El anuncio del ministro de Economía, Luis Caputo, respecto de la reducción de 10 puntos en la tasa del impuesto PAIS, hoy en 17,5% si se aprueban el Paquete Fiscal y la Ley de Bases generó una previsible expectativa en el mundo de los empresarios, sobre todo en aquellos sectores más dependientes de las importaciones.
Al tiempo que los economistas advierten que ese recorte de la alícuota podría dejar espacio a una corrección del tipo de cambio que algunos consideran ya muestra signos de atraso, en las empresas empezaron a hacer cuentas. Por ahora sin devaluación mediante, la baja anticipada por el ministro implicaría una mejora para los importadores de 8,5% desde el nivel actual de “dólar importador”. Es la cotización a la que terminan pagando la mercadería o insumos tras aplicar el gravámen vigente al dólar oficial mayorista. Ese precio se ubica hoy en los $1.060 y, según un cálculo compartido por el analista Salvador Vitelli, caería a $969, generando una reducción de costos cuya suba, en su momento, ningún empresario tenía en los planes.
“Sería un alivio importante, sin duda una buena medida que contribuiría a reducir costos. Sería volver al punto anterior, en diciembre estábamos preparados para la devaluación pero no para la suba del impuesto PAIS, mucho menos en la magnitud en que se aplicó”, se sinceraron desde el sector automotriz, uno de los más afectados dado el volumen de importaciones para producir. Un impacto similar tuvo el anuncio en otro de los sectores altamente dependientes de insumos importados, como el de electrónica y electrodomésticos. “Contribuiría a mejorar la ecuación, es evidente”, aseguraron, reunidos en el contexto de un encuentro empresario.
“Con la posible baja de 10 puntos del impuesto PAIS, el tipo de cambio importador, a valores de hoy se ubicaría en niveles de finales de julio de 2023 (previo a arancelar las importaciones) y por debajo del valor pre-PASO de 2023 (previo a la devaluación hacia $ 350)”, aportó Vitelli.
Sin embargo, no escapa al análisis que, aunque ninguno de los presentes -entre los que se contaban CEOs de compañías de consumo masivo, del sector financiero y también tecnología- ubicó una posible devaluación entre sus principales preocupaciones, reconocieron que la posibilidad figura entre los escenarios de corto plazo posibles y que configura un desafío que si se produjera, se lograra de manera ordenada con control de expectativas inflacionarias.
“No hay antecedente de que una suba del dólar no se traslade a precios. La inflación va a reaccionar siempre ante una devaluación”, afirmó un representante de la industria de alimentos y bebidas.
En términos macroeconómicos, en tanto, existe el entendimiento de que ese eventual traslado a precios podría ser amortiguado en parte por la menor presión impositiva que implicaría la menor tasa sobre las importaciones.
En cualquier caso, ese posibilidad se desprende de la preocupación creciente sobre el tipo de cambio “de equilibrio”. Mientras desde el Gobierno insisten una y otra vez en que lo que determina esa variables es mucho más que la comparación de la evolución del dólar contra la inflación y que la competitividad estará dada por mejoras estructurales que potencien la productividad de la economía, entre las que mencionan por ejemplo la posición fiscal y monetaria más sólida, existen múltiples opiniones que identifican el tipo de cambio real como un potencial problema.
De acuerdo a la estadística que publica diariamente el Banco Central, el tipo de cambio real multilateral -indicador que combina la evolución del dólar oficial respecto de los principales países con los que la Argentina mantiene fluido intercambio comercial- se ubica en niveles similares a los de octubre del año pasado.