En tiempos en que aparece sobre la cima de los análisis de la política, como de las consultoras y economistas, la necesidad de legislar una reforma de la legislación del trabajo personal que contribuya no sólo a revertir el estancamiento en una década de las contrataciones de ocupados en relación de dependencia en el ámbito privado, a través de generar incentivos para la inversión productiva, sino también a reducir la informalidad y aumentar la productividad media de la economía, el Indec informó que 2023 cerró con una de las relaciones más bajas en la serie de apenas 6 años entre ingresos laborales y no laborales en el promedio de los hogares.
Así, los resultados del cuarto trimestre de 2023 correspondientes a los 31 aglomerados urbanos que releva habitualmente la Encuesta Permanente de Hogares del organismo oficial de estadística arrojaron dos realidades muy diferenciadas: por un lado, la de los sectores de bajos recursos -más de la mitad de la población que es donde se concentra el núcleo de pobreza e indigencia, con algunas excepciones- y por el otro la de mayores ingresos.
En la primera franja, mientras en el último trimestre de 2017 -inicio de la serie del Indec- los ingresos laborales generaban entre 68% y 79% de los recursos monetarios, según rangos divididos en deciles (10%) de la población en una escala de menor a mayor percepción de fondos, seis años después esas proporciones se achicaron a 62,4% en el punto mínimo y 75,4% en el máximo. Comprende a hogares con una media de entre 4,7 y 2,7 miembros del grupo familiar.
Los asalariados sin aportes a la Anses representan 34,9% del total del empleo en relación de dependencia y sus ingresos 18,9 por ciento
Por el contrario, en la segunda mitad de la población esas relaciones pasaron de 71% y 79,6% a 75,5% y 81,6%, más alto a medida que crece el rango de ingresos. Comprende en general a hogares integrados por entre 2,8 y 1,8 personas.
Según la metodología del informe del Indec, los ingresos laborales se definen como los que “provienen de la ocupación principal, de la ocupación secundaria y de otras ocupaciones que pudieran haber generado ingresos en el mes de referencia”.
En tanto, los ingresos no laborales: “provienen de jubilaciones/pensiones, subsidios, rentas de la propiedad derivadas de la producción o de inversiones financieras, además de otras transferencias” -de familiares-.
El promedio nacional arrojó en los seis años de referencia, entre extremos, un aumento de la proporción de ingresos laborales sobre el total de 74,1, a 77,2 por ciento.
Sin embargo, en el desagregado por décimos de la población, la serie del Indec reveló que esa participación cayó en 5 apartados y subió en los 5 restantes, sin que surja un patrón determinante.
La mayor pérdida se observó en el primer y quinto decil, con 6 y 5 puntos porcentuales, respectivamente, le siguieron el tercero 3,4 pp; el sexto 2,1 pp; y el segundo 1,6 pp.
Por el contrario, entre los 5 segmentos de décimos de la población de ingresos más altos, sobresalieron los aumentos de la participación de los recursos generados en el trabajo presente en los tramos 10 con 10,6 puntos porcentuales; 8 subió 6,5 pp; en el 7 ganó 4,8 pp; y en menor medida, 1,4 pp en noveno decil.
Algunos factores determinantes
Un fenómeno que explica en parte ese cambio de menor participación de los ingresos laborales sobre el total de los recursos monetarios de los hogares concentrado en las escalas más bajas es que entre 2017 y 2023 mientras los salarios promedio de la economía, según el Indec, cayeron 37% en valores reales, la remuneración media en la franja informal, que es la que predomina en esos estratos, se derrumbó 60%, notablemente menos que la pérdida de poder adquisitivo de las jubilaciones y pensiones mínimas, y de las asignaciones familiares y otras asistencias que ajustan al ritmo de la movilidad previsional, que fue de 22 por ciento.
Por el contrario, en el tramo de mayores ingresos de la escala, donde no sólo predominan los ocupados con descuento jubilatorio, y entre los retirados los que perciben haberes superiores al mínimo garantizado con bonos, mientras el índice de salarios de los registrados cayó 31% el haber previsional se desplomó 48%, en ambos casos en valores reales, esto es en términos de poder adquisitivo, afectado por el proceso de aceleración de la inflación.
Otro fenómeno que contribuyó a que perdieran relevancia los ingresos laborales sobre el total de recursos monetarios de las familias en el período bajo análisis fue que, en el caso de la ocupación principal del hogar en términos de generación del sustento por parte de quienes se desempeñan en la formalidad, fue que redujo su participación en el total de 66,7% a 65,1%, y también, aunque en menor medida en el caso de la remuneración promedio pasó de 81,8% a 81,1 por ciento.
En esa baja también incidió la pérdida de productividad de la economía en su conjunto en general y del empleo en particular, clara consecuenta de la extensión de un largo período de muy reducida tasa de inversión productiva, al prevalecer políticas que minaron las ganancias de las empresas con creciente presión tributaria, en particular con el impuesto inflacionario, y el notable despliegue de políticas de controles de precios que llevaron a limitar los aumentos de salarios.
La menor proporción de asalariados con descuento jubilatorio incidió en la pérdida de productividad de la economía en general y del empleo en particular
En este apartado, la estadística del Indec reveló que si bien en el promedio nacional la brecha de ingresos entre quienes reciben recortes de la remuneración de bolsillo por estar alcanzados por los descuentos jubilatorios -además para la obra social y en algunos casos el sindicato- y quienes no, era de 56,8% el cierre del último trimestre 2023, se amplió en 1,4 puntos porcentuales respecto de seis años antes, se reduce a menos de 5 pp en el cotejo promedio por tramo de deciles de los trabajadores asalariados que representan el principal aporte del hogar.
Incluso, se observan dos excepciones en que la estadística detectó el efecto inverso: la remuneraciones de los trabajadores sin descuento jubilatorio fue más alto en los deciles 9 y 10, con 0,4% y 3,4%, respectivamente, aunque también menor que en el cierre de 2017 cuando fue de 1,3% y 11%, respectivamente.
Una de las causas que provocan ese fenómeno es la limitación que rige para los aportes personales y contribuciones patronales, para poder imponer un tope en los haberes previsionales.
En la franja de asalariados de altos ingresos el nivel medio es más alto entre los que no están alcanzados por descuentos jubilatorios por efecto del tope a los aportes a la Anses
En marzo último ese tope era de $1.471.616,10, de modo que quienes superaban ese umbral aparecen en la serie como “asalariado sin descuento jubilatorio”, pese a estar registrado.
De ahí que algunos economistas consideran que esa discrecionalidad debiera ser eliminada a través de la reforma laboral que alienta el Gobierno nacional y que en la última semana sumó la adhesión del bloque de la UCR en Diputados, no sólo para corregir una distorsión para los sectores de altos ingresos laborales cuando pasan a la vida pasiva, sino para poder tener precisiones, a través de esa estadística, sobre la real proporción de empleo e ingresos en negro (34,9% y 18,9%, respectivamente), y generar condiciones favorables para las contrataciones en relación de dependencia en la formalidad.
Adicionalmente, la constante disminución de los días laborales, con la creación de feriados “puente”, afectó la posibilidad de muchos trabajadores de percibir ingresos por horas extras en la jornada habitual, y de ese modo contribuyó a alterar la relación histórica entre recursos de origen laboral y de otras fuentes, la cual se habría agravado en el primer trimestre del corriente año.