Tras una breve pero intensa carrera alcista, el dólar libre y financiero parece haber encontrado su techo. Al menos por el momento. Pero los precios a los que cotiza hoy implican una brecha que volvió a la zona del 50% con pocos motivos claros para pronosticar una reducción. De hecho, no sólo el dólar oficial pierde la carrera contra la inflación; también el resto de las cotizaciones está, incluso con la suba levemente por encima de los $1,400, muy por detrás del avance generalizado de los precios que acumuló más de 115% hasta mayo. Con la remontada reciente, en tanto, el billete apenas alcanza una suba de 40% en promedio de todos sus precios (menos el oficial). A primera vista, ese simple dato hace difícil prever que la cotización pueda retroceder a los niveles previos.
Es así que lo queda planteado es cuáles podrían ser los factores que promuevan un achicamiento de la brecha cambiaria tal que permitan liberar el cepo hacia fin de año sin convalidar un salto cambiario de al menos 30 por ciento. Esto porque fue el propio Gobierno que ratificó el miércoles, en el avance del Presupuesto 2025 enviado al Congreso, que el dólar oficial cerrará el año en los $1016. Es decir que si el contado con liquidación (CCL) se mantuviera durante todo el segundo semestre en los $1398 que cerró ayer, persistiría una brecha de 38% entre ambos. De ahí que, para eliminar restricciones cambiarias para esa fecha existen sólo dos posibilidades: una última devaluación para unificar el mercado cambiario o bien que bajen las cotizaciones del dólar financiero.
Las repetidas declaraciones tanto del Presidente como del propio ministro de Economía, Luis Caputo, rechazando de plano una nueva devaluación, inducen a pensar que la apuesta oficial es a una caída de las cotizaciones. ¿Qué podría impulsar esas bajas? La respuesta luce bastante simple, aun cuando no está garantizada su efectividad en la práctica. Los factores inversos a los que motorizaron la suba del dólar serían aquellos que lo presionarían a la baja. Ésa es, al menos, una de las miradas posibles.
Es decir, si uno de los principales factores que identifican los analistas como el punto de inicio del ciclo de suba del dólar es el agresivo recorte a las tasas de interés entre fines de abril y mayo, el proceso inverso, es decir, la suba de la tasa de interés, tendría el efecto contrario.
En ese sentido se orientan parte de las expectativas del mercado. El propio presidente del Banco Central anticipó que el cambio de política monetaria por el cual la liquidez de los pasivos remunerados se orientará a las letras de regulación monetaria (LEREMO) cuyos intereses se pagarán con superávit y no con emisión monetaria le dejará más espacio para subir la tasa de referencia (que será la de esos nuevos instrumentos). Según dijo el funcionario, este mecanismo permitirá al Banco Central moverse “más rápida y cómodamente” a una tasa real positiva. herramienta clave para evitar la suba del dólar y, también, de la inflación.
Existe, sin embargo, una contraindicación para esa suba de tasas. Una de las claves para el éxito del nuevo esquema de regulación es la recuperación del crédito al sector privado. Esto es que los bancos orienten su liquidez a prestarle a empresas e individuos en vez de colocarla en las LEREMO, que obligarán al Tesoro a obtener un superávit mayor.
En un contexto de profunda recesión, el crédito se reactivó en los últimos meses pero a fuerza de tasas prácticamente negativas, Ese escenario es el que cambiaría en las próximas semanas y es de esperar que la demanda de crédito vuelva a desplomarse ante la suba de las tasas. “Las chances son que la tasa suba y el stock (de pases/letras) baje si es que el crédito mantiene la tendencia de los últimos meses. Pero el crédito subió porque bajó la tasa”, advirtió la consultora Econviews.
En tanto, existe otro factor también fundamental que dejaría espacio para un retroceso en el precio del dólar, tal vez mucho más efectivo y potente que la tasa de interés pero fuera del control de las autoridades: la recuperación del real brasileño y el peso mexicano.
El economista Amílcar Collante lo explicó así: la suba del dólar empezó en mayo por la baja de las tasas de interés y siguió en junio por el efecto contagio de la devaluación de esas monedas, en el contexto de mal clima para emergentes de la región. “Si esos dos pegan la vuelta -consideró en alusión al real y al peso mexicano- alivio para el CCL”.