El mercado de Liniers es un punto de referencia del campo argentino y de su excelsa ganadería, pero también lo es de la Ciudad de Buenos Aires, un lugar antagónico por definición a la ruralidad. Ubicado en el corazón del barrio porteño de Mataderos, sus 30 hectáreas de pasarelas y corrales supieron acoger decenas de miles de animales y marcar la vida no solo de la zona, sino también de las incontables cantidad de personas que supieron trabajar allí y ver infinidad de amaneceres antes de que los martillos de los rematadores, las voces de los compradores y los mugidos de las vacas comenzaran a escucharse.
Lo cierto es que hoy se realizará su última gran gala tras 121 años de historia y actividad ininterrumpida. Hoy ingresaron por última vez los camiones cargados con los animales, se congregaron por última vez los compradores frente a los corrales, se pujó por última vez por la mercadería y se cerraron por última vez negocios en ese lugar. Algunos dicen que con Liniers muere parte de la historia de Mataderos. Otros directamente sostienen que desaparece un ícono de todo el sector ganadero. Los hombres a caballo, la indumentaria gaucha y ese peculiar olor ácido pasarán a ser cosa del pasado.
No obstante, la naturaleza de la historia reside en no detenerse, sino que avanza constantemente. Y es por eso que el mercado fundado en 1901 dejará de contar con el aluvión de miles de animales en sus corrales para abastecer las carnicerías del Gran Buenos Aires y la Ciudad y trasladará el próximo martes sus operaciones al denominado Mercado Agroganadero (MAG) ubicado en la localidad bonaerense de Cañuelas, a casi 54 kilómetros de Mataderos. Allí, las 30 hectáreas de Liniers se transformarán en 100 hectáreas, con una moderna infraestructura, tecnología de última generación y mayores comodidades para los operadores y la hacienda.
“Facultad de vivencias”
Oscar Subarroca pasará a la historia como el último presidente del Mercado de Liniers, con más de 45 años inmerso en los corrales, pasarelas y casillas del complejo. Con 70 años de edad, pasó más de la mitad de su vida en el ícono de Mataderos y conoce como la palma de su mano los códigos y la manera de desempeñarse en este negocio.
“Liniers es una importantísima parte de mi vida. 45 años concurriendo todos los días de la semana. Es una rutina muy importante en la que uno se tiene que levantar a las 5 de las mañana, concurrir al mercado y empezar con un estrés importante para los vendedores, donde desde las 7.30 se tiene que empezar a vender la hacienda que fue confiada al mejor precio que se consiga”, detalló en diálogo con Infobae.
Para Subarroca, el mercado concentrador escondía sus secretos y mañas, pero también todo lo necesario para aprender a moverse dentro de ese maremoto de animales y personas que se congregaban a diario bien temprano por la mañana. “Cuando comencé en 1977, estaba como turco en la neblina. Uno tiene que tener en cuenta que se tarda entre tres y cinco años para adquirir los conocimientos de mercado, conocer la hacienda, saber quién la manda, cuáles son los plazos de ventas, pero también hay que saber quién es el comprador indicado para ese tipo de hacienda. Esto es una facultad como cualquiera, donde en vez de libros se leen vivencias, donde uno va día a día adquiriendo conocimiento para después ganar madurez y tener un pleno conocimiento de qué ofrece, qué se vende”.
Pero más allá del negocio, que seguirá en el MAG de Cañuelas, y que lo tendrá a Subarroca, quien también conduce la consignataria Ganados y Campos, hizo hincapié en los “lazos” que se formaron dentro del mercado con el personal, con los colegas y con los compradores, lo que lo llena de angustia a la hora de saber que Liniers no funcionará más.
“El cierre representa sentimientos muy encontrados. En primer lugar, la frialdad que merece también la situación: no podíamos seguir más en el mercado, nos invadió la ciudad, estamos molestando y tiene razón la Ciudad al pedirnos el predio porque no tiene sentido que sigamos ingresando camiones. Somos conscientes. Pero por el lado de los afectos hay una terrible angustia, de saber que transité 45 años ahí adentro y eso no se pone en una valija y se lleva”, concluyó.
“La parte gaucha”
Fernando Saenz Valiente es uno de los directores de la empresa consignataria Saenz Valiente, Bullrich y los últimos 30 años supo recorrer gran parte de su tiempo los corrales y pasarelas del Liniers. Desde 1990 que trabaja allí y siente a Mataderos como su propio barrio, a pesar de que nació en una zona de la ciudad no muy relacionable al manejo de hacienda, como lo es Palermo.
En diálogo con Infobae, a Fernando se le siente la emoción en la voz cuando habla del mercado de Liniers y se percibe un amor y un sentido de pertenencia con el complejo. “Esto significa toda mi vida, mi formación en este trabajo, mi aprendizaje en todo lo que se puede saber sobre la hacienda gorda. Aprendí a convivir y hacer amigos con gente educada en otros lugares, otros barrios, de otra manera diferente a la mía, pero con códigos, que son mucho más importantes que otras cosas que yo conocía. Eso me llevó a tener calle, a hacerme de Mataderos”, remarcó el martillero.
Saenz Valiente recordó como si hubiese pasado ayer sus primeros pasos en el emblemático lugar con detalles precisos y nombres fijados en la cabeza. “A las 4 de la mañana salía de casa en Palermo, llegaba al mercado y el capataz de la casilla, que era Rafael Andrés me recibía con unos mates, con las listas hechas, los lotes encerrados. El me fue enseñando cómo funcionaba todo el mercado, cómo venían los compradores, cómo era la venta al oído. La verdad es que eran días largos, porque volvía a mi casa a las 7 de la tarde. Estaba recién casado cuando empecé y mi mujer lloraba porque no esperaba tener un marido que salga a la 4 de la mañana y regresara a las 19. Yo tampoco. Pero te volvías un guapo, porque había que andar a las 4 de la mañana...”.
El consignatario vive con tristeza el cierre del mercado y se niega a que así sea, por lo menos en su totalidad, ya que considera que “este es un lugar histórico del país, un gran dador de mano de obra en el barrio. Se podría haber achicado, podría haber seguido manteniendo la visita de los turistas para que vean cómo funcionamos… Esto hace un poco de daño al alma, por eso continuó en la lucha para que siga abierto”.
Es por eso que relató que presentó una propuesta al Ministerio de Cultura y de Seguridad de la ciudad para mantener la parte intermedia del mercado abierta con remates para el turismo, para llevar a cabo la equinoterapia, una escuela de equitación gaucha, entre otras iniciativas. “Yo voy a juntar las vacas para que siga funcionando con menos cantidad y hacer un proyecto de educación y sacar gente de la calle del barrio para que puedan tener actividades relacionadas con el campo argentino, todo ligado a que en Mataderos siga existiendo la parte gaucha”, finalizó.
“Uso de razón”
Carlos José Colombo, más conocido en el ámbito de Liniers como “Carli”, es la tercera generación de consignatarios de la firma Colombo y Magliano, empresa que ingresó a operar en el mercado en 1940 y desde ese momento no cesó su actividad allí. Hace ya más de 80 años que este apellido se hace presente en las parcelas de Liniers y es por eso que Carlos asegura que va al mercado desde que tiene “uso de razón” y lo reconoce como su “segunda casa”.
“Por la historia de mi familia, yo voy al mercado desde que tengo uso de razón. Ya tengo 45 años y en el ‘98 o ‘99 empecé a trabajar fijo en la empresa, desde muy abajo. En el 2002 comencé a martillar, con 22 años. Desde esa época estoy todos los días en la actividad comercial en el mercado de Liniers”, dijo a este medio Colombo, recordando cómo pasó la mitad de su vida en estas 30 hectáreas lindantes con el barrio de Ciudad Oculta y a pocas cuadras de la cancha de Nueva Chicago.
Tal es la identificación con este lugar, que lo reconoce como hogar y como escuela. “Es mi segunda casa, es donde pasé gran parte de mi juventud, donde aprendí a trabajar, donde hice mis primeras armas con el martillo. Me crié con las personas a caballo que hacían los encierres. Es el lugar donde se hizo la firma Colombo y Magliano, donde forjaron los primeros negocios mis abuelos hasta nosotros, que nos tocó este traslado. Y de este traslado también se habla desde que yo tengo uso de razón. Pasaron todos los gobiernos y nos tocó a nosotros, a un grupo joven de consignatarios, la difícil tarea de concretarlo. Fue un desafío y que también es duro”.
“Hay cuarta generación de familias trabajando allí y es un cambio que cuesta mucho, pero ver el MAG de Cañuelas funcionando es una satisfacción también, porque desde 2017 que estamos trabajando en este proyecto, con dos años de pandemia en el medio. Hay que pensar que arrancamos el proyecto con un dólar a 18 pesos y lo terminamos con los valores de hoy. Ya está el reemplazo, que fue pensado por los jóvenes”, concluyó Colombo.
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