Gregory Makoff dedicó los últimos siete años para investigar el caso de la deuda argentina. Experto en deuda soberana e investigador de la Harvard Kennedy School, trabajó por 20 años en el Citigroup, asesoró a varios gobiernos en reestructuraciones y trabajó en el Departamento del Tesoro de EEUU como asesor senior.
Doctor en Física por la Universidad de Chicago y licenciado y en Ciencias Políticas por el MIT, su último libro se llama “Default: la histórica batalla judicial sobre la reestructuración de la deuda argentina de USD 100.000 millones”.
En diálogo con Infobae desde su casa en Nueva York dijo que la Argentina nunca pudo superar el karma del default del 2001 y que el liderazgo de Javier Milei es el resultado de la falta de soluciones a aquel estallido y a la estrategia de culpar siempre a los demás, acreedores privados, al juez Thomas Griesa o al Fondo Monetario Internacional (FMI). Antes de encarar su próximo libro, sobre la creciente deuda de China, prometió traducir este libro al español.
“Estuve siete años investigando el tema y un día me levanté y dije: este libro es sobre la Argentina”, explicó Macoff, que, para llegar a un público amplio, decidió evitar un lenguaje acartonado y optó por explicar el caso como si fuera una película de suspenso, pero sin buenos ni malos.
“El fallo que impuso la medida cautelar a la Argentina fue el más audaz en la historia. ¿Por qué lo hizo Griesa: esa es la pregunta central del libro?
De inmediato, admitió que “soy un autor primerizo, porque soy banquero y he escrito algunos artículos técnicos aburridos. No quería que fuera igual, así que lo escribí como un guion de cine: cada escena es un conflicto e introduce un personaje que hace avanzar la trama y deja una enseñanza”.
— La Argentina ya tuvo 10 default en su historia. ¿De quién es la responsabilidad: del país o de sus acreedores?
— El default del 2020 fue producto del Covid y el del 2014 fue particular porque surgió tras un fallo judicial, pero la mayoría fue responsabilidad del país, porque la Argentina gastó demasiado. En general, los países se meten en problemas porque gastan demasiado o tienen problemas de balanza de pagos.
— ¿No pudo solucionar el default del 2001 con el canje del 2005 por la ausencia de las cláusulas de acción colectiva (CACs) o por otro motivo?
— Creo que el canje del 2005 fue extremadamente exitoso y, al sumar el del 2010, logró reestructurar el 92% de su deuda a un precio bajo. Eso es mucho más de lo que cualquier otro país de ingresos medios logró. El acuerdo fue genial. Si esos bonos hubieran tenido las CACs, el 76% se habría convertido en un 100% y la historia habría sido diferente.
— En la Argentina se ha considerado al juez Griesa como el responsable del default del 2014. ¿Es así?
— Griesa fue un muy buen amigo de la Argentina. Los primeros años posteriores al default bloqueó a los acreedores que intentaron interferir en el acuerdo de reestructuración e hizo algo aún más importante: les gritó al decirles que a veces es mejor ganar sólo un poco que tratar de correr por el mundo para embargar activos y no conseguir nada. Fue poco amistoso con los acreedores, no les dio esperanzas de tener éxito en los tribunales y eso ayudó a la Argentina a cerrar su trato.
— ¿Y cuándo cambió?
— La Argentina se metió en problemas serios con él después del 2010, cuando el gobierno cerró la oportunidad de hacer otro canje con la Ley Cerrojo. Griesa se la pasaba lidiando con cientos de juicios y quería que Argentina fuera flexible. Y la Argentina hizo lo contrario, al no mostrar ninguna flexibilidad.
— Su interpretación de la cláusula pari passu fue cuestionada, al ordenarle al país que le diera a los holdouts lo mismo que a los bonistas que habían entrado a los dos canjes.
— El juez creyó en la equidad, pero también tenía miles de millones de dólares en demandas legales de acreedores que tenían derecho a cobrar y odiaba la Ley Cerrojo, que fue un gran insulto, porque cuando la Argentina emitió los bonos lo hizo bajo la ley de Nueva York y luego dijo que nunca pagaría esa sentencia. ¿Qué se suponía que debía hacer el juez? Le dio a la Argentina muchas oportunidades para negociar y el país no ofreció ninguna respuesta constructiva. Inclusive antes de dar a conocer su primer fallo en 2011, dijo: yo no quiero hacer esto, y no recibió ninguna respuesta. Y en 2012 nuevamente pidió una solución y los abogados de Argentina, sin orientación del Gobierno, no tenían respuesta, así que impuso la medida cautelar. Ahí se cansó con la Argentina y le gritó que el país no estaba aportando ninguna solución. Por eso lo presento más como un juez que no tenía otra opción y el realmente no quería otro default. Por este motivo, cuando Argentina no pagó se enojó mucho.
— ¿Cómo evalúa la actitud de los gobiernos de Bush y Obama? La administración demócrata fue muy criticada por Cristina Kirchner.
— Estados Unidos le brindó un gran apoyo en ambos gobiernos a la Argentina, pero la Argentina tiene la costumbre de “quemar” a sus amigos. Bush se esforzó por apoyar a Argentina, pero entonces Kirchner lo atacó. Obama se mostró cauteloso y la administración inicialmente proporcionó amicus curiae sin abordar la Ley Cerrojo y cuando llegaron estos escritos a la corte, los jueces le preguntaron ¿por qué no está abordando esta ley?. Y así su argumento se debilitó.
— ¿Cree que la estrategia de negociación de Macri fue buena para arreglar el default?
— La reestructuración de la deuda de Argentina en 2005 fue buena por Néstor Kirchner, Roberto Lavagna y Guillermo Nielsen. También Cristina Kirchner con Amado Boudou en 2010, cuya reapertura en 2010 fue un éxito brillante. Y también lo que hizo Mauricio Macri con el equipo de Alfonso Prat Gay, Luis Caputo y Santiago Bausili, que lograron un gran ahorro para el país. Los acreedores estaban furiosos y lo que hicieron fue brillante en el contexto en el que estaban, con varias sentencias en contra. Todos ellos fueron grandes negociadores de la deuda; los argentinos son geniales negociando y horribles pagando la deuda; ese es el problema, que no es un problema de la deuda, sino de un país que tenía superávit primario y luego lo perdió y esos superávit gemelos se convirtieron en déficit gemelos. Y nunca se superó el default de la deuda del 2001, ni el default del congelamiento de los servicios públicos, que fue reemplazado por subsidios, pero no se pagó lo que se debía. La sociedad se agotó de todo eso, de la emisión y el gasto y por eso apareció alguien con la motosierra diciendo que vamos a hacer algo doloroso para conseguir la estabilidad. Así que Javier Milei es un producto claro de estas crisis repetidas. Es la primera vez que un presidente argentino dice: fuimos nosotros; él es el producto del fracaso para resolver el default del 2001.
Los argentinos son geniales negociando y horribles pagando la deuda; ese es el problema (Gregory Makoff)
— ¿Y va a conseguir el apoyo de los inversores externos?
— Lo único que importa es lo que piense la sociedad argentina. El destino del país está entonces en manos del pueblo argentino, que encontrará un consenso y una manera de que las reformas equilibren el dolor. La crisis es horrible, la pobreza es enorme y cualquier decisión que se tome será difícil. Todo el mundo va a sufrir pero la gente tiene que sentarse y hacer compromisos y tener éxito o fracasar juntos. Lo que el mundo necesita ver es que la Argentina supere esto y pase de ser un moroso serial a ser el país que siempre debió ser: uno de los países más grandes del mundo. Mientras tanto, las peleas y la falta de consenso están perjudicando al país.
— ¿Qué rol juega el FMI en esta crisis?
— Creo que el mayor error de Argentina fue echar al FMI en 2005, porque a partir de entonces empezó a emitir dinero, a gastar y a no reformar el sector de los servicios públicos. No le quiso dar al FMI la misma información que le daban el resto de los países del mundo, que luego se traduce en un boletín con el que uno se enfrenta a sus errores. La Argentina orgullosamente lo echó e hizo un montón de cosas mal para convertirlo en un villano. Y luego tuvo que volver cuando enfrentó una crisis: así es la política, llegan al FMI los países que han metido la pata.