La edición Casa FOA Círculo Olivos fue nuevamente escenario y vidriera de las tendencias más creativas en diseño, arquitectura y paisajismo. Además de ser referente de índole cultural, la exposición persigue fines sociales y médicos. La Fundación Oftalmológica Argentina, responsable de la exposición desde hace 30 años, lleva a cabo la iniciativa “Para verte mejor, Argentina”. A través de ella, más de 16 mil personas de localidades vulnerables de las provincias de Catamarca, Chaco, Corrientes, Entre Ríos, Formosa, Jujuy, Misiones, Neuquén, Salta y Tucumán han recibido atención oftalmológica gratuita.
Desde el punto de vista del diseño, la creatividad de las propuestas dejó ver nuevos usos de los materiales en muchos de los espacios. Los diseñadores se animaron a ir más allá, a experimentar y jugar para crear experiencias sensoriales más ricas. En esta línea, Leandro De Angelo, el creador, junto a Maia Elin Lauferman, de la “Cocina, comedor diario y Lounge” explicó a Infobae: “Queríamos trabajar los materiales de manera diferente. Nos inspiramos en la Bauhaus y la idea fue armar un espacio para un muralista. Por eso diseñamos esta ‘caja de arte’. El Racionalismo de los años 30 fue el punto de partida. Las paredes, el techo, el piso todo se transforman en un cuadro viviente con colores plenos de una paleta actual y mucha yuxtaposición de materiales y texturas”.
“La hora mágica” es el momento del día en el que uno se relaja después de una larga jornada laboral en un ambiente acorde. Poder cocinar, tomar algo, acompañado de buena música, en un entorno calmo, fresco. En base a esta premisa eligieron los materiales y los colores: “El entorno calmo se logró con una gama de colores verdes ‘descansados’, que funcionan como un ‘freno de mano’. Se suman los colores cálidos, regidos por el coral y su gama de rosados. Así se logró un clima acogedor, un capullo protector contra la velocidad de nuestros días”.
El diseñador explicó cómo jugaron con los materiales para crear experiencias sensoriales, usándolos de modo no convencional: “Hicimos los murales y las mallas metálicas para lograr diferentes texturas visuales. También tiene función de uso, porque colgamos cosas de ellas. Son materiales poco habituales en la decoración de interior aunque nosotros las usamos bastante: el hierro, crudo o pintado, por ejemplo. La piedra natural de la mesa central la elegimos para que, además de su función de apoyar, se pueda disfrutar lo que la naturaleza hizo con esa cuarcita verde gaya. Buscamos explotar mucho la función sensorial, a través del tacto. Ese sentido que no se usa mucho en el diseño y que se suele reservar para las telas. Hicimos un rayado en la pared con pegamento, también, bajo la misma premisa. La idea era generar una experiencia que involucre todos los sentidos”.
Lorena Spinola, una de las diseñadoras del espacio “Bar y Cava”, se unió a la charla: “Una de las cosas que queríamos que la gente perciba al entrar era que se sintiera en un lugar subterráneo. Las cavas suelen está bajo tierra, en los sótanos de las casas. Por eso el cielo raso está quebrado, hay puntos más bajos y más altos. En función de ello elegimos las texturas, los colores, la iluminación. Todo para crear esa sensación”. El concepto del espacio basado en lo subterráneo está apoyado en líneas diagonales que se pueden ver en el cielo raso, en las paredes, en los perfiles, y en la barra que está inclinada. Las diseñadoras jugaron con la idea de la vid y sus raíces adentro y por eso nada es recto en el espacio.
Spinola agregó: “Además, usamos los colores tierra. Y elegimos materiales nobles, como la piedra, chapa, el piso que es símil madera. La mesa de madera y el mueble del fondo contrarresta los materiales más fríos. La chapa la oxidamos nosotros y con ella revestimos una pared. Usamos el dekton de diferentes espesores, según los espacios: para los frentes de los cajones, para la barra, y para una pared que está quebrada y donde están las bodegas”.
El baño “Aguavá” es otra de las propuestas creativas de la exposición. La caja arquitectónica se trabajó con dos elementos: la curva y las capas. El motivo fue reflexionar sobre el habitar de las salas de baño y los comportamientos que se adoptan al asearse. “En el acto de bañarnos primero nos desvestimos, sacándonos las capas visibles (prendas) y, luego, el agua nos devuelve a nuestra esencia, quitándonos aquello que acumulamos a lo largo del día”, describió su diseñadora Eugenia Landaboure. El espacio está pensando para una pareja, por eso hay dos mesadas, dos bachas y un plato de ducha para dos. Todos los materiales elegidos refieren a la idea rectora: “El porcelanato, que recubre paredes y pisos con su trama, simboliza el fluir del agua. Se enfatiza la idea de depuración con un trabajo de desmaterialización mediante el uso de vidrio”.
Sobre la misma idea de volver a lo esencial, a partir de la depuración del agua, se utilizó el dekton con el que se revistieron el plato de ducha y las mesadas como elemento mineral. Y se reforzó con una pared verde cubierta en liquen natural escandinavo. “Además estos líquenes que crecen en los bosques de noruega, son aislantes térmicos, acústicos y absorben olores y humedad ambiental. Y tienen un proceso de estabilización con sales que le permiten mantenerse inalterable durante aproximadamente 15 años sin mantenimiento alguno”, finalizó la diseñadora.
Juan Caram, uno de los creadores del espacio de “Coworking”, describió el espacio y el uso de los materiales. “Elegimos el lugar por ser uno de los más grandes. Son 160 metros, divididos en dos zonas. Una en la que está el espacio propiamente de trabajo y la otra para el office. Quisimos hacer un único ambiente dividido por separadores virtuales sectorizando las distintas funciones de un coworking”. El lugar está articulado por una gran mesa de trabajo con cuatro puestos de trabajos más una extensión que funciona como mesa de reuniones. En uno de los extremos hay dos mesas triangulares separadas por biombos creados con paneles giratorios que, además de permitir tener mayor o menor visibilidad, al estar entelados tienen función acústica.
“En el otro extremo -continuó Caram- dado por la planta que es como un semicírculo, hicimos distintos nichos con diferentes situaciones de trabajo: mesas altas, bajas y sillones. Usamos, ahí, una alfombra especialmente diseñada para el semicírculo. En el medio hay un gran puf con conectividad y mesas de arrime. Y elegimos una cortina que se puede correr hecha con la tela del respaldo de las sillas, que es una red vinílica con un efecto metálico que genera permeabilidad visual a la vez de sectorizar el espacio”.
En cuanto al uso distinto de los materiales, los pisos de madera fueron teñidos de un rosa pálido acorde a la paleta elegida. “Elegimos la paleta de los rosas pálidos y grises. Nos pareció que iba a generar una tranquilidad sensorial. No queríamos caer en el típico coworking lleno de colores saturados, con demasiados estímulos. Estos colores no solo los usamos en la cáscara sino que lo aplicamos en todos los elementos de arquitectura, en los artefactos de iluminación, alfombras, muebles de oficina, sillas. El resultado es una continuidad visual y espacial que conecta todos los elementos del espacio”.
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