La promesa que le hace el Gobierno al FMI a cambio de dólares frescos mientras apunta a un riesgo país de 400 puntos

Las discusiones ahora giran sobre el volumen de desembolso y las condicionalidades para respaldar el proceso que viene llevando adelante Javier Milei. El objetivo final es regresar a los mercados voluntarios y alejar los riesgos de incumplir con el pago de la deuda

El presidente Javir Milei, junto a la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, en una reunión del G7, en Italia, en junio pasado (REUTERS/Louisa Gouliamaki)

Después de varios meses donde todas las variables estaban alineadas, la última semana estuvo marcado por los sobresaltos. El dólar se movió y obligó al Central a intervenir fuerte para evitar una escalada mayor. Al final quedó claro que el plan es evitar que la brecha cambiaria supere el 10 por ciento.

La estrategia de Luis “Toto” Caputo para el verano es mantener a la divisa bajo control estricto, tal como vino sucediendo a lo largo del año que finaliza. Por eso se mantendrá el llamado dólar “blend”, que implica unos USD 60 millones diarios de exportadores que se venden a través del contado con liquidación.

Pero como si esto fuera poco, además, el propio Banco Central actúa como una suerte de reaseguro: cada vez que los dólares financieros amenazan con despegarse aparece para vender más reservas.

La estrategia consiguió bajar fuerte el tipo de cambio nominal en los últimos meses y ayudó a bajar la inflación. Pero no todos la terminan de compartir. El economista Rodolfo Santángelo, director de Macroview, es uno de los que no duda en poner reparos. “Al oficial sí hay que controlarlo por ahora, no me molesta que el cepo siga. Pero sí creo que los dólares financieros deberían moverse con libertad. Y si la brecha salta al 20% ó 30% no es grave para nada”, aseguró.

Más allá de cuestiones estacionales locales, como la compra de dólares para vacaciones en el exterior, es evidente que Argentina empieza a verse afectada por lo que sucede en el mundo. Algo que no pasaba en épocas de aislamiento financiero extremo como el que se vivió en los últimos años.

La devaluación del real fue el impacto más directo. Es difícil sostener un tipo de cambio que se aprecia casi semanalmente, cuando la moneda del principal socio comercial sufre una dura devaluación, como ha sucedido en Brasil. Por otra parte, el temor a que en Estados Unidos las tasas queden más altas por más tiempo que el previsto también le pegó a los mercados emergentes y Argentina esta vez no quedó al margen.

El ministro de Economía, Luis Caputo, y el presidente del Banco Central, Santiago Bausili (Gustavo Gavotti)

Tanto Caputo como el propio Presidente salieron públicamente a dar señales de “avances” en la negociación con el FMI. Luego llegaría la confirmación también de la propia vocera del organismo desde Washington.

Javier Milei dio incluso más detalles de lo que se espera. Al Wall Street Journal le reconoció que tiene expectativas que su relación con Donald Trump ayude a destrabar las negociaciones y a conseguir dinero fresco, aunque sin especificar montos. Y en la Bolsa de Comercio de Córdoba redobló la apuesta. Dijo que arreglar con el FMI permitirá “salir definitivamente del cepo”.

Este último concepto empieza a dar algunas pistas sobre el contenido de las negociaciones y posibles desembolsos. Considerando que Argentina ya le debe al organismo USD 40.000 millones, parece difícil que el directorio acepte desembolsar de entrada otra suma millonaria sin exigir nada a cambio.

Nada nuevo bajo el sol. El Fondo pondrá como condición para llegar a un nuevo acuerdo de Facilidades Extendidas que el plan del Gobierno desemboque en un sistema de tipo de cambio único, incluyendo la flotación del dólar. Esto significa que debería desaparecer el “dólar blend” y que además el Central debería abstenerse de intervenir para establecer el tipo de cambio.

Pero Argentina no ha sido históricamente un deudor fácil. Alejandro Werner, exdirector del departamento occidental del FMI, relata en su libro “La Argentina en el Fondo” las discusiones que mantuvo con el propio Caputo en 2018 y 2019, cuando éste presionaba para usar los dólares del acuerdo para intervenir con las reservas del Central.

El organismo se había negado expresamente a que esto sucediera. Pero igual ocurrió en medio de una crisis que finalmente le costó la reelección a Mauricio Macri.

Éste será sin dudas el aspecto más delicado del acuerdo que se viene: ¿qué uso darle realmente a los fondos que desembolse el FMI?

Alejandro Werner, exdirector del departamento occidental del FMI (REUTERS/Luisa González)

La buena noticia en esta oportunidad es que al menos en esta instancia los objetivos del FMI y del Gobierno están alineados. El éxito del nuevo acuerdo pasará por recuperar para la Argentina el acceso a los mercados financieros. Es decir, que el país se vuelva lo suficientemente confiable a los ojos de los inversores como para refinanciar los vencimientos de deuda que se presentan.

El proceso está en marcha, pero aún a mitad de camino. El riesgo país de 670 puntos básicos tuvo una espectacular baja a lo largo de 2024, teniendo en cuenta que había arrancado arriba de los 1.500. Pero así y todo no resulta suficiente.

Caputo apunta a que el año que viene el riesgo país baje a valores de 400 puntos o incluso menos. Esto permitiría recuperar el acceso al financiamiento voluntario y asegurar los futuros pagos de deuda. Los USD 4.500 millones para enfrentar los pagos de enero ya están asegurados, pero ahora hay que conseguir una suma similar para pagarle a los bonistas en julio.

El éxito del nuevo acuerdo pasará por recuperar para la Argentina el acceso a los mercados financieros

Implicaría volver a colocar bonos en dólares a tasas inferiores al 8% anual. Son los niveles que ya consiguen en el exterior empresas argentinas como vista Energy, Pan American Energy, Pampa, Arcor, Banco Galicia e, incluso, YPF.

Luce como un objetivo complejo, pero para nada imposible. Para eso es necesario que se mantenga el superávit fiscal, que se consolide la baja de la inflación y llegar a un nuevo acuerdo con el FMI. Economistas como Domingo Cavallo creen que además es inevitable la salida del cepo cambiario para lograr esa reducción del riesgo país y recuperar el financiamiento del mercado.

Pero no todo pasa por lo financiero. La economía real también empieza a entregar buenos indicadores. Milei aseguró que la actividad empezó a subir a un ritmo que calificó como “vertiginoso”.

Más allá de cuestiones estacionales locales, como la compra de dólares para vacaciones en el exterior, es evidente que Argentina empieza a verse afectada por lo que sucede en el mundo

Aunque la descripción luce algo exagerada, sí es cierto que se empiezan a suceder buenos datos. El tercer trimestre arrojó ya oficialmente una suba de 3,9% del PBI en relación al segundo. Y la actividad de octubre trepó 0,6% respecto a septiembre, manteniendo la buena racha.

Además, los salarios siguen recuperando a partir de la baja de la inflación y los niveles de pobreza estarían bajando a los mismos niveles de fines del año pasado tras el fuerte salto del indicio de 2024, algo menos de 40 por ciento.

Estos incipientes datos que muestran una recuperación podrían consolidarse en los próximos meses, respaldando el optimismo de la gente respecto a lo que puede ocurrir en 2025. La reactivación es fundamental para ganar la batalla que se viene hacia fines del año que viene para el Gobierno: ganar de manera clara las elecciones legislativas y triunfar en la provincia de Buenos Aires, el bastión que por ahora sigue manteniendo el kirchnerismo.