“Creo que el futuro va para este lado”. Martín Bueno (50) repitió varias veces esa frase en su vida, cada vez que pegó un volantazo en el mundo de los negocios. Este pionero de Internet en la Argentina, quien estuvo al frente de muchos proyectos y startups tecnológicas a lo largo de los últimos 35 años, hoy es el CEO de SmartCultiva, una de las empresas más importantes del mundo en el rubro “agricultura urbana”, que le vende nanosensores a la NASA para la misión Marte 2030 –y a empresas de todo el mundo– y que fabrica robots para los campos argentinos.
“Así como algunos pusieron en duda la utilidad de los tractores hace siete u ocho décadas, y luego se convirtieron en una herramienta indispensable para el campo, va a pasar lo mismo con este tipo de robots”, asegura Bueno para describir su Agrobot, un aparato autónomo que funciona a energía solar y, casi como si fuera un animal más pastando, recorre hectáreas tomando muestras del suelo, recomendando riego en zonas puntuales y registrando otros datos que envía al smartphone de varios chacareros 4.0 que ya los usan.
Sin contar el contrato de la NASA, del que no puede dar datos, y con el negocio de sensores en plena expansión, la empresa facturará este año unos $20 millones. Las perspectivas para el año que viene son mucho más altas, sobre todo porque empezarán a vender su producto estrella: Agrobot
SmartCultiva nació en 2016 cuando Bueno, luego de varios años de vida corporativa y casi como un hobby, comenzó a experimentar con cultivos hidropónicos, una técnica que permite que las plantas crezcan sin tierra y que mejora en un ambiente controlado. Para eso este emprendedor aplicó una serie de sensores que mide humedad, PH, salinidad, niveles de CO2 y otros elementos y permiten corregir a tiempo el proceso.
“Es el futuro de la agricultura porque así es como se va cultivar en el espacio. Era obvio que había un negocio detrás”, le dice a Infobae. “Pero no es simple hacerlo a escala. Hay que oxigenar de manera muy puntual y otros temas técnicos para lograr que las raíces se alimenten. Ahí aparecieron los sensores”, asegura.
Se asoció con Eileen Ebene (28), quien venía del mundo del marketing corporativo, y entre ambos invirtieron USD 400.000 para lanzar esta compañía especializada en productos de Internet de las Cosas (IoT) para AgTech, un nuevo universo de empresa que mezclan agro con tecnología.
Mientras perfeccionaba los sensores –tanto para el agro convencional como para cultivos hidropónicos–, Bueno se puso en contacto con Pablo de León, un ingeniero argentino que es investigador, docente y muy reconocido por su trabajo en la NASA desde hace décadas. “Pablo es un viejo amigo de la época de la prehistoria de Internet. Le conté lo que estaba haciendo y me pidió ver los sensores porque estaba por empezar a trabajar en el programa Marte 2030, en Cabo Cañaveral, en la NASA. Él es profesor en Universidad de Dakota del Norte, en el cátedra de Ingeniería Espacial, y ahí está el Human Spaceflight Laboratory, donde se prueban siete módulos habitacionales humanos para la exploración de Marte. Pablo trabaja en cultivos y alimentos para ese entorno: cómo van a sembrar y a comer los astronautas cuando lleguen a ese planeta. Hicimos una presentación y nos convertimos en proveedores de los sensores de esos experimentos”, detalla.
Así como algunos pusieron en duda la utilidad de los tractores hace siete u ocho décadas, y luego se convirtieron en una herramienta indispensable para el campo, va a pasar lo mismo con estos robots
Ese contrato les dio visibilidad global y hoy los productos de SmartCultiva se venden en todo el mundo por medio de 15 distribuidores. Según StartUs Insights es una de las principales cinco empresas del IoT para el agro.
Sin contar el contrato de la NASA, del que no puede dar datos, y con el negocio de sensores en plena expansión, la empresa facturará este año unos $20 millones. Las perspectivas para el año que viene son mucho más altas, sobre todo porque empezarán a vender su producto estrella: Agrobot, el robot para el campo.
Este año probaron un prototipo funcional que se venderá desde marzo a USD 5.000: mide la humedad de suelo y tiene un tanque interno para fertilizantes y otros líquidos. También se lanzará uno más grande, de 1,2 metros por 60 centímetros y con ruedas de cuatriciclo, con más capacidad de irrigación y posibilidad para tomar muestras de tierra. Ambos tienen cámara, navegación por GPS y su pueden comunicar por Wifi, 4G y protocolo Lora.
“Los robots ‘hablan’ entre ellos, trabajan en grupo. Se pasan datos de dónde hay más sol para cargarse y a dónde no hay que ir porque está inundado, por ejemplo. El segundo modelo va poder sembrar plantines en superficies chicas y desmalezar. Costará unos USD 10.000 y ya tenemos preventas hechas desde Dubai, México, Argentina y otros países. Creo que al principio la gente de campo, vecinos, los va a compartir, como se hace con otras herramientas. Hoy los productores tienen que saber online cuál es la humedad o el nitrógeno del suelo. ¿Es mejor recorrer el campo caminando o a caballo, o con una cámara con un robot que además mapea el terreno? Se robotizan los procesos y eso no es el futuro, está pasando ahora”, afirma Bueno.
Los robots ‘hablan’ entre ellos, trabajan en grupo. Se pasan datos de dónde hay más sol para cargarse y a dónde no hay que ir porque está inundado, por ejemplo. El segundo modelo va poder sembrar plantines en superficies chicas y hasta desmalezar. Costará unos USD 10.000 y ya tenemos preventas hechas desde Dubái, México, Argentina y otros países
Sigue un camino de expansión para SmartCultiva, que abrirá un centro de desarrollo en Dubái, en medio del llamado Silicon Oasis. “Hace dos años que vendemos ahí, pero ahora vamos a lanzar una empresa de I+D espacial y robótica. Hay mucho por delante, desde un brazo robótico que levante un huevo para controlarlo, hasta siembra robótica. A nivel mecánico está casi todo resuelto, ahora el desafío es la inteligencia de esa mano mecánica, los materiales que la componen y el software que la controla”, resume este porteño, padre de Eva de 13 años, que estudió sistemas en la UTN y luego fue a la Universidad Phoenix, en EEUU.
Pionero con Los Pinos
A los 16, en 1984, Bueno lanzó uno de los primeros BBS argentinos. Estos Bulletin Board System eran una suerte de pizarras electrónicas estáticas, verdaderas abuelas de la navegación web por Internet. Mientras hacía la secundaria en el Otto Krause, lo puso en línea con una computadora Commodore 64 conectada a un módem de 300 baudios. “Las cosas las conseguía por la revisa Segundamano, no había locales de computación”, asegura.
Cinco años después, aprovechó la privatización de Entel, pidió más líneas de teléfono y permitió que 10 personas a la vez se conecten a la BBS y hablaran entre ellas en prehistóricas salas de chat. En 1992, cuando llegó Internet a la Argentina, inauguró el primer ISP, o Internet Service Provider, local. Un proveedor de acceso online que en los albores permitía sólo el uso del mail, sin navegación. Los Pinos, así se llamó la empresa, llegó a tener 30.000 clientes y la vendió en 1998 a Sky Television.
Luego lanzó Fiera.com, uno de los primeros sitios de ecommerce local. Otra vez el futuro. “Era lo que se venía. Acá todos decían, “¿cómo andás, fiera?” y le pusimos ese nombre, cero marketing. Un francés puso USD 50.000 millones y arrancamos en EEUU. Podías comprar de todo y tenía operaciones en México y Brasil. Al año nos compraron a nosotros”, relata. Tiempos preburbuja donde el dinero fluía más allá de las ganancias y los planes de negocios.
Hoy los productores tienen que saber online cuál es la humedad o el nitrógeno del suelo. ¿Es mejor recorrer el campo caminando o a caballo, o con una cámara con un robot que además mapea el terreno? Se robotizan los procesos y eso no es el futuro, está pasando ahora
Siguiente paso: comida por internet. “Armamos una patente que hoy aún existe y se llama smart delivery agent. Permitía localizar locales cercanos y pedir comida por delivery. Juntamos USD 500.000 y armamos eFood Corporation y me fui a vivir a EEUU. Crecimos, pero explotó la burbuja puntocom y se cayó todo. Esa patente, que venció pocos años después, es la base de todos los sistemas de delivery de comida de hoy. Algunos royalties les cobré por un tiempo a empresas globales”, afirma y jura que no puede dar nombres por contrato.
Se quedó dos años en EEUU y cuando regresó al país, antes de cumplir 40, intentó ser jugador profesional de golf. “No pudo ser. Me encantaba, pero no se dio, me tiraba la tecnología. Entre 2006 y 2010 trabajé en marketing digital regional en el Grupo Habas. Y de ahí, directo a los sensores”, enumera uno de los pioneros de la Internet local, el padre de una exitosa BBS y de los robots que ya recorren los campos argentinos.
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