Tal como declaró ayer el ministro de Economía, uno de los objetivos principales que tiene ahora el Gobierno es acelerar la baja de la inflación. Luis “Toto” Caputo se mostró confiado que la próxima reducción del impuesto PAIS, del 17,5% al 7,5%, debería tener un claro impacto favorable para que ello ocurra.
Fue en las vísperas del índice de inflación de junio, que tanto Javier Milei como Caputo se mostraron confiados en que se ubicará por debajo del 5%. Aunque en en el sexto mes del año hubo suba de tarifas y también se aplicó un incremento del impuesto a las combustibles, ayudó a compensar la mayor estabilidad de alimentos y bebidas. Por eso, lo más probable es que la inflación núcleo haya subido no más allá del 3,5%.
El Presidente había asegurado al hablar en la Bolsa de Comercio que uno de los requisitos para salir del cepo cambiario era llevar la inflación por debajo de la zona de ajuste del dólar oficial (es decir, 2% mensual) pero luego derrumbarla a niveles cercanos a 0%.
De esta forma, también se dejaría de ajustar el tipo de cambio oficial. Milei sugirió que, dentro de este esquema, no descarta ir a un tipo de cambio fijo. El objetivo sería no dejar a la economía expuesta a las fluctuaciones bruscas del tipo de cambio.
Está claro que a Caputo también lo seduce este esquema, ya que considera “muy riesgoso” ir a una flotación con escaso nivel de reservas en el Central.
El problema es que el FMI no lo ve con buenos ojos. El organismo apoya el concepto de “competencia de monedas”, que implica que podrán circular tanto el peso como el dólar igual a lo que sucede en países del Uruguay o Perú. El detalle es que esto implica al mismo tiempo dejar que el tipo de cambio flote, quizás a contramano del plan del Gobierno.
Cuando hoy se conozca el dato de junio, la inflación marcará la primera pausa del proceso de reducción que se viene dando desde diciembre, pero sería temporal. La estimación es que se ubicaría en el rango de 4,5% a 5%.
Pero este mes ya hay consultoras como Macroeconómica, FMyA y Econviews que estimaron que podría ubicarse en niveles cercanos a 4%, retomando la tendencia bajista.
La hipótesis del Gobierno es que sin emisión monetaria y reducción de impuestos no debería haber motivos para que haya inflación. Sin embargo, el incremento de la brecha cambiaria aparece como un obstáculo que podría complicar las cosas.
La suba del dólar libre hasta $1.465 en la jornada de ayer estiró la diferencia con el dólar minorista a más del 55%, mientras que si se toma como referencia al MEP, esa distancia ahora supera el 50%.
El peligro es que el aumento de la brecha genere remarcaciones, en parte por la expectativa de que se acelere la pauta de devaluación del tipo de cambio oficial. Una vez más, ayer Caputo volvió a desmentir que estén pensando en acelerar el ritmo de ajuste del tipo de cambio oficial. Todo lo contrario, estimó que mantener el aumento al 2% ayudará a que baje la inflación más rápido.
Pero la historia argentina dice lo contrario y cada vez que subió la brecha cambiaria a más del 50% o 60%, podría generar remarcaciones en algunos rubros. Automóviles, bienes durables o incluso determinados artículos importados podrían verse impactados. Claro que al mismo tiempo la caída del consumo le pone un freno a la posibilidad de aumentar los precios ante el peligro de perder ventas.
La falta de avances en la negociación con el FMI podría generar mayor presión cambiaria, ante las dificultades para acumular reservas. Ayer, la vocera del organismo, Julie Kozack, indicó que las conversaciones “no arrancaron” y, por lo tanto, no hay desembolsos a la vista.