La Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (AAPRESID) manifestó su preocupación por el incremento que se registra en el área de siembra labrada y recordó que se requiere un período de 20 años consecutivos con el beneficio de la siembra directa para que “se visibilicen todos los beneficios” de esta técnica en los suelos.
En su informe, AAPRESID consignó que la superficie donde se empleó siembra directa en la última campaña agrícola cayó un 3% en comparación con el ciclo anterior, de acuerdo a los datos aportados por la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA). “Si bien las causas de esta situación pueden ser variadas e incluso estar relacionadas al costo de los insumos, centraremos el enfoque al aspecto físico y las consecuencias sobre el recurso suelo”, mencionaron desde la entidad.
Los asociados a la siembra directa expresaron que “se necesitan al menos 20 años sin intervenciones del suelo para alcanzar la estabilidad del sistema y lograr que se visibilicen todos los beneficios de la Siembra Directa. Cada labranza que hagamos nos retrotrae al día cero”. También se mencionó que “numerosos trabajos de investigación demuestran que el incremento de la actividad agrícola, caracterizado por la elevada frecuencia del cultivo de soja, la falta de rotaciones con pasturas y las labranzas han producido una notable disminución de los niveles de materia orgánica de los suelos”.
Además, desde Aapresid precisaron que “la roturación de los suelos, por más mínima que sea, produce la oxidación de la materia orgánica y liberación a la atmósfera de CO2″. Por este motivo, la entidad reiteró la “preocupación” que surge “a nivel mundial por el Carbono”, y se explicó que “resulta claro que necesitamos reemplazar el concepto de romper capas densas con el de recarbonizar y reagregar los suelos, para lograr sistemas de producción más sustentables”.
Tras objetar acciones en los campos tales como la realización del trabajo de “labranza”, los integrantes de AAPRESID comentaron que “la roturación de los suelos, por más mínima que sea, produce la oxidación de la materia orgánica de los suelos y liberación a la atmósfera de dióxido de carbono (CO2)”. Atento a estudios realizados desde la década del ‘90, se mencionó además que “la remoción del suelo producida bajo labranza convencional genera caída en los niveles de Carbono del mismo suelo” y que “el carbono orgánico del suelo y la agregación dependen del uso y del sistema de manejo utilizado, por afectar la estabilidad de los agregados”.
Labranza
En otra parte del documento se señaló que “la labranza convencional incrementa la aireación del suelo y rompe los macroagregados: esta ruptura de agregados hace que las partículas de limo queden libres, reacomodándose y formando estructuras laminares de mayor densidad que dificultan el desarrollo de raíces y la infiltración del agua”.
Al respecto, el documento de Aapresid explicó que como solución, el productor usa labranzas para romper esas láminas, aumentando la oxigenación y combustión de masa organica, logrando una remediación en el corto plazo. Sin embargo, con las sucesivas lluvias estos minerales libres se reacomodan nuevamente y vuelven a formar dichas estructuras”.
Por último, se indicó que “el abordaje de los sistemas requiere de un enfoque integrado y largoplacista y no de una mirada reduccionista, donde se resuelven problemáticas a corto plazo a costa del deterioro de los recursos. Reemplazar la labranza por raíces vivas el mayor tiempo posible en función de cada ambiente edafoclimático, es sin dudas la mejor opción en la búsqueda de soluciones sustentables, priorizando la salud de nuestro recurso suelo”.
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