G20: de Foro de ministros de Finanzas y crisis económicas a Cumbre de líderes y conflictos ideológicos y geopolíticos

El célebre encuentro entre líderes globales, que tiene lugar este año en Brasil, ya comenzó y se espera que las tensiones se acrecienten a medida que las agendas de cada uno de los países encuentren resistencias

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Evento de apertura de la cumbre del G20 en Brasil (REUTERS/Ricardo Moraes)
Evento de apertura de la cumbre del G20 en Brasil (REUTERS/Ricardo Moraes)

Aunque tuvo un origen estrictamente económico, como foro de ministros de Finanzas, el G20 se convirtió, en los 25 años que lleva de existencia, en una cumbre de líderes con una agenda global más amplia. En la actualidad, puede abarcar desde la “Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza” que impulsa el anfitrión de este año, el presidente brasileño Luiz “Lula” da Silva, hasta cuestiones como las guerras en Eurasia y Medio Oriente, el cambio climático, la transición energética y los conflictos geopolíticos.

Hasta el número de miembros es cuestionable. El llamado “Grupo de los 20″ bien podría haberse llamado “de los 19″ o, ahora, “de los 21″. Empezó abarcando 19 países (Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Canadá, China, Corea del Sur, EEUU, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, Rusia, Sudáfrica y Turquía) e incluyó en sus inicios a una organización, la Unión Europea (UE), y en 2023 sumó otra, la Unión Africana (UA).

El G20 engloba el 66% de la población y el 75% del PBI y el comercio mundiales. Tiene 14 organizaciones internacionales “socias”: desde la ONU, el FMI y el Banco Mundial hasta la OMC, la OCDE, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean) y la Comunidad del Caribe (Caricom), entre otras. Y se considera a España como “invitado permanente”.

Esa complejidad no era lo que tenían en mente Lawrence Summers y Paul Martin, entonces secretario del Tesoro de EEUU y ministro de Finanzas (más tarde primer ministro) de Canadá, respectivamente, cuando en 1999 concibieron el grupo.

REUTERS/Ricardo Moraes
REUTERS/Ricardo Moraes

El propio Martin contó al Canadian Globe and Mail, un diario de su país, que la lista de países agregados en 1999 al G7 para crear el G20 fueron escritos a mano alzada por Summers y él en un sobre de papel manila en una oficina del Tesoro de EEUU.

La crisis del sudeste asiático (1997), la rusa de 1998 y la devaluación brasileña de enero de 1999 desbordaban las posibilidades de negociación y coordinación del G7 y por eso, ambos garabatearon a las apuradas qué países era necesario sumar para lidiar con crisis de ese tipo.

Los latinoamericanos serían tres. Brasil y México fueron elegidos obvios. El tercero estaba entre Chile, ordenado y exitoso, y la Argentina, de población y PBI más grandes y entonces gran colocador de bonos en los mercados de capital. El tema llevó unos minutos y primó el tamaño, explicó Martin a los periodistas John Ibbitson y Tara Perkins.

Durante nueve años, las reuniones del G20 se limitaron a ministros de Finanzas y banqueros centrales. Pero en diciembre de 2008, ya “pato rengo” y acosado por la crisis bancaria y de las hipotecas, George W. Bush convocó en Washington a la primera “Cumbre de Líderes del G20″, invitando al entonces presidente electo de su propio país, Barack Obama, y a los mandatarios en ejercicio del grupo, incluida Cristina Fernández de Kirchner. Pocos meses después, en mayo de 2009, CFK asistió a la segunda, en Londres, en la que fue anfitrión Gordon Brown, primer ministro del Reino Unido.

 Gordon Brown, primer ministro británico, recibe a CFK, en la Cumbre del G20 de 2009
Gordon Brown, primer ministro británico, recibe a CFK, en la Cumbre del G20 de 2009

Los conflictos geopolíticos en un solo lugar

La cuestión hoy es más compleja. El G20 en Río de Janeiro será testigo del choque de posiciones entre Lula y el presidente Javier Milei sobre tópicos como el impuesto a los “súper ricos”, el cambio climático y el crecimiento “sustentable”. Son diferencias que se profundizarán en los próximos años: Donald Trump, el próximo jefe de la Casa Blanca, anunció el sábado que su secretario de Energía de EEUU será Chris Wright, quien, al igual que él y Milei, niega que el cambio climático se deba a la acción humana y al uso de combustibles fósiles.

Asimismo, la Cumbre podría ser un escenario donde se manifieste la disputa entre EEUU y China por el comercio y la pretensión de Beijing de internacionalizar el yuan para limar la primacía del dólar, todos conflictos destinados a intensificarse cuando Trump asuma, en poco más de dos meses, la presidencia.

En este marco, el gobierno argentino intentará mantener un equilibrio entre su alineamiento con EEUU y sus relaciones con China, el segundo mayor socio comercial (detrás de Brasil) del país, inversor en litio, con dos estaciones de observación espacial en territorio argentino (una activa en Neuquén, otra en construcción en San Juan) y acreedor vía canje (swap) de monedas entre bancos centrales y la financiación de las represas sobre el río Santa Cruz, obra paralizada hace un año y sobre la que no hay un acuerdo firme de reinicio.

Donald Trump y Javier Milei en la gala de Mar-A-Lago en Palm Beach, Florida (REUTERS/Carlos Barria)
Donald Trump y Javier Milei en la gala de Mar-A-Lago en Palm Beach, Florida (REUTERS/Carlos Barria)

En el G20 de Río también estará el presidente ruso, Vladimir Putin, agresor de Ucrania ya abiertamente aliado a China, Irán y Corea del Norte y enfrentado al bloque occidental. No está confirmada la asistencia de Mohammed bin Salman, el líder de facto de Arabia Saudita, uno de los países más interesados en prolongar el máximo tiempo posible “la era del petróleo”.

Dos modelos en pugna

El triunfo de Trump en EEUU obliga al mundo a volver a mover sus piezas en el ajedrez geopolítico y los modelos económicos establecidos tambalean. Trump designó a Robert Lighthizer como el representante comercial de EEUU, cargo que ya había ocupado en su primera presidencia, lo que es una señal de que volverá a aplicar restricciones al comercio, principalmente a China, y que no habrá política aperturista. Trump llegó a decir, en un discurso en que concentró sus críticas sobre las importaciones mexicanas, que para él “tarifas es la palabra más hermosa del diccionario”.

El exrepresentante de Comercio de Estados Unidos, Robert Lighthizer (REUTERS/Sarah Silbiger/File Photo)
El exrepresentante de Comercio de Estados Unidos, Robert Lighthizer (REUTERS/Sarah Silbiger/File Photo)

Ya durante su campaña, el republicano dijo que impondría un “arancel universal” del 10% (o incluso podría ser del 20%) a las importaciones de cualquier bien u origen, aranceles “recíprocos” en caso de excesos por parte de algún socio comercial y aranceles de 60% o más sobre los productos de China, a quien considera un competidor desleal, que vía subsidios y dumping “chupa” ingresos de EEUU, se apropia de activos norteamericanos y disfruta de su renta.

Mientras que Trump defiende las tarifas, el proteccionismo y el nacionalismo económico, el presidente chino, Xi Jinping reafirmó el viernes la globalización en el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) que se desarrolló en Lima, luego de la inauguración del megapuerto de Chancay, una obra de más de USD 3.500 millones financiada por Beijing.

En APEC Xi Jinping se reunió con el actual presidente estadounidense, Joe Biden (REUTERS/Leah Millis/Pool)
En APEC Xi Jinping se reunió con el actual presidente estadounidense, Joe Biden (REUTERS/Leah Millis/Pool)

Xi reivindicó la globalización como una “necesidad objetiva” del crecimiento de las fuerzas productivas y sociales y un “resultado natural” del avance científico y tecnológico. También, criticó los intentos de bloquear la cooperación y romper la interdependencia mundial.

La postura de China respecto al comercio luce más como una cuestión de interés que de principios: en 2023 registró por esa vía un superávit de USD 823.000 millones, que incluyó saldos bilaterales a su favor de más de USD 280.000 millones con EEUU y de USD 9.228 millones con la Argentina.

Trump se propone reescribir esas reglas de intercambio.

Milei, por su parte, aunque admira a Trump, viene aplicando políticas orientadas a la apertura y quita de barreras al comercio exterior, al punto de que industriales locales criticaron medidas como la reducción de aranceles a bienes finales, sin una paralela quita de impuestos que los vuelva competitivos. La premisa del Gobierno es libre competencia de precios y productos para bajar la inflación, aunque mantiene en suspenso la eliminación del cepo.

En la última edición del Foro de Davos (¿hay acaso un ámbito más pro-globalización?), el presidente argentino arrancó su discurso acusando a una audiencia de CEOs de grandes transnacionales de dejarse cooptar “por una visión del mundo que inexorablemente conduce al socialismo y en consecuencia a la pobreza”. Además, uno de sus intelectuales de cabecera es Agustín Laje, que acaba de publicar el libro “Globalismo”, con el sugestivo subtítulo “Ingeniería social y control total en el siglo XXI”.

Habrá que ver cómo se van acomodando esas cuestiones en el G20 y en los próximos años.

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