El verano recién culminó y dejando un panorama calamitoso para el grueso del sector agropecuario. La fulminante sequía que sigue viviendo gran parte del país se combinó con altas temperaturas y eventos climáticos extremos y agravó la situación de casi todas las actividades rurales. Olas de calor repetidas y largas hasta marzo, falta de lluvias durante todo febrero y heladas tempranas fueron un combo fatal para el agro y desembocaron en el desastre productivo más grande de las últimas décadas.
Si bien el fenómeno climático de La Niña ya terminó y las lluvias comenzaron a ser más copiosas y generalizadas, es tanta la falta de agua en los suelos que los eventos de precipitaciones deberán repetirse durante el otoño para poder tener un panorama más alentador de cara a la próxima campaña fina, las zafras de las economías regionales de 2024 y la recomposición de pasturas y reservas forrajeras para la ganadería.
Según pasan los días
No obstante, a medida que pasan los días, las pérdidas lucen más contundentes. El sector que más daño instantáneo sufrió fue el de los granos. Las últimas lluvias que se produjeron pusieron freno al deterioro de la soja y el maíz, pero el desastre ya está consumado. Según la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA), la producción de la oleaginosa se ubicará en 25 millones de toneladas, mientras que se esperan 36 millones de toneladas del cereal amarillo. Esto implica mermas productivas de 18,3 y 16 millones de toneladas, respectivamente, aunque las caídas pueden seguir agudizándose a medida que la cosecha tome ritmo y se vayan relevando rendimientos.
La BCBA estima una caída de la producción entre soja, maíz, trigo, cebada, sorgo y girasol del 35% respecto a la campaña anterior, lo que representa una merma en el volumen a obtener de 54 millones de toneladas, la peor campaña de, por lo menos, las últimas dos décadas. En dinero, se habla de una baja en las exportaciones del 48%, lo que implica que no ingresen al país unos USD 20.811 millones y una percepción vía retenciones USD 7.376 millones menor. En sí, el impacto esperado equivale al 3% del PBI.
En la misma sintonía, el consultor en agronegocios, Ernesto Ambrosetti, estipuló que las pérdidas solamente en las exportaciones en granos alcanzarán los USD 21.000 millones que afectarán de lleno tanto al sector como al resto de la economía, cuyos efectos “superan holgadamente al 3 % del producto bruto interno, una caída relevante que profundizara en la crisis que afrontamos”.
Para Ambrosetti, 40 millones de toneladas de granos menos significa 1.660.000 menos de viajes de camión, que equivale a USD 1.300 millones que no ingresarán a los transportistas y con ello habrá una menor demanda de combustible, neumáticos, lubricantes, repuestos y servicios en las rutas, además de “afectar a todos los pueblos donde se adquieren el 70% de los insumos y servicios estratégicos”.
El especialista remarcó que “ante este escenario, los empresarios rurales deberán realizar una ingeniería financiera y planificación de alta precisión, para sobrevivir hasta que aclare el horizonte climático, político y económico. Brindarle mayor sustentabilidad a nuestra empresa con escasos o nulo recurso es un desafío de gran magnitud. Consideremos que miles de productores deberán saldar las deudas de la campaña 2022/23 y al mismo tiempo obtener capital de trabajo para impulsar la nueva campaña”.
Ganadería
Otra de las actividades que tuvo un impacto de gran magnitud, pero en los cuales todavía no se vio una buena parte de los efectos nocivos de la sequía en su totalidad, es la ganadería. Los mismos se verán en lo que resta del año y en 2024, lo que plantea un escenario complejo para el sector.
Según el consultor Victor Tonelli, “la sequía ya lleva mucho tiempo y es muy intensa, conjugando heladas, falta de lluvias y temperaturas extremas casi ingresando al otoño, lo cual generó una caída brutal de la oferta forrajera, una salida forzada de hacienda de los campos, un exceso de la oferta con un aumento de entre el 7% y 9% de la faena que hizo que queden los precios planchados y una escaseces muy fuerte de pasto”. Este panorama desencadenó una serie de efectos, de los cuales el más grave es, sin duda, una caída en los índices de preñez de las vacas de entre el 6% y 8%, lo cual implicará “una pérdida no menor a 1,3 millones de terneros no nacidos en este invierno que no los veremos en la próxima zafra”.
Esto también significará a corto plazo una “sobreoferta de vacas vacías que deben salir de los campos (700.000 cabezas, apróximadamente), porque si bien empezó a llover, el otoño va a ser muy corto y no va a haber tiempo de recuperación de la oferta forrajera de manera genuina por lo menos hasta octubre”. La sobreoferta de vacas y el no nacimiento de terneros podría hacer que el rodeo nacional sufra una pérdida de stock de 1,5 millones de cabezas, al mismo tiempo que se prevé que los precios de la hacienda queden estancados hasta, “por lo menos junio o julio”. No obstante, la mayor disponibilidad servirá para impulsar la exportación, sobre todo con destino a China, por lo que “si el gobierno no pone más trabas, es esperable que se exporte más o en igual medida que el año pasado”.
Lechería
La lechería es otra de las actividades que verá en mayor medida los efectos perjudiciales de la sequía en los próximos meses. De hecho, la producción de leche en el primer bimestre mostró un crecimiento del 1,1% respecto al mismo período del año pasado, como consecuencia, en gran medida, de que enero de 2022 tuvo condiciones peores a los de este año y ante “un efecto inercial productivo” que se arrastra todavía del año pasado, explicó el director ejecutivo del Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA), Jorge Giraudo.
Giraudo explicó que “el efecto sequía se va a sentir con fuerza en el segundo y tercer trimestre, cuando los productores van a querer echar manos a las reservas forrajeras y no lo van a tener porque lo consumieron y no pudieron recuperarlo por la falla de las cosechas. Esto también va a hacer que sea difícil conseguir los granos en una relación insumo/producto que ya hoy es desfavorable”. Es por eso que el especialista espera que las mermas productivas se concentren en los próximos seis meses, con caídas que podrían alcanzar el 10%, mientras que se prevé una recuperación para el último trimestre. Ante este panorama, los cálculos del OCLA hablan de una caída productiva que podría ubicarse entre el 4% al 7% interanual.
Teniendo en cuenta que el año pasado se produjeron 11.000 millones de litros de leche, se estima una merma de entre 440 y 770 millones de litros. A esto hay que sumarle “la suba de costos por todos los animales que se perdieron. Además, una vaca que no se preñó, es un ternero que falta. Hay que tener en cuenta que hay muchos rodeos que se achicaron por la venta de vacas”, dijo Giraudo. Por supuesto que esta caída en la producción repercutirá de manera directa en las exportaciones. “Todo lo que haya menos de leche se va a retirar de la exportación, no del mercado interno. El año pasado se exportaron casi 3.000 millones de litros por USD 1.700 millones de dólares, con lo cual los despachos deberían caer no menos de un 20% en volumen, lo que implica que por lo menos serán USD 300 millones que no van a ingresar”, concluyó el especialista.
Economía regionales
Por supuesto, las economías regionales también fueron afectadas por las inclemencias climáticas. En este caso, no solamente fue la falta de lluvias, sino que otros fenómenos climáticos tuvieron una participación decisiva en las caídas productivas. “Hubo tres efectos muy marcados: por un lado tuvimos las heladas tardías a principios de noviembre que perjudicó mucho al sector frutihortícola; hubo también serios problemas con caída de granizo, perdiendo mucha calidad en nuestras producciones; y si hace tres años que se vive una sequía muy intensa en todo el territorio, que afecta la productividad”, marcó el director de Economía Regionales de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), Pablo Vernengo.
A modo de repaso, el sur del país la cosecha de cerezas tuvo una pérdida del orden del 30% en volumen, mientras que las mermas en peras y manzanas de la zona del Valle del Río Negro y Neuquén se ubicó entre el 35% y 40%. El sector vitivinícola en Cuyo y norte del país deberá afrontar una cosecha que se estima entre un 20% y 30% menor a la del año pasado. En las provincias del norte también se espera una mala cosecha de tabaco y pérdidas del orden del 40% en el algodón, al mismo tiempo que en el Litoral la producción de arroz, naranjas y mandarinas afrontan no solamente una merma en volumen, sino también en calidad, por lo que la exportación se verá seriamente afectada. En el caso de la horticultura, la última ola de calor llevó que “fracase la producción de hojas verdes, lo que explica los precios actuales en góndola”, dijo Vernengo.
“El 63% de los productores en Argentina proviene de las economías regionales y han sufrido de forma significativa las inclemencias. El conjunto de las actividades que engloba invierte en capital de trabajo USD 4.200 millones al año y las mermas golpean justo ahí”, dijo Vernengo. En esta línea, planteó que “es por eso que necesitamos que se ponga en marcha toda la maquinaria pensando en la zafra 2024 y le pedimos a la secretaria de Energía, Flavia Royón, que la resolución 25/2023 se haga extensiva a todos los productores en emergencia. Solamente en Río Negro tenemos detectado 600 CUIT que tienen emergencia. Por eso le pedimos una rebaja de forma significativa en los valores de la energía, poder regar utilizando los pozos y utilizar esta herramienta para pasar el mal trago y mitigar los efectos de las heladas”.
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