Ramón Balle tiene 68 años, de los cuales dedicó 56 a la producción de leche, transformándose en el último tambero con tarro en el partido bonaerense de 9 de Julio. Hasta hace siete años se dedicó a producir en las 45 hectáreas que había heredado de sus padres, pero al hacer la sucesión de bienes tuvo que vender la propiedad. Luego alquiló una quinta para trasladar el negocio y seguir con la actividad, en la que perduró hasta el 31 de agosto pasado. Esta semana comenzó a deshacerse una a una de las pocas vacas que le quedaban en el corral y por las que todos los días tenía que madrugar.
“Fueron años de sacrificio”, aseguró en diálogo con este medio.
La crisis de los tamberos, el bajo costo que cobraba por litro de leche y la falta de pastizales, afectados por las sequías, aceleraron lo que ya era inminente: su jubilación. De todos estos años, comentó, con lo único que se quiere quedar es con el recuerdo de haber hecho las cosas bien, pese a todas las trabas que debió superar en el medio siglo dedicado a la lechería. “Ahora es una época muy difícil para producir”, afirmó.
“Desde que terminé la escuela me dediqué al tambo de mi papá y a acarrear la leche para las fábricas. Pero a los 18 empecé a laburar, me dediqué solo a eso. Siempre, desde que recuerdo, fue un tambo chico. Anteriormente teníamos un predio de 45 hectáreas que era de mis padres, pero hace 7 años se vendió. Después alquilamos una quinta en 9 de Julio y me quedé con pocas vacas”, narró. El 31 de agosto fue el último día que entregó leche, a una fábrica de mozzarella.
Tras la decisión de vender el ganado, Balle empezó a pensar en su retiro del rubro. Un poco motivado por la presión de sus hijos para que descanse y otro tanto por la situación apremiante que viven los productores lecheros. “Hoy el tambo ya no va más y este ya no iba más. Tuve que deshacerme de las vacas. Es una época muy difícil. Todos los campos están en una época muy difícil. La producción de leche estaba siendo entregada a una empresa local de 9 Julio y que tiene sede en Tigre; ahí hacen la mozzarella”, explicó el productor, que desde la adolescencia se hizo cargo de la chacra familiar en la misma zona.
La Quinta que alquiló en los últimos siete años cambió de firma, debía entregarla y empezar a ver qué hacía con los 14 animales que aun le quedaban en el corral. “Esto fue una pasión. Ahora tenía 10 vacas en ordeñe y los terneros. El alquiler se cubría con la venta de los terneros, la famosa venta de la invernada, con eso pagaba parte de los gastos”, explicó. El tambo producía entre 70 y 100 litros de leche diarios que los entregaba él mismo a las fábricas, en un viejo rastrojero que lo acompañó toda su vida.
La situación que atraviesan los productores lácteos a lo largo y ancho del país no es ajena a la de Balle. En los últimos meses, según relató, recibía 23 pesos por litro de leche, un precio irrisorio. “Habiendo acompañado todo este tiempo, creo que era muy finito todo, como el margen económico. El tambo no era rentable, pero era la costumbre de hacerlo toda la vida lo que me mantenía. Me gustaba hacerlo”, comentó el productor.
Tiempos de sacrificio
En todos estos años, su único sostén fue su familia que lo acompañó y apoyó hasta este momento. “Gracias a Dios mi señora me ayudó mucho”, dijo el tambero que ahora proyecta en ser criador. Y agregó: “La máquina para ordeñar la instalé cuando estaba en la escuela. Es una máquina de dos bajadas que siempre tuve. En el campo ya no quedaba nada, fueron años de sacrificio”.
En los años de sacrificio, como él mismo califica el trabajo de los productores lecheros, los tamberos más pequeños siempre deben afrontar un sinnúmero de situaciones por las que los grandes difícilmente transiten. “El que tiene que sacar adelante el tambo es el productor chico que siempre se las vio más ajustadas, porque siempre hay una enfriadora que hay que ver y las usinas precisaban leche de calidad. Nosotros siempre andábamos unos 5 pesos abajo del precio normal. Entonces, así siempre es más difícil de seguir”, enfatizó Balle.
En sus mejores épocas, los tamberos podían subsistir un par de meses sin cobrar la leche. Hoy, en cambio, en medio de la crisis del sector productor por los desajustes de los precios debido a la inflación, a menudo se ven obligados a liquidar el ganado que tienen el corral.
Balle era el último tambero que quedaba de la región que aún se paseaba por la zona con los tarros porque se encargaba él mismo de entregar la leche en las plantas. Ahora, habiendo dejado atrás su añejo estilo de vida, único modo de subsistencia que conoció durante 50 años, buscará seguir ligado a la ganadería, pero esta vez desde otro lugar. “Trataré de criar ganado. Espero poder conseguir alguna quinta, pero no de ordeñar, solo criar terneros. Me estoy deshaciendo poco a poco de las vacas. Vamos a ver qué pasa”, concluyó.
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