El precio de los commodities agrícolas ganó centralidad hace ya varios meses, sobre todo desde la invasión de Rusia a Ucrania, que exacerbó la suba de los valores de los granos, llevándolos a niveles históricamente altos. De ahí se instaló cierta idea de que el agro recibía una suerte de “renta extraordinaria” o “inesperada”, que reavivó las intenciones del Gobierno nacional de aumentar nuevamente las retenciones y reforzar la intervención de los mercados de alimentos.
Pero los productores argentinos no lidian solo con el pago de derechos de exportación, que en el caso de la soja supone recibir un precio 33% menor al internacional, sino también con una una “retención encubierta” por el desdoblamiento cambiario, que hace que el valor del dólar que perciben al vender su producción esté muy por debajo de los valores que establece el mercado.
Según un estudio de la corredora de granos Kimei Cereales, esta brecha cambiaria entre el dólar cobrado por el productor y la cotización de la divisa norteamericana en mercados como el MEP o el Contado con Liqui llega a superar el 70%. Significa que si un agricultor vende su mercadería a USD 100, recibe solo el 30% del valor real de esa producción.
Tal es el caso de la soja. Si se toma en cuenta un precio promedio de la tonelada de la oleaginosa en USD 423,5 y un tipo de cambio de $ 120,26 por dólar, como ocurre en el mercado a término, el productor recibe por una tonelada vendida de la oleaginosa $ 50.930. Ahora bien, si el agricultor pretende comprar dólares con esos casi $ 51.000 debería recurrir a mercados de dólares bursátiles como lo es el MEP, cuya cotización es de $ 207 por dólar. De esta manera, el productor no podría recomprar esos USD 423,5 que se pagó por su mercadería, sino que solamente podría adquirir USD 246. Eso da una diferencia de USD 177,5, lo que significa una brecha entre el dólar al que vende el productor y el valor real de la divisa del 72,1%, que sube hasta el 77,9% en el caso del Contado con Liqui.
Los productores argentinos no lidian solo con el pago de derechos de exportación, que en el caso de la soja supone recibir un precio 33% menor al internacional, sino también una “retención encubierta” por el desdoblamiento cambiario
“Esta es la realidad. Cuando comúnmente se dice que el productor vende la soja en Argentina a USD 423 la tonelada, no es así, sino que en la realidad lo hace a USD 246″, graficó el presidente de la corredora Kimei Cereales, Javier Buján, quien agregó que esto “es un fenómeno 100% argentino, no se da en otras partes del mundo, porque afuera el tipo de cambio es libre, menos acá por la regulación que tiene el mercado de cambios. ¿Por qué el Gobierno dice que el dólar vale $ 120 pesos, pero si queres ponerte un dólar en el bolsillo hay que pagar más de $ 200? Porque justamente es mentira que vale $ 120″.
Para Buján, el mercado de granos cuenta con dos grandes distorsiones y problemas: las retenciones y esta brecha que actúa “como una segunda retención” y explicó en este sentido que “si uno tuviera las retenciones, pero tendría un mercado de cambio libres, podría esos USD 425 que sale la soja cobrarlo en pesos, y después, si quiere comprar dólares, podría comprar efectivamente USD 425 con esos pesos. Pero si las transacciones son al tipo de cambio oficial, que es a $ 120 y quiero comprar el dólar billete sale $ 205,no voy a poder comprar la misma cantidad. Es por esto que funciona como una segunda retención”.
Consecuencias
Para Buján, semejante brecha trae consigo ciertos aspectos negativos. Uno de ellos es “la especulación de que se devalúe y esa es una expectativa negativa hacia adelante, porque todos sabemos que este tipo de brechas, todas las veces que las tuvimos en el país, en algún momento reventó. Entonces, si uno tiene algo que se cotiza en dólares va vendiendo lo que necesita para cubrir los compromisos, pero el resto lo va aguantando, esperando que se acerquen las puntas. Ese tipo de cambio en algún momento se tiene que acomodar”.
En cuanto al sector agropecuario, también produce un efecto en las expectativas productivas y en la inflación en dólares. Según el director de la consultora Zorraquín+Meneses, Teo Zorraquín, esto genera que “si el glifosato salía USD 4 hoy sale USD 12, por lo que hay un efecto que ese costo por hectárea suba. Pero a la larga, lo que hacen los países competidores como Uruguay o Brasil es que tienen un único tipo de cambio y eso genera una expectativa de que la renta puede quedar en manos del productor para reinvertir. Por eso, es que en Argentina están afectadas las perspectivas de inversión”.
Zorraquín entiende que los tres principales factores distorsivos de la actividad son las retenciones, este diferencial cambiario y las restricciones a las exportaciones por la intervención de mercados, como lo suponen la existencia de los volúmenes de equilibrio. Para Zorraquín, “ese tridente afecta expectativas y saca rentabilidad. Se puede ganar plata de todas maneras, pero prima una visión de negocio de corto plazo, porque no se sabe cuándo cambian las reglas de juego y se dejan de lado las inversiones estructurales a largo plazo”.
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