La carga tributaria en gran parte de los complejos agropecuarios suele ser motivo de queja por parte del sector, que denuncia que la participación en la renta o en el precio final de los productos por parte del Estado nacional en primer lugar, pero también de los provinciales y municipales, llega más de una vez a superar largamente el peso de los diferentes eslabones de la cadena productiva.
Tal es el caso de la soja, el principal complejo exportador del país, responsable del ingreso de un cuarto de las divisas que ingresan al Banco Central. Según un trabajo de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA) presentado ayer en una jornada organizada por la Asociación de la Cadena de la Soja (ACSOJA), la carga tributaria sobre la cadena de la soja llega a ser del 46%.
Esto quiere decir que , teniendo en cuenta todos los eslabones que se involucran, como la producción, acopio, procesamiento y exportación del commodity, el Estado se lleva casi el 50%. Este porcentaje crece cuando la participación se mide sobre el valor agregado, llegando al 60,90%, mientras que el peso que tiene el Estado sobre otros sectores de la economía no llega al 30% en promedio.
La presentación, que estuvo a manos del economista jefe de FADA, David Miazzo, detalló que en un precio de USD 564,09 la tonelada, los impuestos representan más que los costos de producción del producto, los cuales tienen una participación del 42%. “Tienen más peso los impuestos que los costos de producir, comercializar, transportar e industrializar la soja”, puntualizó el especialista.
De ese total, el 67% de la carga tributaria corresponde a las comúnmente llamadas retenciones, que en la exportación de poroto tiene un peso del 33% y en producto procesado un 31%. El restante 33%, corresponde a otros impuestos, con el impuesto a las ganancias destacándose con una participación del 22%, mientras que el resto de las alícuotas nacionales, provinciales y municipales no superan el 2% de participación.
En este sentido, Miazzo remarcó que “dos tercios de todos los impuestos que paga la cadena son derechos de exportación, que es un impuesto no coparticipable en una cadena que por definición es federal. Esto resta espacio a la cadena para producir e invertir más, pero también resta espacio a los gobiernos provinciales y municipales”.
Por su parte, el presidente de ACSOJA, Luis Zubizarreta, puso de relieve que la producción argentina de soja y, por ende, su producción viene en constante decrecimiento, que deriva, al mismo tiempo, en un casi nulo movimiento en la molienda del grano para la elaboración de aceite y harinas, como lo constató un informe de la Cámara de la Industria Aceitera y del Centro de Exportadores de Cereales (CIARA-CEC), que asegura que el procesamiento de la oleaginosa se encuentra estancado hace una década.
Luis Zubizarreta: “El sector más competitivo del país viene achicando su volumen de producción”
“El sector más competitivo del país viene achicando su volumen de producción, cuando, más que nunca, precisa crecer, tanto en la producción como en la generación de empleo. Entonces, cuando nos planteamos ir hasta las 70 millones de toneladas y cómo hacerlo, claramente, el principal problema es esta enorme mochila que la cadena tiene a cuestas: el enorme peso fiscal y cambiario que hace que no podamos crecer”, sostuvo durante su participación.
El peso sobre el productor y la brecha cambiaria
Por supuesto, que la carga tributaria se siente más cuando se analiza su peso en los ingresos del productor, no por la magnitud de la participación, sino porque es el eslabón más débil y con más riesgo de la cadena. Según los números presentados por Miazzo, los impuestos, donde se incluyen los derechos de exportación, representan el 51,5% de los ingresos del agricultor por tonelada producida.
Si se toma en cuenta el peso de los impuestos, y se le suma los costos de producción (25,4%) y el costo de la tierra (12,5%), el resultado o el ingreso neto del productor se reduce al 10,6%, o sea, una ganancia de USD 50 por tonelada de soja producida. “Esto quiere decir que sobre el resultado, que son USD 50 por tonelada, se paga impuestos por USD 243. O sea, por cada dólar que gana el productor en la producción de soja, paga USD 5 de impuestos. Esta es una conclusión importante de la cadena, porque representa la magnitud de la carga tributaria que se genera en todos los eslabones, en especial en este”, sintetizó Miazzo.
Pero otro tema que afecta a la actividad primaria en particular, y a toda la cadena en general es la brecha cambiaria, la cual se magnifica aún más si se toma el valor del denominado dólar soja, que no es ni más ni menos, el valor de cambio del dólar oficial, menos las retenciones del 33%. En este punto, la economista de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), Emilce Terré, marcó que la diferencia en el valor entre estas dos cotizaciones diferentes se acerca al 50%, pero que si se compara el tipo de cambio que reciben los productores con el dólar financiero, esa brecha salta hasta el 200%. O sea, el valor casi se triplica.
Si bien Terré sostiene que estas marcadas diferencias tienen su origen en múltiples factores, la principal razón radica en la disociación entre la evolución de la inflación y del tipo de cambio. “Efectivamente, hasta febrero el dólar se iba depreciando a una tasa similar al incremento de la inflación, pero desde ese momento hasta ahora, la suba que tuvo estuvo muy por encima de las variaciones que ha habido en el tipo de cambio, ante el intento de un anclaje nominal para que los precios pudieran limitar este dinamismo alcista. Sin embargo, esto no se logró, pero lo que sí se empezó a ver es un atraso cambiario, logrando que sea menos competitivo”, concluyó.
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