El plástico ya tiene un continente. Debía inspirar legislaciones, medidas parlamentarias, autoridades comprometidas a atacar su colonización. En Argentina los supermercados ya no entregan bolsas de plástico. En Kenia las políticas son mucho más estrictas: el gobierno prohibió la importación, fabricación y uso de bolsas de plástico no biodegradables. La resolución fue publicada el 28 de enero y, tras seis meses de contemplación, comenzó a regir de manera oficial. La norma entró en plena vigencia el 28 de agosto: supone sanciones económicas y años de cárcel.
La Autoridad Nacional de Gestión Ambiental de Kenia informa en su sitio web: "Toda persona que contravenga la disposición oficial será sancionada con una multa de no menos de dos (2) millones de chelines kenianos y no más de de cuatro (4) millones de chelines kenianos, o a una pena de entre uno y cuatro años de prisión". Dos millones de chelines equivale a poco más de 19 mil dólares y cuatro millones de chelines asciende a 38 mil dólares.
La ley es la más severa del mundo en concepto de reglamentación del uso y la fabricación de plástico. Los supermercados en Kenia -país ubicado en el África Oriental- distribuyen por año cien millones de bolsas, según estadísticas de la ONU. Las mismas perduran entre 500 y mil años en el mismo escenario donde recalan. Hasta su descomposición agonizan y contaminan. El plástico interviene en la cadena alimenticia de los animales: lo ingieren, se enferman y hasta pueden morir. Las bolsas, a la deriva en el océano, amenazan a las especies acuáticas: asfixian aves, estrangulan tortugas, colapsan los estómagos de ballenas y delfines. En los mataderos, los empleados extraen de las entrañas de las vacas una cantidad notable de residuos plásticos.
La normativa fue adoptada por la Autoridad de Gestión Ambiental de Kenia (NEMA) en colaboración con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y el Centro de Investigación y Análisis de Políticas Públicas (KIPPRA). En Kenia, los bolsas de plástico de un solo uso se distribuían sin controles en los comercios. La actividad redundaba en una contaminación ambiental sin freno. "Kenia debe ser elogiada por su liderazgo ambiental. Es un gran ejemplo que espero que inspire a otros y ayude a impulsar nuevos compromisos", consideró el director ejecutivo del PNUMA, Erik Solheim.
La prohibición, aplaudida por los conservacionistas, fue sin embargo repudiada por parte del pueblo keniata. Ciudadanos y comerciantes acusan a las autoridades de no ofrecer soluciones simultáneas a la reglamentación y critican que la penalidad apunta más a los compradores que a los fabricantes. El gobierno propuso el uso de materiales ecológicos y reutilizables como papel manila, yute o lona, alternativas demasiado caras para una población que vive con menos de dos dólares por día. La confrontación se da en un país con altos registros de corrupción. Del escenario de conciencia ambiental brotó un desenfrenado aumento de las extorsiones por agentes de policía.
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