En el curso que dicto en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires tocó leer, para la última clase, unos cuantos fragmentos de un libro que Friedrich Hayek, economista de origen austriaco, publicó en 1976.
En su momento –y ya verán por qué– leer este texto resultaba en una aventura casi de ciencia ficción. Sin embargo, dados los tiempos que corren, la propuesta de Hayek parece mucho menos innovadora.
En lo que queda de esta nota me gustaría explicar qué quiso decir Hayek en aquella obra y por qué podríamos decir que la propuesta del austriaco está íntimamente relacionada con la realidad de la Argentina actual.
La inflación mundial en la década de los ‘70
Primero, un poco de contexto. Durante la década de los ‘70, Estados Unidos y el mundo desarrollado tenían que enfrentar lo que para ellos eran grandes niveles de inflación. En 1974, por ejemplo, Estados Unidos cerró con 11% anual de suba de precios. Este registro se había reducido en 1976, pero se aceleró en los siguientes 4 años, llegando a un pico de casi 15% anual en 1980.
Otros países, como Italia o España, lidiaban con tasas considerablemente más elevadas, de 25% y 27% anual hacia los años 1975 y 1977.
Lo interesante del caso es que según la lectura keynesiana estos niveles de inflación deberían estar acompañados de un elevado crecimiento económico que redujera los niveles de desempleo. Al menos eso decía la famosa “Curva de Phillips”, que había establecido que existía una relación negativa entre la inflación y el desempleo. Lamentablemente, en la práctica esto no estaba ocurriendo, y se adoptó un nuevo término para describir la situación mundial de la época: “la estanflación”.
“La Desnacionalización del Dinero”, y se vendió como una propuesta –concreta y radical– para terminar de una buena vez con el flagelo de la inflación
Para colmo de males, para combatir la inflación muchos países terminaban estableciendo controles de precios y controles de cambios (como nuestro famoso “cepo”), lo que incrementaba los problemas de la propia inflación.
No fue para nada casual que en el año 1974 el Premio Nobel de Economía fuese entregado al mismo Friedrich A. Hayek, por sus investigaciones en materia monetaria y, 2 años después, lo recibiera Milton Friedman, el campeón del llamado “monetarismo”.
Ahora bien, como muchos galardonados con el Nobel, Hayek publicó dos años después la obra que comentamos al inicio. El provocador título era “La Desnacionalización del Dinero”, y se vendió como una propuesta –concreta y radical– para terminar de una buena vez con el flagelo de la inflación.
La propuesta de Hayek
En concreto, Hayek propuso que los países de Europa y América del Norte “se comprometan mediante un tratado formal a no obstaculizar en manera alguna el libre comercio dentro de sus territorios de las monedas de cada país (incluidas las monedas de oro) o el libre ejercicio, por instituciones legalmente establecidas en cualquiera de los aludidos territorios, de la actividad bancaria sin trabas.”
Esto quería decir que los países debían permitir a sus ciudadanos utilizar cualquier moneda que deseen (emitidas por instituciones gubernamentales, o incluso por privados), sin ningún tipo de restricción gubernamental. Es decir, debían eliminarse todos los controles de cambios, eliminarse también el concepto de curso legal y, finalmente, habilitar a cualquier institución privada a emitir billetes.
El objetivo final de Hayek en esta propuesta era someter a los emisores de dinero a la disciplina de la competencia
Para nuestra realidad, tal vez este último punto sea el más difícil de concebir, aunque algo de esto ya existe en el ecosistema de las criptomonedas. No obstante, dejemos esto a un lado y concentrémonos en el resto del argumento.
El objetivo final de Hayek en esta propuesta era someter a los emisores de dinero a la disciplina de la competencia. Es decir, así como las fábricas automotrices intentan realizar automóviles cada vez más seguros, económicos y confortables producto de la amenaza de la competencia, lo mismo tenía que aplicar al dinero.
Para Hayek:
“La competencia, al forzar a las instituciones emisoras a mantener constante el valor de su moneda (en términos de una cesta de bienes establecida), sería un freno más efectivo que cualquier obligación legal de convertir la moneda en dichos bienes (o en oro). Y sería un método infinitamente más barato que la acumulación y almacenamiento de materiales valiosos”
Un poder adquisitivo constante del dinero se obtendría si las instituciones emisoras (digamos, el Banco Central), creaban dinero siempre en línea con el aumento de la demanda por el mismo. Esto conseguiría, al mismo tiempo, estabilidad en el tipo de cambio de la moneda local contra todas las demás y, al mismo tiempo, estabilidad para los precios de los bienes.
La propuesta de Hayek y las reglas monetarias de Argentina
Si volvemos a mirar en detalle los requisitos para cumplir con la propuesta de Hayek observamos rápidamente que –dado que en Argentina aún existe el cepo cambiario– ésta no se ha visto implementada. Tampoco (y esto pasa en cualquier parte del mundo) está ninguna institución privada habilitada a emitir billetes de circulación general.
Al margen de que aún existan muy elevados niveles de inflación, parecería que la política monetaria del Banco Central no es ajena a lo que pase con el dólar paralelo
Sin embargo, hay otros aspectos donde podríamos decir que el gobierno sigue los lineamientos del destacado profesor austriaco. En primer lugar, el Decreto 70/2023 del 20 de diciembre del año pasado modificó el contenido del artículo 765 del Código Civil y Comercial, estableciendo que:
“La obligación es de dar dinero si el deudor debe cierta cantidad de moneda, determinada o determinable, al momento de constitución de la obligación, sea o no de curso legal en el país. El deudor solo se libera si entrega las cantidades comprometidas en la moneda pactada. Los jueces no pueden modificar la forma de pago o la moneda pactada por las partes”.
Esto es exactamente lo que pedía Hayek en relación al curso forzoso en una economía: eliminar la disposición que exige no rechazar el pago de una deuda si se hace en la moneda emitida por el gobierno. Este es el espíritu de la modificación del DNU al artículo 765 del Código Civil. A partir del mismo, los contratos pueden pactarse en cualquier moneda que elijan las partes, y las deudas solo quedan saldadas cuando se entrega la moneda que el deudor se obligó a utilizar.
En la letra del derecho al menos, entonces, existe hoy en Argentina la competencia de monedas.
Una segunda instancia es la cuestión más general de si la emisión monetaria que hoy hace el Banco Central está en línea con la demanda monetaria y, por tanto, persigue el objetivo que quería Hayek: el de ofrecer una moneda con un poder adquisitivo estable.
Parecería que el Gobierno percibió que sus niveles de emisión no estaban en línea con los niveles de demanda y eso hizo que los argentinos fueran prefiriendo más el dólar que el peso (en el mercado paralelo, donde cotiza el dólar libre)
En este sentido, debemos decir que al margen de que aún existan muy elevados niveles de inflación, parecería que la política monetaria del Banco Central no es ajena a lo que pase con el dólar paralelo. Un rápido repaso de la historia más reciente muestra que la base monetaria creció 16,9%, 22,8% y 18,2% mensual en los meses de mayo, junio y julio. Y fue en julio cuando el dólar tocó los $1.500 y la brecha cambiaria superó el 50 por ciento.
A partir de entonces, los niveles de emisión bajaron abruptamente (4,7% y 1,2% en agosto y septiembre), y el dólar cayó hasta romper un piso de $AR 1200 la semana pasada.
Parecería que el Gobierno percibió que sus niveles de emisión no estaban en línea con los niveles de demanda y eso hizo que los argentinos fueran prefiriendo más el dólar que el peso (en el mercado paralelo, donde cotiza el dólar libre). A la luz de estos eventos, decidió reducir la emisión.
Hayek escribió: “para asegurar la constancia del valor de su moneda, lo fundamental sería que el banquero no incrementase el volumen en circulación más de lo que el público se hallara dispuesto a mantener en su cartera”.
Para ir cerrando, imaginemos que en el corto plazo el gobierno decide eliminar todo vestigio de control de cambios, Argentina abandona el cepo y aparece en el mercado, un solo precio para el dólar. Sumemos a eso la realidad actual, donde parece que la política monetaria está persiguiendo la estabilidad del precio del dólar en el mercado libre y la baja de la inflación. Si, finalmente, agregamos el hecho de que está en vigencia el DNU 70/2023 y los agentes pueden pactar sus contratos en cualquier moneda del mundo que elijan, tendríamos casi completamente en vigencia lo que Hayek prescribió para el mundo como forma de terminar con la inflación.
Un Banco Central, en competencia de monedas, y un peso que va camino a ser estable.
¿Y la dolarización? ¿Y el cierre del Banco Central? Eso queda para otro capítulo.
El autor Investigador Asociado del centro FARO de la Universidad del Desarrollo, en Chile, profesor universitario y consultor de empresas