Jamil Mahuad, ex presidente de Ecuador: “Si nada de lo que se intentó funciona, la única salida es la dolarización”

El ex mandatario que reemplazó en su país el sucre por la moneda de EEUU hace 24 años habló con Infobae sobre las similitudes entre ese proceso y la situación local. Cuáles son las tres condiciones necesarias para implementar el cambio y cómo influyó este factor en su salida apurada del gobierno

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El expresidente ecuatoriano Jamil Mahuad (EFE/Giorgio Viera/Archivo)
El expresidente ecuatoriano Jamil Mahuad (EFE/Giorgio Viera/Archivo)

Jamil Mahuad Witt fue elegido presidente de Ecuador en 1998 y dos años después, en medio de una fuerte crisis económica, dolarizó la economía de su país, un proceso que sigue vigente y con aceptación luego de 24 años.

En diálogo con Infobae desde EEUU, donde vive y es profesor en la universidad de Harvard, habló de las similitudes entre su estrategia y la situación local, de cómo ve al presidente Javier Milei y de cuáles son las tres condiciones que considera necesarias para que se pueda implementar la adopción de la moneda americana. También del rol que debería tener el FMI y explicó por qué cree que su destitución, dos años antes de que terminara su mandato y por un golpe militar, no tuvo que ver con la dolarización que había llevado a cabo apenas 12 días antes.

En 2021, Mahuad publicó el libro “Así dolarizamos al Ecuador” (Ariel), con prólogo de Domingo Cavallo, donde describe con detalle cómo fue la dolarización ecuatoriana a la que definió como un “acierto histórico en América Latina”.

“Años después de que la adoptáramos, defender a la dolarización sigue siendo la posición política más popular en el Ecuador”, resume en el texto.

¿Cree que Argentina tiene que dolarizar su economía?

— Si un país llega a niveles de hiperinflación y nada de lo que intentó funciona, la única salida es la dolarización. Eso fue lo que pasó en mi país y por eso lo decidimos. ¿Argentina está llegando a ese nivel? Esa es una pregunta que yo no puedo contestar ahora, pero si llega a producirse ese convencimiento de que ya no hay nada que hacer, no hay mejor salida que la dolarización. Respeto mucho la independencia de cada país y la decisión de cada grupo político. Se necesitaría saber muchísimo más de un montón de detalles técnicos, políticos, sociales y a pesar de que sigo al país con toda la atención y dedicación, no me siento en capacidad de responder esa pregunta por sí o no.

Jamil Mahuad y su libro "Así dolarizamos al Ecuador"
Jamil Mahuad y su libro "Así dolarizamos al Ecuador"

¿En qué se parecen los contexto de Ecuador cuándo usted dolarizó y el actual de Argentina?

— Hay cuestiones muy parecidas y cosas diferentes. Un proceso tan importante debe tener tres requisitos fundamentales. Primero, tiene que ser técnicamente correcto, hay que hacer los deberes: economistas calificados, y Argentina tiene muchísimos, que realmente analicen todas esas variables. Un segundo requisito es la aceptación social: que cuando se adopte la población esté de acuerdo y no reme en contra. Me parece que en el caso argentino eso se está cumpliendo, porque la gente cuando recibe pesos tan pronto como puede trata de cambiarlos a moneda dura, especialmente a dólares. Y el tercer requisito es un acuerdo político mínimo que permita garantizar que habrá las reformas legales para que la dolarización no sea sólo un anuncio.

En Ecuador hicimos todo el trabajo técnico. La economía estaba dolarizada en un altísimo porcentaje, se calculaba un 70%, porque había tanta desconfianza de la moneda local que la gente alquilaba, compraba vehículos e inmuebles, abría cuentas corrientes en dólares y teníamos muchas remesas desde el exterior. Las capas más pobres de la población manejaban dólares. Lo que más nos demoró fue el acuerdo con el marco constitucional. El banco central era el que tenía que dolarizar y su directorio estaba en contra. Había que aprobar leyes y bajar las tasas de interés a niveles internacionales en dólares. A diferencia de la Argentina, teníamos un sólo tipo de dólar y poco retraso en el precio de las tarifas.

Sin esos tres ejes no recomendaría dolarizar.

— No, los riesgos serían muy altos. El caso argentino es interesante porque pro-dolarizadores y anti-dolarizadores están de acuerdo en que no hay dólares en el Central. La diferencia es que los pro-dolarizadores decían que había mecanismos para conseguirlos. Escuché que el Gobierno pudo comprar en las últimas semanas unos USD 8.000 millones para las reservas. Esa es una buena noticia.

Si un país llega a niveles de hiperinflación y nada de lo que intentó funciona, la única salida es la dolarización. Eso fue lo que pasó en mi país y por eso lo decidimos

¿Qué opina de Javier Milei?

— Lo vengo siguiendo desde hace unos tres años porque empecé a ver cosas de él en Youtube y vi cómo se convirtió en un personaje mediático aún antes de entrar en la política. Me parece que su manera de irrumpir en la política es única y tiene características especiales, incluso a nivel mundial. Asumió con mucha valentía un puesto sumamente difícil y demostró que tiene la intención de hacer cambios. Son todas cualidades positivas para un gobernante. Hay muchos que quieren llegar al puesto por vanidad y no para cambiar un país. Le deseo la mejor de las suertes.

En su libro usted dice describe como en Ecuador la decisión se tomó rápido, pero no de manera apresurada.

— Analizar todas las variables nos tomó seis meses y nos dimos cuenta de que no teníamos salida alguna con un proceso de ajuste estructural típico. No teníamos acceso a crédito internacional en los mercados, el FMI no nos dio ni un centavo y entonces no teníamos salida posible. En esas condiciones tuvimos que pensar fuera de los del paradigma vigente y crear uno nuevo.

Steve Forbes, el editor de la revista americana, le recomendó a Milei “dolarizar ya”. ¿Coincide?

— Mi pregunta es si están las tres patas de la mesa que mencioné. ¿La gente está lista? ¿Hay un acuerdo político? Si hay respuestas yo creo que un país está listo. Si no están las tres casillas marcadas, hay que trabajarlas para que estén listas.

Una foto de los 90: Fernando Henrique Cardoso, de Brasil, Alberto Fujimori, de Perú, y Jamil Mahuad
Una foto de los 90: Fernando Henrique Cardoso, de Brasil, Alberto Fujimori, de Perú, y Jamil Mahuad

¿Cuál es su balance de estos 24 años de dolarización en Ecuador? Es una medida que ha tenido críticas, pero que tiene mucho apoyo popular.

— Hasta ahora es una historia con final feliz y los resultados no pueden ser mejores. Ecuador no sería lo que es si no hubiera dolarizado su economía. La decisión cambió la historia del país, fue un parteaguas. Veinticuatro años más tarde el 90% de la población la apoya. Ni siquiera el más populista de los populistas que tuvimos de presidente, Rafael Correa, que cambió la Constitución e hizo lo que le dio la gana, se atrevió a cambiarla. Culpaba al dólar todos los días, pero nunca lo cambió.

¿No hay riesgo de que con el anuncio se dispare el dólar y haya una hiperinflación?

— Los opositores a la dolarización decían lo mismo en Ecuador. Hay que tomar la decisión y ver cómo reaccionan los mercados. A nosotros nos ocurrió exactamente lo contrario: hubo calma en los bancos, no hubo corrida, no hubo gran afluencia de gente a hacer transacciones en dólares. Se calmó todo y cayeron brutalmente las tasas de interés con el solo anuncio.

¿Qué opina del sistema de “competencia de monedas”, en el que además del dólar y el peso puedan funcionar otras, tal como podría proponer el Gobierno?

— Analizamos mucho la convertibilidad antes de dolarizar. Pero ya teníamos ese sistema. Entonces, si el 70% de la economía estaba dolarizado, ¿qué era más fácil, dolarizar el 30% que faltaba o desdolarizar el 70% que ya estaba?

“Tomé la decisión en contra de la opinión del Fondo, pero a los seis meses reconocieron que había funcionado”

En su libro menciona la “ley de Gresham” que habla de justamente esto.

— Exacto: la moneda mala siempre expulsa del mercado a la buena, que se usa para ahorro. Luego, prevalece la buena. Ya teníamos bimonetarismo pero no funcionaba porque la confianza en el sucre era menos que cero y la confianza en el dólar era muy alta. Si hubiera habido confianza en el sucre, a lo mejor hubiera funcionado. Pero llegamos a un punto que ya eso no era posible. Por eso nos fuimos directamente al dólar.

La dolarización impide que los políticos emitan en exceso pero no que tomen deuda en exceso. Si la Argentina tiene déficit fiscal, ¿se pierden las ventajas de dolarizar?

— La dolarización vuelve muy difícil ciertas malas prácticas. Es como una vacuna. Ecuador tuvo siete años seguidos de disciplina fiscal. Todo iba muy bien hasta que llegó el populismo con Correa, quien subió el porcentaje de gasto del sector público a más del 40% del PIB. Y nos dejó esa herencia que nos sigue pesando como una piedra enorme hasta ahora. El gasto público ecuatoriano es enorme, totalmente desproporcionado en relación con la economía.

¿Esa situación generó que, por ejemplo, en estas más de dos décadas, Ecuador tuviese dos defaults de deuda?

— Un default lo hice yo, antes de dolarizar. Fue por necesidad, no por ideología, como el segundo que hizo Correa. Correa hizo el default teniendo toda la plata para pagar, con el argumento de que la deuda, o una parte, era ilegítima. Fueron situaciones diferentes, pero un país en deuda que no puede pagar, con dolarización o sin dolarización, va a entrar en default. Siempre cuento la historia de mi amigo Dan, que tenía el hígado muy mal y ya no solucionaba con dieta y ejercicio. Un día, el médico le dijo que no daba para más y que necesitaba un trasplante. Se asustó y dijo que no, pero sabía que físicamente ya no podía más, y lo aceptó. Tuvo dos septicemias después de la operación y un paro cardíaco. No fue nada fácil, pero hoy Dan está muy bien y tiene una vida normal. Yo comparo su historia con la dolarización. Es un trasplante terrible, lleno de riesgos, pero si uno tiene las tres patas de la mesa chequeadas y el trabajo hecho, puede estar preparado para afrontarlo. En cambio, tratar de seguir viviendo con un hígado que ya no da, es una sentencia de muerte.

Un policía ecuatoriano lee en diario de días posteriores a la dolarización, en Quito, en 2000 (REUTERS/Andrew Winning/File Photo)
Un policía ecuatoriano lee en diario de días posteriores a la dolarización, en Quito, en 2000 (REUTERS/Andrew Winning/File Photo)

¿Cuál es la mejor manera de calcular el tipo de cambio al cual dolarizar?

— Imagínese que una familia está planeando la boda de la hija, cursan las invitaciones y tienen que estimar el tamaño de la torta. El padre dice que multipliquen los invitados por una porción razonable y ahí se calcula el tamaño. La mamá dice que sólo va a la boda el 80% de los invitados. La novia aporta que cree que serán menos porque muchos invitados viven en el exterior. Tres personas, todas de buena fe, todas honestas, tienen opiniones diferentes. ¿Quién tiene la razón? Eso solo lo sabremos el día de la boda. Lo mismo ocurre para estimar el tipo de cambio. Elegimos un tamaño de torta, pudimos canjear todos los sucres y nos quedó un saldo de apenas 11 millones de dólares terminado el proceso. Ese cálculo es el principal desafío, es sustancial.

¿A usted lo destituyeron de la presidencia por dolarizar?

— Yo tenía una popularidad muy baja por la alta inflación. Porque los intereses estaban por las nubes, porque se cerraban empresas, porque la corriente de El Niño destruyó la economía y las exportaciones. Cuando dolaricé, la popularidad pegó un salto: de 12 puntos a 20. Casi todos los países de América Latina tenían presidentes con esa aprobación porque fue un año terrible para la economía de la región. El golpe de Estado se dio no por la dolarización, sino por todo el arrastre de los problemas anteriores. Es más, se apuraron porque vieron que con esa recuperación iba a ser mucho más difícil voltearme. No se debió a la dolarización, la dolarización fue positiva.

¿Hay algo del proceso de dolarización de lo que se arrepiente o que cree que podría haberse hecho de otra manera?

— Me hubiera gustado comprender antes que era un callejón sin salida la negociación con el Fondo Monetario. Comprender antes que no iba a recibir dinero.

“Milei asumió con mucha valentía un puesto sumamente difícil y demostró que tiene la intención de hacer cambios. Son todas cualidades positivas para un gobernante”

¿El FMI puede convertirse en un obstáculo para el proceso?

— Depende. Tomé la decisión en contra de la opinión del Fondo, pero a los seis meses reconocieron que había funcionado. A partir de entonces todos los programas del Ecuador con el Fondo tienen como objetivo mantener la dolarización. Un año más tarde dolarizó El Salvador por razones totalmente distintas y lo hicieron con el apoyo del Fondo y el Tesoro Norteamericano.

¿Cree que Argentina debería encarar un eventual proceso con el aval del FMI y el Tesoro de EEUU?

— Sin dudas tendrían que formar parte de las conversaciones sobre el avance futuro de la economía.

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