Carlos Rodríguez, ex jefe de asesores del Ministerio de Economía durante la gestión de Roque Fernández e igual que este “asesor senior” de Javier Milei, según el hoy presidente señaló durante su campaña presidencial, dijo hoy que es hora que el gobierno reconozca que el tipo de cambio está atrasado y recomendó como salida al problema no realizar una devaluación del tipo de cambio oficial, sino dejarlo flotar, de modo que el precio surja de las fuerzas del mercado.
“El gobierno pretende que precios y salarios bajen para recuperar un Tipo Real de Cambio bajo, producto de una mala política cambiaria previa y sostenido por cepo, tasas e intervenciones financiadas con más deuda”, describió en un posteo en la red social X, que completó con la siguiente evaluación y recomendación: “El daño del atraso ya está hecho. Es hora de reconocerlo y parar de acumular un desequilibrio creciente. Devaluar sería un error. Mejor es flotar y dejar que el mercado determine libremente ese precio. Sin cepo o intervenciones”.
“Totalmente de acuerdo”, reaccionó el economista Roberto Cachanosky.
“¿Decís que devaluar sería un error, pero si dejás flotar y sacás cepo no se devaluaría?”, fue la observación en modo interrogativo de una cuenta que se presenta como “Amo del Universo”, a lo que Diego Giacomini, otro examigo y coautor de Milei devenido fiero crítico de la política económica oficial, respondió “Así es”.
Rodríguez, que luego de reunirse con el entonces candidato Milei y su hermana Karina no los volvió a ver ni fue consultado por el ahora presidente, se mantuvo varios meses en silencio, pero durante el gobierno y a lo largo de este año fue cada vez más crítico de la política económica y las medidas oficiales.
El también ex rector de la Ucema, la Universidad surgida del Centro de Estudios Macroeconómicos de la Argentina, también fue crítico de la política monetaria oficial y del discurso de Milei del domingo ante el Congreso, al presentar el Presupuesto 2025, cuando se refirió al “impuesto inflacionario”.
“En Argentina casi siempre se pagó interés sobre el dinero emitiendo más dinero. Por eso, sólo una parte menor de la inflación se puede llamar “impuesto inflacionario”. Creo que la rápida reducción de la inflación en 2024 se debió principalmente a la drástica reducción de la Tasa de Política Monetaria que pagaba el Central sobre su propia deuda, y lo hacía con más emisión, y así se convalidaba la Tasa de Política Monetaria”, posteó el miércoles pasado Rodríguez.
Para el economista, “el piso de un 4% mensual ya no incluye a la emisión cuasifiscal. Al transferir la deuda del BCRA al Tesoro, desaparece el cuasi-fiscal y se convierte en deuda fiscal del Tesoro, que será servida con superávit o con emisión de nuevos títulos del Tesoro, que serán líquidos (inflacionarios) La inflación remanente del 4%, difícil de perforar, se debe la liquidez que generan los nuevos títulos del Tesoro y a las expectativas de futura emisión. Un gran costo de la inflación no es el efecto tributario sino más bien todas las distorsiones que genera en el sistema de precios y remuneraciones, que no son recaudación fiscal sino redistribuciones entre privados y entre acreedores y deudores”.
Además, señaló, “el gobierno también licua sus deudas con devaluaciones no anticipadas. Creo que recién ahora empieza la verdadera batalla contra el componente fiscal de la creación de liquidez inflacionaria. Habrá que generar superávit para servir genuinamente la nueva deuda del Tesoro y también para adquirir Reservas Verdaderas( no como ahora que son números simplemente imaginarios).
Peor aún, en junio pasado, poco después de que el presidente y el ministro de Economía, Luis Caputo, anunciaron el inicio de la “Fase 2″ del programa económico con el cierre del “grifo de emisión” derivado de la compra de dólares por parte del Banco Central, Rodríguez no solo se mostró escéptico acerca de la eficacia de la medida sino que criticó ácidamente la política cambiaria oficial al compararla con “la Tablita de Martínez de Hoz” y recordó los pésimos resultados de aquella medida, aplicada entre diciembre de 1978 y marzo de 1981.
“La política cambiaria actual me recuerda a la de la Tablita de Martínez de Hoz (1978-81). La tasa de devaluación era prefijada en un nivel descendente. Ahora es un nivel constante de 2% mensual”, escribió. En ambos casos, reconoció, “la inflación precedente era mucho mayor”, apuntando al problema del proceso de “retraso cambiario” posterior.
“Entonces se hablaba de dos convergencias: de tasas y de niveles. La primera, tasas, era que la tasa de inflación convergiera a la tasa de devaluación. La segunda, niveles, era que el nivel del tipo real de cambio convergiera a su nivel de equilibrio. Cuando se logró la convergencia de tasas, el nivel de atraso cambiario era tan grande que las presiones por una gran devaluación tumbaron al gobierno de Videla y su Ministro. Vino Viola y su Ministro Sigaut hizo ese año tres devaluaciones nominales de 30% consecutivas sin lograr recuperar el Tipo Real de Cambio”, agregó, en referencia al precio del dólar y la competitividad de la economía argentina.
“Cayó Viola, vino Galtieri, Malvinas y el fin de esos militares”, cerró Rodríguez.