¿La soja –o, mejor dicho, su precio- es peronista, como se dice, mitad en broma, mitad en serio, en círculos económicos y comerciales? La cuestión es peliaguda, porque si bien la cotización de la oleaginosa cayó fuertemente en lo que va del año, su producción en la Argentina fue en 2023, último año del gobierno peronista de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner (CFK), víctima de una histórica sequía.
Lo cierto es que la caída del precio internacional, a lo que se suman localmente un tipo de cambio oficial que los productores juzgan atrasado y una quita de 33% en retenciones a la exportación, llevó a que el poder de compra interno del producto, sumados los factores externos e internos, sea el más bajo de las últimas tres décadas, según afirma el último informe de Invecq.
De hecho, un gráfico de la consultora que encabeza el economista Esteban Domecq muestra que el precio real, incluidos las retenciones, es casi idéntico al de los años del gobierno de Fernando de la Rúa y a los últimos meses del segundo gobierno de CFK.
USD 4.700 millones menos
“A nivel macro, la caída de los precios internacionales tendrá un impacto directo en el valor de las exportaciones argentinas, que se cuantifica en una reducción de USD 4.700 M para 2025, solo considerando la cosecha de trigo, maíz y soja”, dice el informe. “La consecuente merma en la oferta de dólares agravaría la situación cambiaria actual, que desde hace algunos meses se tensionó: las abultadas compras del BCRA en el Mercado Libre de Cambios (MLC) quedaron atrás, y las reservas dejaron de crecer”, agrega.
El panorama, sigue, se complica aún más hacia adelante, pues por un lado se espera un aumento en la demanda de divisas por importaciones, dada la recuperación de la economía y el nuevo esquema de pagos; y, por el otro, el gobierno debe enfrentar vencimientos de deuda en moneda extranjera por USD 19.000 M en 2025 entre organismos internacionales, bonos del Tesoro y Bopreales.
“El esquema cambiario se muestra cada vez más comprometido y genera un debate entre economistas sobre su sostenibilidad. Desde Invecq creemos que deberá ser recalibrado, pero que hay margen para que la recalibración sea exitosa -aunque implique una aceleración inflacionaria transitoria, con impacto en la actividad”, arriesga el informe.
A nivel microeconómico la caída del precio de la soja afecta a los productores al golpear el poder de compra interno de la tonelada, que según los cálculos de Invecq, está en su nivel más bajo en más de tres décadas y afecta a miles de productores.
Retenciones
Según la consultora, acercar el indicador al promedio de 1992-2024 requeriría eliminar las retenciones, medida que estima hoy “fiscalmente inviable”. Los actuales precios mundiales, el valor del dólar oficial y las retenciones, dice, “amenazan la expansión del agro; aunque no consideramos que el sector vaya a desacelerarse por estos factores, sino que representarán un techo para su potencial crecimiento”.
Un alivio, considera, sería la reducción de las tasas de interés por parte de la Fed, a mediados de septiembre, que podría llevar a un rebote en los precios. De todos modos, concluye, “independientemente de la posible recuperación parcial de los precios internacionales, el esquema cambiario continúa presentando un panorama complicado de cara a los próximos meses”.
Otra cara del combo entre bajos precios del poroto y salida de la sequía- es que, como constató un estudio de la Bolsa de Comercio de Rosario- en el primer semestre de este año la Argentina recuperó el primer puesto como exportador mundial de harina de soja, primado que el año pasado había perdido a manos de Brasil.
“La consolidación del sector es fundamental para mantener la competitividad global”, dice el estudio de la bolsa rosarina, firmado por Matías Contardi, Natalia Marín y Emilce Terré. “A nivel internacional, las exportaciones de harina de soja han sido tradicionalmente lideradas por Argentina, Brasil y EEUU”.
esde la campaña 1997/98, Argentina se mantuvo como el principal exportador global, pero la sequía durante la campaña 2022/23 afectó su capacidad de producción y molienda y por primera vez en 25 años Brasil superó a Argentina como principal exportador de harina de soja.
La recuperación durante el primer semestre 2024 es notable: la Argentina aumentó sus exportaciones de harina de soja un 46% respecto de igual período de 2023. Pero no hay más que eso para festejar, porque –aclara el estudio- “a pesar del crecimiento interanual, al evaluar el desempeño sobre el mediano plazo, la dinámica productiva local se ve sobrepasada por sus más cercanos competidores”.
Sucede que el aumento de la molienda sojera para harina tuvo mucho que ver con la altísima capacidad ociosa (nada menos que 42%) del complejo en torno de Rosario, que concentra el 80% de la capacidad de crushing sojero del país.
A pesar del crecimiento interanual, al evaluar el desempeño sobre el mediano plazo, la dinámica productiva local se ve sobrepasada por sus más cercanos competidores (Bolsa de Comercio de Rosario)
El informe rosarino precisa que en los últimos 10 años cerca de la mitad del crushing anual ocurre en el primer semestre tanto en Argentina como en Brasil y EEUU, pero mientras Brasil y EEUU “exhiben una tendencia de crecimiento sostenido y relativamente estable”, la Argentina presenta mayor variabilidad.
Cabe notar además que entre enero y junio Brasil se desvió de su tendencia reciente debido a un aumento de los costos operativos (por cambios impositivos) y los efectos de la inundación que afectó Rio Grande do Sul, región sojera clave de ese país. Esos hechos, dice la bolsa rosarina, “son una excepción más que la regla, siendo que las expectativas del mercado son favorables desde aquí a fines de año”.
Además, EEUU y Brasil superan “significativamente” a la Argentina en volumen total de crushing de soja, diferencia que no se traduce en una mayor presencia exportadora porque tienen fuertes patrones de consumo interno, por caso para la producción de biodiesel. Aun así, dicen Contardi, Martín y Terré, “año a año, la participación de ambos en el mercado internacional ha tendido a incrementarse al compás de un mercado comprador que se ha fortalecido”.
A contramano de la competencia
En los últimos 14 años, precisa el estudio, las importaciones mundiales de harina de soja habrían aumentado un 25%, con las exportaciones de EEUU y Brasil aumentando a ritmos promedio anuales del 4% y 3,2% respectivamente, mientras las ventas externas del mismo producto por parte de la Argentina no solo no crecieron sino que en promedio cayeron al 0,9% anual.
“Aunque la Argentina hoy mantenga la posición de principal referente sobre el comercio internacional de harina de soja, ya no lo hace de forma indiscutida y perdió terreno en un mercado que no ha parado de crecer”, dice la BCR. Otra oportunidad perdida, porque según las estimaciones actuales el Sudeste Asiático habría pasado de importar 11 millones de toneladas de harina de soja en el ciclo 2010/2011 a 19 millones en 2023/24. Y esa tendencia, dicen los autores del trabajo, basados en un estudio internacional, continuaría, al punto que esa región explicaría hacia 2028 un tercio de las importaciones globales de harina del producto.
¿Cuánto “mordió” la Argentina de ese crecimiento? Muy poco. Hace cinco años, concluye la bolsa rosarina, la Argentina explicaBA casi la mitad de las importaciones de harina de soja de la región asiática, pero desde la campaña 2020/21 su participación no paró de caer, más allá del efecto de la reciente sequía.
No es casual entonces, que semanas atrás el presidente de la Cámara de la Industria Aceitera y del Centro de Exportadores de Cereales (Ciara-CEC), Gustavo Idígoras, dijera que la Argentina se volvió “una jubilada de la Agricultura”. Casi un especialista en oportunidades perdidas.