La recuperación de los precios internacionales de los principales granos de las últimas semanas le abre a la Argentina las puertas a un ingreso de divisas superior al que se preveía meses atrás. Aunque los valores no llegaron a los niveles de mitad de año, cuando la soja superó los USD 600 y el maíz los USD 300, sí están ubicados en valores históricamente altos, con el trigo liderando las subas.
En el mercado de Chicago, plaza de referencia mundial, el trigo cotiza bien por encima de los USD 300 la tonelada luego de haber tocado en julio USD 223 la tonelada. En tanto, la soja pasó de valer USD 431 el 8 de noviembre a USD 460,60 la tonelada el viernes y el precio del maíz es de unas USD 230 la tonelada cuando en septiembre no superaba los USD 200 la tonelada.
Pero esos no son los precios que recibe el productor argentino. En el mercado físico de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), la entrega inmediata de la soja cerró a USD 345 la tonelada, mientras que el maíz se vendió a USD 200 la tonelada y el trigo a USD 230 la tonelada. Y en el mercado local de futuros MatbaRofex el contrato a cosecha para la oleaginosa se ubicó en USD 320 la tonelada, en tanto que el del grano amarillo se posicionó en USD 198,5 la tonelada.
Esta diferencia se explica, en primera instancia, por el descuento de las retenciones y de los gastos de exportación (fobbing) que se realiza al precio pagado al productor, aunque especialistas del sector consideran que la intervención tácita de los mercados de cereales profundiza esa brecha. A esto se le suman como serios agravantes, que también castigan la rentabilidad de los agricultores, el desdoblamiento cambiario y la considerable suba en el precio de los insumos.
El economista jefe de la Fundación Agropecuaria por el Desarrollo de Argentina (FADA), David Miazzo, consideró que hoy el productor argentino de soja, por ejemplo, recibe por su producción un precio 33% menor al internacional, por las retenciones, mientras que por trigo y maíz la quita es del 12%. Además, juega una suerte de retención implícita, que se da por el desdoblamiento cambiario.
Según explicó Miazzo, por cada USD 100 dólares que el agricultor debería recibir por la soja vendida a precio internacional, el productor argentino recibe USD 67, que al cambio oficial que percibe, se transforman en $ 6.700 pesos. Ahora bien, si el agricultor deseara obtener nuevamente dólares, debería pagar $ 200 por cada uno de ellos, por lo que solo podría adquirir USD 33,5. “Es decir, por cada USD 100 que recibe un productor brasileño, el argentino recibe USD 33,5 de verdad. O sea, solamente recibe un tercio del precio, porque los restantes quedan en derechos de exportación y en la brecha cambiaria”.
Por cada USD 100 que recibe un productor brasileño, el argentino recibe USD 33,5, un tercio del precio; el resto lo explican los derechos de exportación y la brecha cambiaria”.
No obstante, para el economista hay otro componente que deprime los precios que se le pagan al productor a partir de la intervención indirecta o no oficial de los mercados, especialmente en trigo y maíz, ya que el valor de la mercadería disponible se paga por debajo del precio teórico que debería tener el producto, lo que en el mercado se conoce como FAS.
El FAS se obtiene a partir de restarle al precio de exportación (precio FOB) las retenciones y los costos de comercialización. Por ejemplo, el precio FOB del trigo es de USD 314, pero restándole los anteriores ítems, se llega a un FAS USD 263 la tonelada. “Pero el precio al que se está comercializando es de USD 234, es decir USD 30 menos que el precio interno teórico”, destacó.
Para Miazzo, esta diferencia entre el disponible y el FAS, que en la soja no existe porque no hay intervención de su mercado, “se suele dar por la propia estacionalidad, ya que en época de cosecha se paga menos, pero también corremos el riesgo que parte de ese problema sea producto de las intervenciones en los mercados que restringen la demanda por el lado de los exportadores”.
Por su parte, el director de la consultora Zorraquín + Meneses, Teo Zorraquín, coincidió la visión presentada por Miazzo, sobre todo en lo que tiene que ver con la intervención “tácita” de los mercados de cereales, ya que, en el caso del trigo, hace ya varias semanas que no se anotan nuevas exportaciones, cuestión que afecta la puja por la mercadería deprimiendo su precios.
Según Zorraquín, “el precio del trigo en el mercado podría estar por encima. Si se hace la cuenta teniendo en cuenta los precios de Chicago, se le restan retenciones y gastos de fobbing, la paridad da por encima, sobre todo a lo que se paga en el mercado y los puertos de Rosario. Esto quiere decir que cuando sale un jugador del mercado (como los exportadores), lo siente el precio”.
Suba de costos y rentabilidad
Otro de los puntos que afecta a la rentabilidad de los productores es la fuerte suba de los precios de los insumos agrícolas, sobre todo de los fertilizantes y los agroquímicos, producto de una crisis energética a nivel mundial, en particular de aquellos combustibles fósiles, que sirven de materia prima para la elaboración de la urea, por ejemplo.
Zorraquín detalló que los valores de los mismos hasta se triplicaron, con un salto, por ejemplo, del glifosato que pasó de USD 4 a USD 12 o la urea de USD 400 a USD 1.100 la tonelada, elementos claves para la producción de cereales. Más allá de que en esta campaña en particular ese impacto no vaya a ser de contundencia, ya que la mayoría de las compras de estos productos se dieron antes de los incrementos, el impacto se sentirá con fuerza en el ciclo que viene.
Para el especialista, con este nivel de costos, que casi se duplicarán, “se requiere que estos precios de los principales commodities agrícolas se mantengan y que, de mínima, no aumente el desacople de los precios internacionales con los internos’'.
Por su parte, el responsable del Departamento Económico de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), Matías Lestani, señaló que el desacople que existe entre el tipo de cambio oficial con el costo de reposición de los insumos “afecta al productor más que los derechos de exportación” y que la falta de dólares para realizar importaciones suma aún más presión a la suba de los precios de estos productos.
“Los insumos que están calzados en dólares tuvieron una inflación en esa moneda similar a la inflación en pesos interna y esto tiene que ver que no hay dólares para la importación y, esa escasez, genera que tengan inflación en dólares”, sostuvo Lestani, quien advirtió que esta situación comprometerá la rentabilidad del sector.
Por último, Lestani subrayó que este año las perspectivas de rentabilidad, con condiciones climáticas que jueguen a favor, serán peores que las anteriores. Los motivos, según el especialista, son que los insumos subieron muy por encima del aumento del valor del producto final. ·Y mientras se mantenga esta brecha cambiaria, la rentabilidad del sector va a ser cada vez menor y el dinero percibido alcanzará para menos. Eso demuestra el gran desacople entre lo que recibe el productor y el precio internacional”, concluyó.
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