La proyección de los datos de pobreza que publicó esta semana el ministerio de Capital Humano reflejó una baja sustancial en el tercer trimestre. Según ese informe, que intenta anticiparse al dato que el Indec publica en forma semestral, la pobreza se ubicó en el 38,9%, casi sin cambios en relación al tercer trimestre de 2023, pero mucho más abajo del 54,8% del primero de este año.
Pero ese descenso, ligado en forma directa al descenso de la inflación, puede no implicar una mejora en la calidad de vida de millones de hogares más desfavorecidos que empeoraron su situación durante el último año en lo más básico. Por las dificultades económicas debieron resignar la cantidad o la calidad de los alimentos que consumen.
De esa forma, el Índice de Inseguridad Alimentaria, elaborado por el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, exhibe en el tercer trimestre el peor desempeño de la última década, superando cualquier otro pico de inflación e incluso la profunda recesión de la pandemia.
“No hay mucho para festejar”, explica Agustín Salvia, director de la entidad. “Persisten privaciones injustas, ya que cada vez más personas viven en hogares que deben recortar gastos en alimentos por no tener ingresos suficientes. Esta situación afecta a más del 30% de los niños y niñas del país”, dijo para explicar algunos datos dramáticos de quienes no acceden a una alimentación adecuada.
¿Cómo se construye este índice? A través de una serie de encuestas se evalúa la dificultad de las personas para acceder a alimentos adecuados por razones económicas. Se clasifica en dos niveles. En la inseguridad alimentaria moderada, “las personas enfrentan incertidumbre sobre su capacidad para obtener alimentos o se ven obligadas a reducir la calidad y cantidad de los mismos”. En la inseguridad alimentaria severa, en cambio, “las personas tienen una falta grave de acceso a alimentos, incluso pasando días sin comer”.
Ambos indicadores se mantuvieron altos a pesar de la baja de la inflación. Salvia explica por qué: “La medición de pobreza por ingresos es una pobre medida para evaluar las privaciones económicas o los recursos económicos a los que acceden los hogares. Es una comparación de una canasta contra un ingreso. Pero la necesidad de los hogares se mueven de muchas maneras distintas".
“Uno de los fenómenos que ha ocurrido es que aumentaron los costos fijos, por ejemplo, en comunicación, salud, gas, agua, luz, transporte y otros servicios. Eso hizo que aunque los hogares tuvieran más plata, la destinaron a pagar más dinero por los servicios”, explicó.
Este escenario significó, según Salvia, “más costos fijos y menos capacidad de consumo de otros bienes”. Y entre esos otros bienes que no se pueden comprar, también está la comida. “Se va reduciendo la capacidad de consumo en alimentos, aunque es lo último que se trata de reducir. Pero finalmente se hace y se produce este efecto.
En base a este criterio, que evalúa la necesidad de las familias de reducir la cantidad o la calidad de los alimentos que consume por razones económicas, el experto asegura que “no hay nada para festejar” en la reducción de la pobreza. “La inseguridad alimentaria es una medida mucho más directa, precisa y fiable para medir la pobreza real de la Argentina”, señaló Salvia.
Aún tratándose de proyecciones a la espera del dato definitivo del Indec, Salvia convalida la idea de que la desaceleración de la inflación, en efecto, hizo bajar la pobreza a lo largo del último año. Y al mismo tiempo, advierte que las prestaciones sociales, como la AUH o la Tarjeta Alimentar, impactan sobre la indigencia, no sobre la pobreza.
"El efecto de los programas sociales sobre la población de clase media que cayó en la pobreza es casi nulo, porque no son beneficiarios de esos programas. Más aún, los rechazan en términos generales", explicó.
De esa forma, la reducción de la pobreza por la vía de la baja de la inflación es evidente y, explica Salvia, puede seguir por algunos meses más. Luego, encontrará un límite si la actividad económica no deja atrás la etapa del rebote para encontrar un sendero de crecimiento.
Salvia espera que la pobreza siga con tendencia hacia la baja pero con una estabilización en un nivel no muy lejano al del tercer trimestre. "Habrá que ver si en el primer semestre de 2025 hay un proceso de reactivación efectiva de la economía, que cree empleo. Si eso ocurre, sumado a la caída de inflación, sería relativamente fácil llegar al 35% o 33%. Pero si solo contamos con la baja de la inflación, la pobreza tenderá a estabilizarse y las caídas serán mucho más pequeñas que las que hemos registrado hasta ahora", explicó.
Para bajar la pobreza, ese proceso de reactivación debe incluir un aumento del consumo y una mayor demanda de empleo en la pequeña y mediana empresa, entre otros elementos. “Hasta ahora no tuvimos reactivación, tuvimos estabilización”, afirmó Salvia.
Ante ese escenario, Salvia reafirma que “lo único que hay para festejar es que efectivamente salimos de la crisis, pero encontramos un piso estructural de pobreza e indigencia que no será fácil de roer. Podrá bajar cuatro o cinco puntos más, pero que va a encontrar un piso cerca del 35%“.