Gustavo Lázzari se define como economista y empresario. Es dueño del Frigorífico Cárdenas, una empresa familiar que en 2024 cumple 60 años, y referente del sector pyme.
Muy cercano a las ideas del Gobierno, confía en el plan económico de Javier Milei, pero cree que el anuncio de la apertura de importación de productos de la canasta básica tendría que haber comenzado por las industrias y apuntado a producir de mejor y de manera más eficiente. “Lacha” Lazzari es hijo de Lita de Lazzari, la recordada y mediática presidenta de la Liga de Amas de Casa. La autora de la recomendación “Camine señora, camine”, para que las amas de casa de los ‘80 busquen, y no se queden con la primera opción de compra.
El empresario habló con este medio sobre el rol de los privados en este contexto económico y de cómo las compañía tendría que incorporar a su curva de costos el concepto de sostenibilidad del modelo a largo plazo.
“La reforma tiene que ir más rápido que el ajuste porque es lo que le dará músculo al sector privado. El ajuste va servir si el sector privado puede producir más y mejor”
“La idea de abrir la economía siempre es saludable. Necesitamos competir con el mundo y somos capaces de hacerlo. La Argentina tiene un entramado industrial que es muy fuerte y que carga a un Estado gigante, muy molesto en materia de regulaciones e impuestos”, destacó en charla con Infobae.
Pero aclaró: “En este caso me hizo ruido porque debió de haber sido primero para poder fabricar mejor, más barato y a precios internacionales. Para poder suministrar productos a precios competitivos. Hoy las pymes y las industrias no pueden importar insumos, bienes de capital y bienes consumibles a los precios correctos, internacionales. Los compramos a precios domésticos más caros y luego tenemos que ir a competir. Ahí hay un ruido”.
— ¿La medida favorece a sectores puntuales, como podría ser el de los supermercados?
— El Gobierno utiliza como base de precios a las cadenas de supermercados. Hemos convertido a los supermercados en cajas de recaudación cuando deben ser proveedores de venta minorista. Sólo el 30% de la venta de alimentos pasa por las cadenas. Hay otro 70% con bocas de ventas mucho más competitivas, abiertas y que representan el consumo tradicional de alimentos. El Gobierno fue por el lado de la demanda: se encontró con que los supermercados no reflejaban algunas modificaciones de precios que en otras cadenas estaban bajando. La cadena cárnica –pollos, carnes y cerdos– baja los precios desde diciembre. Es un error facilitar la importación a los supermercados antes de ir a los productores para ver qué falta para producir a precios más competitivos.
— ¿Es una medida que apunta a que las alimenticias negocien y bajen los precios?
— Este tipo de medidas no tienen tanto efecto por el lado de la presión porque los precios bajan cuando hay más oferta. Y eso pasa cuando hay más producción o más importación. Es ideal que la importación compita la producción local, pero que ésta tenga los mismos costos, condiciones de mercado y financiamiento, impuestos y leyes laborales que le permitan ir al mundo. Espero que esta medida se amplíe a la libre importación de insumos y de maquinaria. Necesitamos recuperar nuestro capital productivo.
— ¿Es correcta la estrategia del Gobierno para bajar la inflación?
— Es correcta: ajuste fiscal y prudencia monetaria. Claramente, se está ganando tiempo para hacer las reformas estructurales que van a movilizar a la economía argentina. El plan tiene dos trenes: uno, el del ajuste, está marchando. El otro, el de la reforma, tiene trabas políticas. La reforma tiene que ir más rápido que el ajuste porque es lo que le dará músculo al sector privado. El ajuste va a servir si el sector privado puede producir más y mejor.
— ¿Qué tienen que hacer los privados?
— Se están acomodando algunos precios relativos, pero hay otros importantes, como combustible, prepagas, energía eléctrica, gas y medicamentos que son claves para las familias. El sector privado debe incorporar en su árbol de decisiones, a su curva de costos, el concepto de sostenibilidad del modelo a largo plazo. Si maximizamos todo el primer día, si todos ponemos los precios que queremos tener el primer día, nuestros resultados van a ser muy buenos y quizás nos ganemos un bono, pero se puede caer el modelo. Argentina no puede en dos meses reponer todo el desastre, el descalabro que hizo el populismo y el kirchnerismo en 20 años. Si los precios van a estar alineados con los internacionales, los costos de elaboración y las rentabilidades lógicas, debe ser en un plazo de un año, por ejemplo. Si los precios terminan haciendo que la reforma pierda apoyo y que la gente se quede sin trabajo, estamos sonados. Las tarifas energéticas y de gas van a llegar a sus valores correctos, pero mi sugerencia es que lo hagan espaciado. Los pobres tienen que poder pagar la luz y el gas. Que los comercios tengan que cerrar porque no pueden pagar la luz es una locura. Ya sucedió en la Argentina y puede volver a pasar. Un modelo económico que deje gente afuera no sirve. Se cae más temprano que tarde. Para que este nuevo modelo incorpore a la gente, tenemos que tener todos una cuota de responsabilidad. El sector privado debe mantener el ecosistema empresarial. El sector público y la política podrán poner el marco de normas, pero si los empresarios no ponemos energía estamos liquidados. No puede ser que hayamos dejado pasar barbaridades que terminamos tomando como obvias.
— ¿Cuáles, por ejemplo?
— Por ejemplo, tener que hacer 40 veces doble clic online para que un productor agropecuario pueda sacar su carta de porte. O 35 para que una empresa emita el COT, un código de operación de traslado, una norma de las administraciones fiscales provinciales que no tiene ninguna utilidad. Internalizamos que cada distrito del país le tenga que pedir a los camioneros veinte permisos para transitar. Internalizamos que para transportar mercadería, paguemos custodias que son más caras que los impuestos porque el Estado no protege las rutas. Que cada vez que llueve, suban los precios de los productos frescos porque no pueden salir de los campos. En ningún país del mundo pasa eso. O la tasa de seguridad e higiene, que nadie sabe qué asegura, ni qué higieniza. Ni en el Medioevo sucedía. El sector privado cometió el gran error de aceptar todo eso. Son cuestiones que no causan gracia, causan pobreza.
— ¿Espera una reforma laboral? ¿Cómo tendría que ser?
— La Argentina necesita imperiosamente una reforma laboral para contratar, no para echar. Necesitamos que no haya industria de juicio e impuestos excesivos sobre el trabajo. La reforma debe tener un solo fin: contratar, meter gente al sistema. Necesitamos que los juzgados laborales no sean un cementerio de pymes. La reforma que se encaró está muy bien diseñada, pero puede terminar frenada por motivos políticos.
“La reforma laboral debe tener un solo fin: contratar, meter gente al sistema. Necesitamos que los juzgados laborales no sean un cementerio de pymes”
— ¿Cómo está su sector?
— El sector de los chacinados es sumamente competitivo. Hay más de 400 empresas que controlamos los precios solos porque competimos día a día. Y bajamos los precios a pesar del reacomodamiento, de la devaluación y de que cuesta conseguir insumos y materias primas esenciales. Nos faltan normas claras para invertir y necesitamos mejores impuestos. La carne del cerdo es la más consumida del mundo y Argentina tiene todo para producirla. Es inexplicable y muy triste que un país que con tierra, agua y maíz no lo haga mejor.
— ¿Está de acuerdo con el rumbo económico que hasta el momento lleva el gobierno de Milei?
— En el plan económico está la palabra ajuste, algo que no me gusta, pero es necesario e inevitable. Argentina está descalibrada en precios y tarifas y tiene un gasto público insostenible. Es necesaria una reforma impositiva para bajar impuestos y disminuir la carga fiscal, y la reforma laboral. Todo está muy sometido a vaivenes políticos, pero si no se hace se cae el plan. El ajuste solo no sirve y no alcanza. Tenemos un sector empresario vigoroso y resistente que sigue vivo a pesar del terrible peso estatal durante décadas. Hay 600.000 empresas, si cada una contratara una persona por año, en 4 años serían 2,4 millones de nuevos empleos. Si los 7 millones de informales hicieran sus propias pymes, la Argentina saldría rápidamente para arriba. Tenemos que crear más pymes.