A finales de año, el Museo de la Victoria de Moscú, que glorifica el valor ruso en la Segunda Guerra Mundial, organizó una “búsqueda histórica” para niños. Un video promocional mostraba a los jóvenes disparando rifles de plástico y lanzando granadas de juguete a un tanque que se acercaba. El evento real fue menos emocionante: las actividades incluían rompecabezas y repetir como loros eslóganes patrióticos. Los niños llevaban gorras de soldados soviéticos. El personal del museo y los acompañantes llevaban cosida en sus camisetas la letra Z, símbolo de apoyo a la invasión rusa de Ucrania.
El año pasado, el Parlamento ruso promulgó planes para crear un movimiento juvenil que emule a los Pioneros, una organización de la era comunista que solía promover la ideología soviética. El Kremlin también introdujo lecciones de “valores rusos” en el programa escolar, para defenderse de la decadencia occidental. En septiembre, la formación militar básica, que incluye consejos sobre cómo manejar un Kalashnikov, será obligatoria para los alumnos a partir de 16 años.
Este impulso patriótico pretende justificar la invasión del presidente Vladimir Putin, que la presenta como la defensa de los valores tradicionales frente a Occidente. Los niños deben tener una impresión positiva de la vida en el ejército; después de todo, muchos de ellos podrían alistarse pronto.
Los rusos parecen receptivos. En mayo del año pasado, el Centro Levada, un encuestador independiente, descubrió que alrededor del 80% de ellos apoyaba la reactivación de los Pioneros; el 87% de los mayores de 55 años eran partidarios. Aunque los rusos más jóvenes se mostraban menos dispuestos a justificar las acciones de su ejército en Ucrania, la mayoría seguía aprobándolas.
No obstante, investigadores de la Escuela Superior de Economía de Rusia descubrieron antes de la invasión que los jóvenes preferían actos de ciudadanía menos ideológicos, como el servicio comunitario local. La Fundación Friedrich Ebert, un think tank alemán, descubrió que los jóvenes rusos dudaban de la capacidad del Estado para transformar sus vidas a mejor, debido al estancamiento de la política y a la corrupción endémica.
Las anteriores iniciativas juveniles han sido irregulares. Nashi (que significa “nuestro”), un movimiento juvenil pro-Kremlin que comenzó en 2005 y animaba a los jóvenes a acosar a los oponentes de Putin, se desvaneció a principios de 2010.
Campañas más recientes pueden ser más populares, como Yunarmia (Ejército Juvenil), una organización lanzada por el Ministerio de Defensa en 2016, que enseña a los niños habilidades militares en alegres campamentos de verano. Ahora afirma tener 1,25 millones de miembros repartidos por toda Rusia, seis veces más que Nashi. Consciente del poder de las redes sociales, el Gobierno paga a personalidades influyentes para que hablen de las alegrías de la afiliación. Otra cosa es si servirá para levantar la moral de los jóvenes soldados rusos en el frente ucraniano.
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