Los activos argentinos vivieron una nueva jornada eufórica tras la victoria de Donald Trump, sobre todo en lo que respecta a las acciones locales que cotizan en Wall Street. Más allá de distintas interpretaciones que se puedan hacer sobre esta reacción, hay algo que parece bastante claro: la apuesta de Javier Milei de haberse expresado abiertamente a favor del ahora flamante presidente norteamericano salió redonda. Milei se jugó un pleno con ese apoyo, que además tiene otro componente muy fuerte que es la excelente y en alguna medida fluida relación que mantiene con Elon Musk, uno de los empresarios que también se jugó abiertamente por Trump.
No es casualidad que la acción de Tesla haya subido arriba de 13%, mientras que las acciones argentinas también mostraron subas que superaron el 10%. Fue una manera que encontraron los inversores de apostar a favor de los “amigos” del Presidente. Por eso también el mercado ruso tuvo la mayor suba en un año, dada la buena relación que Trump mantiene con Vladimir Putin, aún en medio de la guerra con Ucrania.
Superado el impacto inicial, a partir de ahora empezarán las preguntas sobre qué implica esa buena relación que nuevamente la Argentina tendrá con Estados Unidos. Un dato menor es el contraste con lo que sucede con otros países de la región, que tienen gobiernos progresistas que poco tienen que ver con la ideología de Trump. En esa situación se encuentran Brasil, México y Colombia. Sus mercados resultaron castigados en parte por esa distancia, pero además porque son países que han tenido un importante deterioro de sus cuentas públicas y aumento del déficit fiscal. Esto los vuelve más vulnerables.
Lo ocurrido ayer fue otra comprobación de la preferencia que hoy muestran los inversores por Argentina por encima de la mayoría de los países de la región. Por ahora se trata de apuestas financieras. Habrá que ver si esto es trasladable a las inversiones reales. Una de esas expectativas se centra en la futura negociación que encarará la Argentina con el FMI. Se descuenta que habrá acuerdo bastante rápido, ya que le Gobierno está cumpliendo con crecer las metas comprometidas en lo fiscal y lo monetario, aunque la reserva de reservas es más lento de lo previsto.
La gran pregunta es si habrá o nuevos desembolsos por parte del organismo, más allá de lo requerido para pagar los vencimientos del año próximo. Todo hace suponer que la presidencia de Trump sería más que beneficiosa para poder negociar rápido y eventualmente conseguir dinero fresco para pagar la deuda el año que viene.
Los pagos a bonistas del año próximo (incluyendo los títulos dolarizados que surgieron del canje de 2020 y los Bopreales) llegan a unos USD 10.000 millones. El Gobierno ya anunció que tiene compró USD 2.700 millones al Central con dinero del superávit fiscal para asegurar los pagos de enero. Esto significa que con alrededor de USD 7.500 millones la Argentina estaría en condiciones de hacer frente a sus compromisos. No parece un compromiso imposible de cumplir ni mucho menos. La gran suba del mercado de acciones y luego de los bonos está marcando un clima financiero hoy muy optimista. Está por verse si esta suerte de euforia de los mercados se traslada luego a la economía real.
Aunque no hay precisiones y las negociaciones ni siquiera conversaron, todo hace suponer que en caso de que la Argentina requiera de una financiación adicional del Fondo para pagar la deuda el año que viene, sería más fácil conseguir un desembolso adicional del organismo. Estados Unidos es el principal accionista y ya en 2018 demostró que podría conseguir financiamiento adicional en caso de considerarlo necesario.
Tanto Milei como el ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, prefieren ser cautos y por ahora no volvieron a mencionar la posibilidad de conseguir USD 10.000 millones o una cifra adicional. Es prematuro evaluar si la estrecha relación que ahora mantendrán los gobiernos de ambos países también atraerá inversiones reales. Por lo pronto, el RIGI es un instrumento adecuado para conseguir empresas grandes para sectores como energía o minería. Otros creen que la continuidad del cepo cambiario atenta contra la posibilidad de conseguir más empresas que quieran realizar apuestas de largo plazo en el país, ante las dificultades para disponer libremente -por ejemplo- de sus utilidades.