En su más reciente publicación de su blog personal, Domingo Cavallo, exministro de Economía y uno de los referentes más influyentes en la historia económica argentina, analizó las causas detrás del freno en el proceso de desaceleración inflacionaria que atravesó el país entre mayo y septiembre de 2024. Cavallo detalló cómo los esfuerzos del Gobierno por mantener la estabilidad macroeconómica se vieron complicados por dos factores principales: el impacto de la reactivación económica y el manejo de la política monetaria.
El ajuste fiscal como motor inicial de la desinflación
Cavallo comienza su análisis recordando el período de rápida desinflación que se produjo entre diciembre de 2023 y mayo de 2024, que coincidió con un fuerte ajuste fiscal. Este ajuste, que provocó una caída significativa en la demanda interna, fue clave para reducir las presiones inflacionarias en esos meses.
“El fuerte impacto recesivo del ajuste fiscal y el muy limitado ajuste cambiario posterior a la devaluación de diciembre explican la caída drástica de la inflación en ese período”, señaló el exministro. En sus palabras, el ajuste ayudó a controlar la inflación al limitar la expansión del gasto público y mantener bajo control la emisión monetaria, lo que redujo la cantidad de dinero en circulación y, por ende, la demanda interna. Este efecto se vio reflejado en una caída constante de la inflación mensual, que en algunos meses llegó a ubicarse cerca del 3%, según estimaciones alternativas como las de PriceStats, citadas por Cavallo en su posteo.
Sin embargo, este proceso de desinflación empezó a mostrar signos de agotamiento a partir de junio, cuando la economía comenzó a recuperarse.
La reactivación de la demanda interna: un obstáculo para la desinflación
Uno de los factores clave que Cavallo identifica como responsables del freno en la desaceleración inflacionaria es la reactivación de la economía, impulsada por una mejora en los salarios reales y una expansión del crédito al sector privado. Según el economista, la incipiente recuperación de la demanda interna jugó un papel central en este estancamiento.
“A partir de junio, la reactivación de la economía, impulsada por el aumento de los salarios reales y la expansión del crédito al sector privado, comenzó a ejercer presión sobre los precios”, explicó Cavallo en su blog. En otras palabras, la mejora en el poder adquisitivo de las familias y el aumento en el consumo provocaron un incremento en la demanda de bienes y servicios, lo que a su vez generó nuevas presiones inflacionarias.
Esta dinámica marcó un cambio en la tendencia de desinflación observada en los primeros meses del año. De hecho, según los datos proporcionados por el propio Cavallo, la inflación se estabilizó en torno al 4% mensual según las mediciones del INDEC, mientras que la herramienta PriceStats estimaba una cifra algo menor, cercana al 3%. Sin embargo, ambas mediciones coincidían en un claro freno en la reducción de la inflación.
La política monetaria expansiva: el segundo factor
El segundo gran factor que, según Cavallo, contribuyó al freno en la desinflación fue el cambio en la política monetaria que adoptó el gobierno a partir de junio. Hasta ese momento, la política monetaria había sido relativamente pasiva, acompañando el proceso de ajuste fiscal y manteniendo bajo control la emisión monetaria. Sin embargo, con la reactivación económica, el Banco Central adoptó una postura más expansiva para apoyar la recuperación de la demanda y el crédito.
“Este comportamiento de la política monetaria explica que la recesión haya tocado fondo en el segundo trimestre y que en el tercero haya comenzado la reactivación de la economía”, señaló Cavallo. No obstante, advirtió que este giro en la política monetaria generó un conflicto entre los objetivos de desinflación y de recuperación económica, dado que la expansión del crédito y el aumento en la liquidez contribuyeron a frenar el proceso de desinflación.
Cavallo también se refirió al manejo de los agregados monetarios como una de las principales fuentes de presión inflacionaria. En su análisis, destacó cómo el aumento en los agregados monetarios M2 y los préstamos al sector privado desde junio “vienen creciendo al doble del ritmo de ajuste del tipo de cambio oficial”, lo que refleja una expansión monetaria que no ha sido acompañada por una corrección en los precios relativos, generando un desbalance en el proceso de estabilización de precios.
Las limitaciones de las medidas del gobierno
Frente a este panorama, Cavallo fue crítico con las medidas adoptadas por el gobierno para intentar contener la inflación. El exministro señaló que la paralización de los reajustes de precios relativos y la reversión de algunos aumentos “no tiene efectos sostenibles en el tiempo”. Según su análisis, este tipo de medidas, si bien pueden generar alivio temporal sobre los ingresos de las familias, no atacan las causas estructurales de la inflación.
La alternativa, según Cavallo, sería una drástica caída en las expectativas de devaluación, algo que considera difícil de lograr mientras persista el “cepo cambiario sobre las transacciones financieras y de servicios” y el gobierno no pueda implementar un plan de estabilización creíble basado en un “régimen monetario y cambiario libre y bien institucionalizado”.
Cavallo concluye su análisis advirtiendo que la combinación de una política monetaria expansiva y una reactivación económica en curso puede dificultar aún más el cumplimiento de las metas de inflación proyectadas por el gobierno para 2025. El exministro subraya la importancia de adoptar medidas más estructurales y sostenibles en el tiempo para evitar un resurgimiento de las presiones inflacionarias en los próximos meses.
De cara al futuro, Cavallo sugiere que el gobierno debería replantear su enfoque si pretende consolidar un proceso de desinflación que sea duradero, haciendo hincapié en la necesidad de reformar tanto el régimen monetario como el cambiario.