones conjuntas en tierra, mar y aire, por no mencionar el espacio y el ciberespacio.
Toda esta actividad preocupa a China. El Diario del Ejército de Liberación se queja de que sólo hay espacio para 50.000 satélites en la órbita terrestre baja y que Starlink puede llegar a ocupar más del 80% de ese espacio. Pero el cálculo no es tan sencillo, dice Juliana Suess, del Royal United Services Institute, un think-tank británico. Imaginemos la órbita baja como una autopista. Lo que hay que calcular es cuántos coches en movimiento puede albergar esa autopista. Mucho dependerá del tamaño de los satélites y de sus trayectorias.
En 2021, dos satélites de Starlink colisionaron con una estación espacial china, obligándola a desplazarse. Al menos eso dice China. Estados Unidos niega la acusación. Es posible que las dos potencias utilicen métodos diferentes para calcular las órbitas, afirma Benjamin Silverstein, de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional, un centro de estudios estadounidense. También es posible que tengan puntos de vista diferentes sobre lo que es demasiado cercano para la comodidad. Lo que está claro es que la falta de comunicación agravó el problema, al igual que la falta de normas sobre el tráfico en órbita baja. Estados Unidos y China solían hablar de estas cosas, pero no ha habido reuniones de este tipo desde 2017. Eso es peligroso. A medida que la órbita baja se llena de gente, aumenta la posibilidad de una colisión desagradable.
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