Los mercados agropecuarios no atravesaron un fácil 2021, no solamente por cuestiones internacionales de bajas de precios o problemas logísticos, sino principalmente por la intervención directa o indirecta del Gobierno nacional en los mismos, en algunos casos buscando bajar los precios internos, como fue en el caso de la carne vacuna y, en otros, queriendo asegurar el abastecimiento local al cumplimentarse lo saldos exportables.
Más allá de la lógica que utilice el Poder Ejecutivo, la realidad es que, excepto el de la soja y cultivos menores, los mercados no se desenvuelven con la libertad que esperan sus operadores. Es por esto que cualquier movimiento de los exportadores abre suspicacias en el resto de los eslabones, siendo el de los productores el que generalmente se ve más afectado porque estas intervenciones o autorregulaciones intracadena redundan en una baja de los precios de los productos.
Ahora el turno parece ser el del trigo. Las dudas de toda la cadena aparecieron tras que las anotaciones de exportaciones de la nueva campaña, que recién comenzó a cosecharse con los primeros lotes en el norte del país, superaron un ritmo muy acelerado las 9 millones de toneladas, un volumen muy cercano al saldo exportable que los privados consideran entre 11 y 12 millones de toneladas, para después dejar de registrar nuevas operaciones. El tema es que, a diferencia de lo sucedido con el maíz, no hay ninguna restricción o limitación oficial, sino que existe una suerte de autorregulación por parte de algunos eslabones de la cadena, cuestión que ya fue reconocida por exportadores y molineros.
Existen dos problemas al respecto: el primero, es que todavía no se sabe cuál va a ser el volumen de la cosecha de trigo, que algunas entidades estipulan en torno a las 20 millones de toneladas, pero con un incierto panorama climático por delante. Y el otro es la velocidad con la cual se registraron las Declaraciones Juradas de Ventas al Exterior: a esta misma fecha de 2020 se llevaban declaradas entre 3,5 y 4 millones de toneladas de la entonces campaña 2020/21, cifra que fue más que duplicada en la actualidad.
Antecedentes y precios
Para el analista del mercado de granos, Carlos Etchepare, esta aceleración se debió a una cuestión de “antecedentes” de anteriores intervenciones y cierres de exportación. “Es por esto que adelanta todas las anotaciones posibles para que llegada a ese momento las empresas se queden con un registro importante y poder así colocar mercadería en el exterior. Esa es la explicación”, aseguró el especialista que negó que la motivación de tal apuro haya sido por el temor de que el Gobierno pueda aumentar las retenciones.
Etchepare sostuvo, en diálogo con Infobae, que no hay ninguna estimación de producción que se ubique por debajo de las 19 millones de toneladas para esta campaña y afirmó que, “la expectativa está en cuánto va a ser el volumen de cosecha y, en función de eso, saber cuánto se va a poder exportar. Hay margen como para un millón más. pero por las dudas levantaron el pie del acelerador”.
En este sentido, indicó que esta incertidumbre ya significó una baja en los precios locales, donde la posición a cosecha cayó entre USD 10 y USD 15, aunque de todas maneras dijo que el precio que tiene el trigo hoy es muy bueno aún con esa baja, con un valor a cosecha de USD 235 la tonelada, cuando, anteriormente, nunca se vendía a más de USD 185 o USD 200 la tonelada.
En el mismo sentido, el director de la corredora de granos Kimei Cereales, Javier Bujan, sostuvo que “lo que está sucediendo en el mercado es que el ritmo de declaraciones de Declaraciones Juradas de Ventas al Exterior vino muy acelerado, en más de 9 millones de toneladas y ya llevamos dos o tres días que ya no hay registros de operaciones, lo que llama la atención. Se frenó hasta saber cuál va a ser la producción”, cuestión que se sabrá en los próximos meses, a medida que las cosechadoras ingresen sobre la región núcleo.
Para Bujan, esta situación impactó directamente en que el mercado empezó a operar en baja a pesar de que no hay ninguna razón internacional para que eso suceda y tiene que ver con el miedo de muchos a que se frenen los registros. “La realidad es que nunca estuvieron cerrados, eso es real, pero también lo es que hay acuerdos de no superar determinados límites, como fue este año con la cosecha anterior”, agregó.
El también presidente de la Cámara Arbitral de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires explicó que dichas autorregulaciones, por muchos actores del sector, “no es que se aprueben, porque el mercado tiene que operar libremente, pero a la luz de la opción de que el gobierno meta mano interviniendo a que haya alguna medida de autorregulación que permita seguir operando, es el menor de los males” y concluyó: “hay una gran incertidumbre a partir de no saber en qué momento se nos puede poner la pata. La expectativa está puesta en cuánto va a estar la cosecha, porque en virtud de eso se va a poder exportar bien”.
Saldo exportable
El presidente de la Sociedad Rural Argentina (SRA), Nicolás Pino, ayer volvió a denunciar esta suerte de autorregulación, asegurando que la misma deprime los precios que se le pagan a los productores por su mercancía. “Las autorregulaciones basadas en un arbitrario saldo exportable fijado por el gobierno, generan una sobreoferta artificial deprimiendo los precios internos y dificultando su comercialización”, aseguró en su visita a la ciudad de Santa Rosa, en la provincia de La Pampa, donde encabezó una reunión de Comisión Directiva y luego mantuvo un encuentro con el gobernador Sergio Zillioto, a quien le reclamó que interceda ante el Gobierno nacional para pedir la liberación total de las exportaciones de carne vacuna.
En un comunicado, luego de ambas reuniones, el dirigente que integra la Mesa de Enlace dijo que la autorregulación se refleja, por ejemplo, a través de la drástica disminución de Declaraciones Juradas de Ventas al exterior en el registro de exportaciones. “En el caso del maíz prácticamente en las últimas semanas no se registraron operaciones de la campaña 2020/21 y lo mismo está comenzando a suceder con el trigo, aunque la práctica viene funcionando desde hace meses con períodos de intermitencia. Cuando se distorsiona la puja natural por parte de los compradores para la exportación y el consumo interno, y se coordina la suspensión de operaciones durante una ventana de tiempo, germina la falta de transparencia de los precios”, comentó.
Para el responsable del Departamento de Análisis Económico de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), Matías Lestani, el proceder de los exportadores responde a “una dinámica ya aceitada” en la que también “dirigen parte de lo que anotan al mercado interno. Mientras mantengan la fluencia de esas 40.000 toneladas diarias que necesita el mercado interno, no va a haber roces”.
“El mercado internacional es una aspiradora que chupa todo lo que puede y más si se pone la mercadería en oferta. Pero los exportadores aprendieron esa dinámica. Sin embargo, al productor le pega por el lado de que se puede generar un desfasaje (en precios). Si estuviera traicionando la exportación plenamente habría un potencial mayor”, concluyó.
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