Junto al compromiso de mantener equilibradas las cuentas públicas, una de las principales promesas de Javier Milei pasa por mantener fija la cantidad de dinero que circula en la economía. Sin embargo, los agregados monetarios crecieron fuertemente en los últimos meses, lo que estaría detrás de la presión de los últimos días sobre los distintos tipos de cambio.
La ya famosa “ancla nominal” es un aspecto muy novedoso que viene explicitando el Presidente y que rara vez se puso en marcha en la Argentina. Básicamente consiste en mantener fija la cantidad de dinero y así presionar a una rápida baja de la inflación. Los precios, en este esquema, deberían adaptarse a los pesos existentes. Milei volvió a referirse a esta política en su última presentación ante empresarios que organizó el Cicyp.
Pero los números divulgados por el Banco Central muestran que aún se está muy lejos de conseguir esta “ancla nominal”. La base monetaria, por ejemplo, ya subió 65% en lo que va del año y no hizo más que acompañar la inflación acumulada en el primer cuatrimestre.
Lejos quedaron los 10 billones de base que recibió el Gobierno al asumir. En realidad, desde entonces ese nivel quedó ampliamente superado y ya se ubica en prácticamente 16 billones de pesos.
La suba de los dólares financieros de los últimos días parece avalar la hipótesis de quienes sostenían que había un exagerado proceso de atraso cambiario. La última baja de tasas que definió el Central gatilló un cambio de portafolio y muchos optaron por pasarse de pesos a dólares
Es cierto, sin embargo, que la cantidad de dinero en los bolsillos subió mucho menos. El renglón “billetes y monedas” en poder del público creció solo 29%. En cambio, el dinero en cuenta corriente del BCRA (básicamente encajes) creció casi 200%. Esos recursos se encuentran inmovilizados, por lo que no podrían generar presión cambiaria al menos en el corto plazo.
El superávit fiscal de los últimos meses cerró uno de los grifos de emisión monetaria: la financiación del Tesoro vía adelantos transitorios. Sin embargo quedan otros abiertos, como la remuneración de pasivos monetarios (en descenso por la disminución de tasas) y la fuerte compra de dólares para acumular reservas, lo cual se realiza con expansión de pesos.
En las últimas semanas se produjo una combinación de factores que empiezan a pasarle factura al dólar. Por un lado se expandió fuerte la base monetaria, pero al mismo tiempo el Banco Central aceleró la baja de las tasas de interés a niveles muy negativos en términos reales (la tasa de política monetaria pasó del 50% al 40% anual).
La consecuencia no es solo la suba de los dólares financieros, sino además que se vuelve a agrandar la brecha cambiaria. El contado con liquidación ya está 25% arriba del oficial, mientras que en el caso del MEP la brecha se fue al 22%.
Ayer, sin embargo, fue notable como se disparó el dólar libre, pero no lo siguieron tanto los dólares financieros. Hoy se verá con mayor claridad si la disparada superior al 5% fue una sobrerreacción. Sobre todo teniendo en cuenta que el CCL solo subió 3,2% y la cotización quedó por debajo del libre (a $ 1.142), algo que difícilmente se vaya a sostener.
La suba de los últimos días del dólar libre ya es de 10% y en alguna medida corrige lo que algunos consideraban una situación de atraso cambiario. El peligro es que en caso de que continúe agrandándose la brecha podría impactar sobre las expectativas de devaluación y entorpecer el proceso de desinflación que se viene observando en los últimos meses.
Justamente uno de los factores que venía jugando a favor de la menor presión inflacionaria fue el ajuste de apenas 2% mensual del tipo de cambio oficial. Claro que esa política tuvo la gran ayuda de la estabilidad de los dólares financieros, que motivaron una caída gradual de la brecha cambiaria.
En su último comunicado tras la revisión exitosa de metas del primer trimestre, el FMI aconsejó ir hacia un esquema de “mayor flexibilidad cambiaria” mientras se avanza con la liberación de los controles. Muchos lo interpretaron como un pedido para que se acelere el ritmo de ajuste del dólar oficial, aunque el Gobierno sigue considerando que no es necesario.