Tras la dilatada aprobación de la Ley Bases, que se asume un punto de inflexión para la gestión económica, nuevos temores y expectativas se instalaron entre empresas, inversores y también ahorristas. La eventualidad de una devaluación que tanto el Presidente Javier Milei como el ministro de Economía, Luis Caputo, desmintieron en repetidas ocasiones queda en el centro del debate, en el marco de la hoja de ruta que se espera para el levantamiento del cepo.
La postura oficial de negar no sólo un nuevo salto discreto sino también la aceleración del ritmo devaluatorio de 2% mensual resulta tanto una mala noticia para muchos sectores productivos, vinculados a la industria y la exportación, donde advierten sobre el atraso cambiario en su propio idioma -”estamos caros en dólares”-, como un error para muchos economistas y operadores del mercado que consideran que la primera fase de licuación con ancla cambiaria se agotó. Pero la decisión oficial, hasta ahora, lleva por ahora algo de tranquilidad a otros sectores, mucho más dependientes de la demanda interna.
“Nuestro escenario base es que se acelera el crawling del 2% al 5% promedio de manera que todas las variables se empiecen a alinear en torno a ese número: tasas, inflación y dólar. Ahí no hay salto devaluatorio y todo se vuelve más consistente” (Juan Pablo Ronderos)
Principalmente desde las grandes fabricantes de alimentos y productos de consumo masivo advierten que una nueva devaluación sería una catástrofe mucho más difícil de asimilar que el shock de diciembre pasado. “La magnitud del impacto fue totalmente imprevista, sobre todo porque mientras la demanda se derrumbaba, el canal estaba sobre stockeado de la mercadería que nos mantuvo produciendo todo el año pasado. Eso retrasó que la demanda volviera a impactar en los fabricantes”, explicó un alto ejecutivo de una alimenticia, donde en coincidencia con fuentes de otra de las grandes del sector, aseguró que el mes pasado detectaron el fin de la caída de las ventas en las categorías esenciales y un atisbo de repunte en junio.
Sólo en las categorías esenciales, en todo el resto de productos básicos aunque prescindibles, todavía no se ven indicios claros de rebote. En ese contexto, advierten, “otra devaluación sería volver a caer, seguramente más profundo”. Esto aún cuando la posibilidad de una suba del dólar oficial se combina en las especulaciones que -otra vez- el Gobierno rechaza, con la reducción de 10 puntos del impuesto PAIS. Ese mix, se explica, dejaría un colchón para absorber la suba del dólar sin afectar los precios en la misma proporción. Pero no en todos los sectores están tan de acuerdo. “No hay antecedentes de que una devaluación no se vaya a precios. No importa la alquimia que inventen, va a haber impacto”, aseguraron.
Lo cierto, de todos modos, es que no hay indicios de que el mercado esté efectivamente esperando un nuevo cimbronazo devaluatorio en el corto plazo. Por ahora, es más proclive a creer que el Gobierno tiene espacio para acelerar el ritmo devaluatorio a partir de agosto, lo que sería más fácil de absorber para los sectores vinculados al consumo interno al tiempo que mejoraría las expectativas en aquellos otros en los que, mientras no se consolidan otras mejoras de competitividad, el dólar oficial actual los encarece.
“Nuestro escenario base es que se acelera el crawling del 2% al 5% promedio de manera que todas las variables se empiecen a alinear en torno a ese número: tasas, inflación y dólar. Ahí no hay salto devaluatorio y todo se vuelve más consistente”, aseguró el socio de la consultora MAP, Juan Pablo Ronderos. Sin embargo, la decisión conocida ayer de postergar aumentos de tarifas y del impuesto al combustible parece alineada en forzar una baja de la inflación en julio para que esa convergencia se produzca más cerca del 2% que del 5% que menciona el consultor.
“Existe otro escenario, alternativo pero que también tiene una probabilidad alta, en el que el Gobierno intenta seguir así y junto con otros errores que puedan surgir desde lo económico o lo político, el mercado sigue presionando, se descontrola y termina hacia fin de año ahí sí con una suba del dólar entre 30% y 40% para avanzar definitivamente en el plan de estabilización”, agregó el asesor de grandes empresas, quien admitió que en muchas de esas compañías están esperando una aceleración del ritmo devaluatorio.