En la medida que el mercado atraviesa un período de calma, con reducción de la brecha cambiaria y riesgo país por debajo de los 1.100 puntos básicos, persiste la inquietud por el atraso cambiario. En términos coloquiales, la percepción cada vez más extendida de que “la Argentina está cara en dólares”. Aunque es un debate que el ministro de Economía, Luis Caputo, descarta cada vez que se le plantea y advierte que la apreciación cambiaria es una consecuencia inevitable de la recuperación económica, los analistas monitorean día a día las diferentes variables para medir qué tan atrasado está el dólar.
El indicador por excelencia, el índice de tipo de cambio real multilateral (TCRM) que elabora el Banco Central, indica que el valor real del dólar no sólo ya perforó el nivel que tenía a las pocas semanas de que se levantara el cepo en diciembre de 2015, cuando alcanzó los 100 puntos a principios de febrero, sino que se parece más al valor anterior al levantamiento, el tipo de cambio que heredó la gestión de Mauricio Macri, en los 74,34 puntos, similar al que heredó el actual Gobierno. De acuerdo al índice del BCRA, el TCRM se ubica hoy en 85,49 puntos, apenas 9 puntos por encima de principios de diciembre.
Tras el salto devaluatorio de ese mes, que llevó el dólar oficial a $800 para subir 2% mensual desde entonces, el TCRM superó los 150 puntos, máximos de los que se retrajo consistentemente desde entonces hasta llegar al valor actual, similar a los períodos económicos de mayor atraso que fueron sucedidos por una corrección cambiaria.
No es ese el escenario ahora que vislumbra el mercado. Si bien son repetidas las advertencias por la pérdida de competitividad cambiaria, no existen hoy expectativas devaluatorias en el corto plazo. Al menos, los contratos de dólar futuro se mantienen alineados con el discurso oficial y no parecen anticipar ningún evento disruptivo. A tal punto que ese dato se interpreta como la presunción de los operados de que el Gobierno demorará la salida del cepo y, si se produjera, eventualmente no tendría un impacto demasiado importante.
No es el único cálculo al que recurren los economistas para identificar la evolución del tipo de cambio. Un clásico ejercicio es ajustar el valor del dólar por inflación. Aplicada esa cuenta al dólar de principios de diciembre último, de 367, es decir, antes de la devaluación, arroja un valor de $928, debajo de los $1.011 actuales, consistente con la evolución de TCRM. Si la cuenta, en cambio, se aplica al valor del dólar oficial de hace un año, el ajuste indica que el dólar oficial debería ubicarse hoy en $1127. Ejercicios simplemente teóricos ya que, lejos de imprimir mayor ritmo a la suba mensual del tipo de cambio oficial, la expectativa se centra en ver en qué momento el Banco Central reduce ese ritmo para llevarlo al 1% por mes.
Es que, a pesar de las quejas de algunos sectores como el industrial por la falta de competitividad del dólar, el plan del Gobierno se orienta en otro sentido. Al igual que el ancla fiscal, el ancla cambiaria resulta en una herramienta imprescindible para lograr el objetivo prioritario en el plan oficial, que es bajar la inflación lo más rápido posible. Tras el dato del mes pasado, de 3,5%, algunas proyecciones indican que se podría llegar a perforar el 3% en octubre. Si ocurre, ya casi no quedará margen para seguir bajando la inflación si el dólar sigue subiendo 2% por mes como hasta ahora.