La campaña gruesa de granos es el evento económico más importante del país, donde se decide buena parte del devenir de Argentina. La siembra de soja y maíz y, en menor medida, la de girasol y sorgo, son vitales para la macroeconomía, tanto por el volumen de divisas que ingresan a partir de la exportación de sus cadenas, como por el movimiento que genera en el interior del país.
Para tener una noción de su importancia, solo basta con dar una mirada a las proyecciones de exportación de Argentina. Según estimaciones de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), de los USD 90.301 millones que se esperan exportar en total durante 2022, USD 35.317 millones provendrían de los complejos de soja, maíz y girasol. Esto quiere decir que solo de estas tres cadenas, depende un tercio de las divisas que ingresan al país.
Es por eso que todos los gobiernos de las últimas décadas, independientemente de su color político, fijan su atención a este suceso y a la producción que pueda obtener de soja y maíz y, a partir de allí, planifican buena parte de sus políticas económicas que se ejecutarán durante el año. Por eso, en los períodos donde el clima no acompaña, como sucedió en la campaña pasada, o los precios tienen caídas importantes, no suelen ser años fáciles para el país en general.
Según un trabajo realizado por el Grupo Lonja, la campaña venidera se dará en un contexto de fuerte suba de los costos y un menor nivel en la mejora de los precios internacionales. Así, el informe grafica que la cotización de la soja y el maíz a cosecha subió 14% y 10% respectivamente, en comparación con los precios observados en junio de 2021, contra un incremento en el arrendamiento del 27%, de las labores del 34%, de los fertilizantes del 82%, del flete del 25% y de los herbicidas del 165%.
“Como en el caso de los comerciantes, hay un costo de reposición. O sea, hay que volver a sembrar y ahí hay que fijarse cuánto salen los insumos. Tus costos de reposición, por más que hayas ganado, hace que te falte capital de trabajo, en un contexto donde las tasas para financiarse crecieron mucho. El productor es un continuo que debe seguir y haciéndolo con las tasas de interés y estos costos va a generar que los resultados a futuro sean peores que el año anterior, según nuestras proyecciones”, dijo el productor Santiago del Solar, uno de los encargados de realizar el trabajo.
En este sentido, el también dirigente agropecuario tomó como ejemplo el trigo, que es un cultivo que “precisa mucho fertilizante y, para utilizar menos, se sembró menos, lo cual podría significar una merma de tres millones de toneladas, que serán USD 1.000 millones menos. En maíz está pasando algo parecido, con una suba de los precios del grano del 10%, que requiere mucho fertilizante y herbicida y que también va a recibir un golpe, por menor tecnología y área, llevando a una caída en la producción”.
Para revertir esta situación, del Solar entiende que, en principio, tres medidas bastarían. En primer lugar, eliminar los volúmenes de equilibrio impuestos por el Gobierno nacional, que desalienta las inversiones del productor al ver éste que podría tener inconvenientes al negociar su cosecha. También eliminar la brecha cambiaria unificando el tipo de cambio y eliminar las retenciones, para que el agricultor pueda percibir los mismos ingresos que los productores de los países competidores.
Proyecciones para la siembra
Si bien desde el Gobierno nacional todavía no se realizó ninguna estimación de área de los dos principales cultivos del agro argentino, las entidades privadas especializadas comenzaron a publicar sus previsiones.
Por su parte, la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) estimó que la siembra de soja podría crecer 700.000 hectáreas en la campaña venidera 2022/23 respecto al ciclo pasado y alcanzar las 16,8 millones de hectáreas. De esta manera, la intención de siembra de la oleaginosa crecería 4,3% y pondría fin a seis campañas consecutivas de retroceso en el área implantada. También calculó una cosecha total de 47 millones de toneladas, 4,8 millones de toneladas por encima de la campaña anterior.
“Desde la campaña 2015/2016 hasta la 2021/22, la oleaginosa fue perdiendo casi el 20% del área sembrada. En el 2022 la tendencia se revertiría, la soja vuelve a subir”, marcó la entidad. En este sentido, los técnicos explicaron que “el principal factor de influencia es el clima”, ya que “con pronósticos climáticos poco alentadores y altas posibilidades de una Niña, que reincidiría por tercera vez, el productor la vuelve a privilegiar como una apuesta segura en un año de alta incertidumbre, sumado a cuestiones referidas a costos, disponibilidad de insumos y “los malos resultados del maíz temprano en la región central”.
Por el lado del maíz, la BCR estimó que podría producirse una caída en el área del 4,7% y pasar de 8,4 a 8 millones de hectáreas, motivado por cuestiones climáticas, el fracaso de los maíces tempranos en la región central, el alto nivel de inversión y la incertidumbre actual” y que, bajo este panorama podría alcanzar una producción de 55 millones de toneladas.
Por su parte, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA) el área sembrada con maíz tendrá una contracción del 2,6% respecto al ciclo pasado hasta las 7,5 millones de hectáreas, por lo que el área a ocupar con el cereal sería 200.000 hectáreas menor que a la campaña 2021/22, arribando así a la primera caída en 8 años en el hectareaje. Entre las principales razones de caída, se puntualizó en “un nivel de reservas muy ajustadas en el inicio de la ventana de siembra temprana del cereal, una relación insumo/producto más desfavorable en relación a campañas pasadas y un aumento importante de los costos”, entre otras.
Última campaña
Las malas condiciones climáticas que se presentaron durante la campaña gruesa 2021/22 (que a la fecha todavía no terminó porque resta recolectar los últimos lotes de maíz), en varias zonas productoras del país se dieron resultados negativos en los ingresos por mermas en la productividad, en conjunto con un alza marcados en los costos. Así lo reflejó el informe del Grupo Lonja.
Así, el maíz temprano en la zona núcleo tuvo una variación negativa en los ingresos brutos del 9,5%, mientras que la soja de primera en la misma región concluyó con una caída del 4%. Caso contrario sucedió con los maíces tardíos, donde la variación positiva del 23,2% al 31,2% o casos como la soja de primera en el NEA, con una mejora en los ingresos brutos esperados del 22,5% Pero esto se dio en un contexto donde se registró un “aumento del 50% en dólares oficiales el paquete tecnológico para sembrar la campaña que se cosechó este año”, subrayó Santiago del Solar.
Además, en cuanto a los ingresos detalló que aquellas zonas que fueron afectadas por La Niña los rendimientos cayeron fuerte, por lo que el componente precio por cantidad fue menor que el presupuestado inicialmente. O sea, fue peor el ingreso obtenido, porque afectó la sequía, como ocurrió en la zona núcleo. En otras zonas, se obtuvo un aumento del ingreso del 13%, como en el caso de Río Cuarto, contra un 53% que aumentaron los gastos. Esto quiere decir que no hubo ningún beneficio por la situación internacional, porque subió con más virulencia el precio de los insumos que el de los ingresos.
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