Una nueva cifra de expectativas de inflación futura circula en el mercado. A diferencia de los relevamientos que realizan el Banco Central y encuestas entre especialistas a cargo de privados, este número no surge de ninguna consulta. Nace del riesgo que están dispuestos a asumir los inversores en el mercado. Nadie hace sus números y los comparte sino que las cifras permiten leer la visión por la que se juega cada operador cuando compra o vende un bono en pesos.
El indicador suele ser conocido como expectativa de inflación implícita o, mucho más comúnmente, inflación break even. Y la forma en que se elabora es interesante. Resulta de utilizar las cotizaciones en el mercado de bonos ajustados por inflación —los bonos CER— y los bonos a tasa fija. En base a los precios que están dispuestos a pagar los inversores por cada uno de esos títulos se puede inferir el rendimiento esperado que aceptan por los papeles a tasa fija y, con ese dato, estimar el rendimiento que deberían tener los títulos ajustados por inflación para pagar exactamente lo mismo.
Ese umbral de indiferencia en el que, en principio, pasa a ser lo mismo comprar un bono a tasa fija o un bono ajustado por CER (en cuanto a rendimientos esperados, aunque no estén asegurados) permite deducir una expectativa de inflación hacia adelante. Dicho de otro modo, responde a la pregunta respecto a cuánto tienen que pagar los bonos CER para rendir lo mismo que un título a tasa fija.
El indicador acaba de renacer. Y esto es porque en medio de los temblores del mercado durante el año electoral y primeros meses del gobierno de Javier Milei, emitir deuda a tasa fija era prácticamente imposible para el Tesoro. A fines de marzo, eso cambió cuando el Tesoro volvió a colocar volúmenes relevantes de Lecap, letras a tasa fija de la tesorería.
Con los papeles a tasa fija en el mercado, e idénticos niveles de riesgo en cuanto al emisor —el Estado nacional— la comparación se hace más llana. Y los números sorprenden. Y sorprenden porque mientras que las consultoras que responden a encuestas estiman, en forma agregada, una inflación del orden del 190% para 2024, la inflación implícita en los precios del mercado está más de 40 puntos porcentuales por debajo de ese nivel.
“Gracias a las nuevas Lecap, la curva de tasa fija comienza a ser más robusta y permite hacer análisis de inflación implícita versus las expectativas de los consultores económicos. Bajo esta mirada, la inflación break even entre Lecap y Boncer señala tasas mensuales promedio de entre 7,8% y 6,5%. En cambio, la nominalidad del REM plasma números más elevados: 9,3% mensual para fin de 2024 y 6,8% para dentro de un año”, remarca un informe de GMA Capital, la firma conducida por Nery Persichini.
Dicho de otro modo. Para que sea lo mismo invertir a tasa fija que con ajuste CER, a precios del viernes pasado, se necesitaba que la inflación anualizada fuera del 145,9% de acá a diciembre, es decir un promedio de 7,8% de inflación mensual. Del 133% anualizado de acá a enero y del 108% a febrero. Es una visión mucho más optimista a la hora de poner plata en las apuestas que al momento de hacer proyecciones teóricas. Son cifras bastante en línea con estimaciones del FMI.
Con todo, el indicador tiene una capacidad predictiva limitada. No es tanto una herramienta para saber a ciencia cierta cuál va a ser la inflación, sino más bien una medida del ánimo de los inversores que, como en ocasiones anteriores de exuberancia del mercado, están dispuestos a apostar por una estabilización acelerada. Los precios parecen asumir un éxito rotundo, casi sin baches en el camino. No todo el mundo es tan optimista.
El propio Persichini elige la cautela: “Con esto presente, creemos que hay mayor valor en la curva indexada (paga una tasa real, aunque negativa, expost) que en la de Lecap (exante y con precios que descuentan que ‘todo va a salir bien’)”, concluye el reporte de GMA.