En la peor semana del año para los mercados financieros, los bonos argentinos pasaron exitosamente el test y el riesgo país terminó en los mínimos del año, a 1.216 puntos básicos. El aumento de la incertidumbre geopolítica por el bombardeo de Irán a Israel y la inflación recalentada en Estados Unidos impactaron fuerte en los mercados internacionales y especialmente en las acciones tecnológicas. La deuda argentino cayó en los primeros días, pero rápidamente volvió el apetito de los inversores.
Hoy son dos los factores que alimentan el optimismo de Wall Street. El primero está relacionado con la continuidad del superávit fiscal, ya que todo indica que el Gobierno habrá cumplido el objetivo de cuentas públicas en positivo durante todo el primer trimestre.
Es cierto que ese resultado positivo se logra en alguna medida con decisiones polémicas. La “licuadora” sobre los haberes jubilatorios, especialmente en los dos primeros meses del año, o la postergación de pagos, especialmente en energía. Sin embargo, todos estos parecen detalles menores en la evaluación de los inversores, entusiasmados por el compromiso del Gobierno en mantener a las cuentas públicas en equilibrio.
Más allá de diferencias metodológicas en el cálculo de reservas, todos coinciden en que ya quedó atrás el rojo de más de USD 10.000 millones que dejó la gestión de Alberto Fernández
El aumento de las reservas es la otra variable que se sigue de cerca y entusiasma a quienes deciden volcarse por bonos argentinos. El dato de la semana es que el Banco Central ya dejo de tener reservas netas negativas. Aunque no todas las consultoras se ponen de acuerdo con la metodología a adoptar para ese cálculo, todos coinciden en que ya quedó atrás aquel millonario rojo de más de 10.000 millones de dólares que dejó la administración de Alberto Fernández. Desde que asumió Javier Milei ya se compraron prácticamente USD 14.000 millones, aunque las reservas aumentaron menos.
El cepo cambiario
A pesar de la mejora en la hoja del balance del Central, acompañada además por una fuerte reducción de los intereses de los pasivos remunerados (o sea del déficit cuasifiscal), la apertura del cepo cambiario luce como una cuestión de segundo orden para el Gobierno. Los famosos USD 15.000 millones que tanto el Presidente como el ministro de Economía dijeron precisar para liberar las restricciones cambiarias por ahora no aparecen.
El tema estuvo presente esta semana en los encuentros de Luis “Toto” Caputo con las autoridades del FMI en Washington, pero por el momento no parecen estar dadas las condiciones para recibir un desembolso del organismo.
El superávit fiscal del primer trimestre es un argumento poderoso para sostener la “luna de miel” con los inversores, que ven un fuerte compromiso del Gobierno por sostenerlo. La solidez de los bonos a pesar de una semana turbulenta a nivel global reflejó que el apetito por los activos argentinos sigue intacto
La esperanza es, en todo caso, seguir mostrando buenos resultados fiscales para conseguir al menos unos USD 5.000 millones adicionales en algún momento del segundo semestre. El problema en este caso es además convencer al Tesoro norteamericano que respalde dentro del directorio del Fondo un desembolso para Argentina faltando tan poco para las elecciones presidenciales en ese país. Mientras tanto hay que seguir pagando: a fin de mes vencen USD 1.900 millones con el organismo.
El inicio de la cosecha gruesa le dará otro fuerte envión al nivel de reservas. Sin embargo, se espera una recuperación del nivel de importaciones tras un derrumbe de 36% en marzo. Desde la última semana las PYMES ya pueden acceder a las divisas para importar a un plazo de 30 días en vez de 120, lo que ayudará a la gradual normalización del mercado cambiario, pero al mismo tiempo podría reducir la capacidad de acumulación del Central.
La calle
Pero no solo los mercados mantienen un importante voto de confianza a favor de Milei. No se trata solo de un respaldo de Wall Street, sino que el Presidente también conserva un fuerte apoyo de la calle, o como señalan en Estados Unidos, de Main Street.
La caída de los salarios desde diciembre es muy significativa, pero no homogénea. Los más perjudicados fueron los empleados del sector público, que perdieron 21% de poder de compra. Los sueldos privados, en cambio, solo cayeron 12%
El estudio mensual de Poliarquía indicó que en abril “la aprobación de Javier Milei se mantiene en 57%, un punto menos que en marzo”. Pero el dato más llamativo es que “en los cuatro primeros meses de mandato tanto de los dos gobiernos de Cristina Kirchner como de Mauricio Macri, ese nivel de aprobación descendió entre 10 y 18 puntos”.
Más sorprendente aún es que semejante respaldo se dé en un contexto de derrumbe de los salarios reales. Un trabajo de la universidad Eseade indicó que la pérdida de poder adquisitivo desde diciembre casi no tiene precedentes, aunque con diferencias según los distintos segmentos de trabajadores.
La peor parte en esta oportunidad se la llevaron los empleados del sector público, que perdieron 21,9% de poder de compra por efecto de la elevada inflación. El empleo informal perdió casi lo mismo: 20,9%. Sin embargo, en el caso del empleo formal la caída de salarios fue casi la mitad, “solo” 12%.
Esto explica, por otro lado, los diferentes niveles de apoyo que recibe Milei. En el caso de los trabajadores del sector privado la aceptación del Presidente se ubica en niveles altísimos: 62%, igual que en el caso de los independientes. Sin embargo, cuando se le pregunta a los trabajadores estatales el nivel de desaprobación de la gestión presidencial es igual de elevada y se entiende por la caída del salario. En este grupo el rechazo llega al 61%.
Las motivaciones detrás del apoyo del público a la gestión de Milei son diferentes a lo que se pondera en Wall Street. Para “la calle” no es relevante el equilibrio fiscal ni la acumulación de reservas, sino que entusiasman otras cuestiones. La caída de la inflación es posiblemente lo más fuerte y todo apunta que en abril ya se ubicará en un dígito. La desaceleración de precios es especialmente notoria en alimentos, que muestran una fuerte estabilidad en las últimas semanas por lo que finalizarían el mes con una suba cercana al 5%.
La desaceleración de los precios de abril, especialmente en alimentos, y la estabilidad cambiaria son variables poderosas que mantienen la expectativa favorable de la gente. Una mayoría cree que el año que viene la economía estará mejor que ahora, algo que no sucedía hace varios años
Claro que el camino que hay por delante es muy largo y posiblemente también sinuoso. Una vez que se consolide la baja de la inflación llegarán otros reclamos a los que habrá que darles respuesta.
El problema más acuciante
El más acuciante pasa por la recuperación salarial. Hay buenas chances que en breve empiecen a aparecer datos positivos. Para ello debe confirmarse la baja de la inflación, mientras los salarios empiezan a remontar. Recuperar todo lo perdido en tan pocos meses, sin embargo, requerirá de mucho más tiempo. Con viento a favor, difícilmente sea antes del arranque de 2025.
El “humor social”, a pesar de todo, sigue siendo favorable. Así lo dejó en evidencia el último trabajo de Dalessio Irol. Casi un 50% considera que la economía estará mejor dentro de un año, superando las opiniones de aquellos que piensa que estará peor.
El otro tema clave está relacionado con la salida de la crisis. Un informe elaborado por Ieral, de la Fundación Mediterránea, indicó: “Es posible esperar que el piso de la recesión actual pueda producirse entre el primer y segundo trimestre de este año. Así, la economía empezaría a recuperarse en primer lugar de la mano del sector agropecuario”.
Sin embargo, “esta lenta velocidad de salida de la recesión podría cambiar y hacerse más dinámico en caso de una exitosa salida del cepo y que arranquen las reformas estructurales”, agrega. En ese caso, la economía empezaría a recibir más flujos de capitales que ayuden a la recuperación de la economía, aunque con el peligro de profundizar la caída del tipo de cambio real.
La arenga de Milei a los empresarios nucleados en el foro Llao-Llao sobre la necesidad de “poner pelotas para invertir” tiene con ver con la necesidad de apurar el ciclo de reactivación: esta vez no pasará por la emisión monetaria ni una mejora del consumo que será lenta, sino de la posibilidad de poner el dinero del colchón y atraer dólares frescos. Se trata de un enorme desafío después de tantos años de pesimismo y de haber quedado fuera del mundo.