En una medida que confirma e incluso anticipa un bajo índice de inflación, la baja de tasas que dispuso el Banco Central al llevarla de 60% a 50% nominal anual deja también en claro que, mientras haya cepo, el Gobierno persistirá en la estrategia de licuación de pesos para “limpiar” el balance del Banco Central. La decisión llegó después de que se confirmara un impasse en el aumento de tarifas de gas y luz en mayo, lo que garantizaría que el IPC podrá sostener la reducción que refleje el índice de abril, mes en el que según el promedio de mediciones privadas arrojó finalmente un dígito, entre 8% y 9%, En ese dato se combina una evolución dispar de los bienes y los servicios. Mientras los primeros no sólo prácticamente ya no suben sino que algunos incluso bajaron de precio, los segundos -léase tarifas- fueron el motor de la suba de precios.
Con ese motor neutralizado en mayo, sumado a correcciones en el precio de las cuotas de las prepagas y un avance del dólar de 2% mensual, en el Banco Central apuraron la baja de tasas para garantizar la vigencia de los rendimientos negativos para las colocaciones en pesos. Aunque empieza a perder potencia, el BCRA se niegan a apagar la licuadora.
“Por si alguien no le quedaba claro que las bajas de tasas se anticipan a la baja de la inflación, el BCRA metió otra baja y la TEM (tasa efectiva anual) ahora está en 4,1% menos” opinó el economista y director de Outlier, Gabriel Caamaño, quien recordó que se trata de la segunda baja en menos de 15 días. A diferencia de la decisión a mediados del mes pasado, cuando un elemento central fue precisamente los indicadores de alta frecuencia que arrojaron una variación muy baja o nula de la inflación núcleo, la nueva baja se definió en base a la certeza de que no serán los precios regulados los que este mes presionen el IPC al alza.
La estrategia, sin embargo, parece confirmar una advertencia incluida en un informe reciente de Consultatio: la dependencia de los resultados de la licuación podría amenazar el ancla fiscal. La consultora aludía a la baja de la inflación, lo que a su vez achica cada vez más el margen para bajar la tasa de interés. Suspensión de tarifas mediante, paradójicamente, forzar una baja más rápida de la inflación y de la tasa de interés para sostener la licuación tiene, indirectamente, costo fiscal. Sin embargo, el el resultado fiscal es lo que diferencia el contexto actual de tasas negativas con el que se registró durante todo el anterior gobierno. “La tasa era negativa antes y es negativa ahora, la tasa negativa no es una novedad. Tampoco la licuación del M2, que arrancó en 2022. Ninguno de los dos sería así sin cepo. Lo distinto es el ancla fiscal y la dinámica”, apuntó Caamaño.
En ese sentido desde el equipo económico destacaron el lado más brillante de la decisión del Banco Central. Federico Furiase, uno de los principales asesores del ministro de Economía, Luis Caputo, explicó que la baja de tasas “reduce el overhang (exceso) monetario” porque cae en $ 283.000 millones mensuales la emisión por intereses de los pasivos remunerados, lo que equivale 2,1% de la base monetaria. Aclaró también que los pesos que migrarán de los pases a 1 día, es decir la deuda del Central, a bonos del Tesoro se destinarán a comprar deuda en dólares en poder del BCRA dado que las cuentas públicas exhiben superávit fiscal. Finalmente, agregó que la baja de la tasa nominal es más lenta que el desplome de las expectativas de inflación, lo que implica una mayor tasa real.
Al lunes, los pasivos remunerados del BCRA se ubicaron en $33,3 billones y registraron, según la consultora Geres, una baja del 1,8% en 15 días (tras la baja de tasas de abril). Las LEDIV (en dólares), en tanto, se situaron en USD 8.995 millones y, según la consultora, mostraron una variación del 0,5% para mismo lapso
“Desde una perspectiva más amplia, la deuda remunerada en pesos se incrementó un 157,4% en marzo respecto al mismo mes del año anterior”, es decir, lejos de la inflación de 288% en el mismo período.