En momentos en que en las principales bancos centrales del mundo debaten si mantener las altas tasas de interés de política monetaria con que respondieron al aumento de la inflación en la salida de la pandemia de Covid-19 y al shock geopolítico y económico que significó la invasión rusa y la guerra en Ucrania, el FMI repasó episodios de los últimos cien años para examinar las “lecciones de la historia sobre la inflación”.
Tal el título de un paper de Anil Ari, economista del Departamento de Revisión de Estrategias (suerte de oficina de “asuntos internos” del Fondo) y Lev Ratnovski, economista del Departamento Europeo del organismo.
Los autores recuerdan que a principios de los ‘70 el conflicto en Medio Oriente provocó un “shock” de inflación, que pareció ceder al cabo de poco más de un año. “Muchos países creyeron que había restaurado la estabilidad de precios y aflojaron su política, para revivir una economía golpeada por la recesión. Y la inflación volvió”.
¿Puede esa historia repetirse?, se preguntan, a propósito del nivel de inflación a que se llegó en 2022, cuando la invasión rusa a Ucrania provocó un shock de precios comparable al de los ‘70. “En las economías avanzadas los precios aumentaron al ritmo más rápido desde 1984. En los mercados emergentes y en economías en desarrollo, el aumento de precios fue el más grande desde los ‘90”, precisa el trabajo.
La situación actual es que gracias a los aumentos de las tasas de interés con que respondieron los bancos centrales en EEUU y Europa, la inflación cayó a menos de la mitad
La situación actual es que gracias a los aumentos de las tasas de interés con que respondieron los bancos centrales en EEUU y Europa, la inflación cayó a menos de la mitad, de cerca de 10% en 2023 a menos de 5% anual en la actualidad. Además, dice el trabajo, el reciente conflicto en Medio Oriente (ataque terrorista de Hamas y respuesta bélica de Israel) no tuvo por ahora un gran impacto en el precio del petróleo “aunque es demasiado pronto para cantar victoria sobre la inflación”.
Según el FMI, los casos y la experiencia histórica de 100 años recomiendan cautela. Una razón es que, una vez desencadenada, la inflación es un fenómeno “persistente” y lleva años volver a la situación previa al “shock”. De hecho, precisa el trabajo, 40% de los países relevados en ese arco de un siglo no lograron “resolver” el problema en los primeros 5 años. Y al 60% que pudo hacerlo en menos tiempo, le demandó 3 años en promedio.
La segunda razón es que históricamente los países cantaron victoria antes de tiempo y la inflación retornó “pronto”. Después del shock petrolero de 1973 (guerra de Yom Kipur) unos 30 países, entre ellos EEUU, Francia, Dinamarca y Grecia –cita el estudio- aflojaron las riendas antes de tiempo y 90% de los países que no lograron resolver el problema asistieron a una caída de la inflación al inicio y luego a un nuevo aumento que la mantuvo persistentemente elevada por varios años.
Lecciones de la historia
Según los autores, la lección de la historia es que los países que mejor respondieron al shock inflacionario fueron aquellos que no solo ajustaron su política macroeconómica sino que además mantuvieron esa postura “varios años”. Extrañamente, después de la crisis petrolera de 1979 (revolución iraní) los ejemplo exitosos citados son Italia y Japón, dos países sujetos a constantes cambios de gobierno. Muchos otros alternaron entre tiras y aflojes macro que les hicieron perder credibilidad y los llevaron a pasar varios años de alta inflación.
Una vez desencadenada, la inflación es un fenómeno “persistente” y lleva años volver a la situación previa al “shock”
Para el Fondo, ese hallazgo debería “reconfortar” a los bancos centrales que ganaron credibilidad en episodios previos, porque son los mejor posicionados para resolver la nueva situación. Pero no será fácil, dicen los autores. También habrá que estar atentos a la situación del mercado de trabajo y evitar espirales de precios y salarios, apuntando más a los salarios reales que a los nominales.
“Históricamente, los países que resolvieron exitosamente la inflación tendieron a tener crecimientos nominales de los salarios más bajos, pero esto no se tradujo en caída de los salarios reales, porque fue acompañado por menor inflación”, dice un pasaje.
Los países exitosos también se destacaron por mantener estabilidad externa, sea a través de tipos de cambio flotantes o tipos atados a alguna otra moneda. Pero no lo hicieron con intervenciones cambiarias, sino por tener credibilidad y aplicar monetarias ajustadas, tanto más eficaces cuando fueron acompañadas por políticas fiscales restrictivas.
Por eso, dice el paper, durante períodos de fuerte aumento del costo de vida, es clave focalizar y apuntar bien las ayudas y alivios gubernamentales a los sectores más pobres, mensaje que el FMI reitera casi rutinariamente en sus Staff Reports y revisiones del vigente acuerdo con la Argentina.
Combatir la inflación es difícil, dice el estudio, pero el premio es la estabilidad de precios y, pasados en promedio 5 años, más altas tasas de crecimiento y de empleo. En cambio, hacer las cosas a medias y dejar la inflación irresuelta, tiene costos acumulativos a medio y largo plazo tiene un “alto precio”.
Cabe aclarar que los “shocks” que refiere el estudio son de tipo “exógeno”: eventos o desarrollo geopolíticos, económicos o climáticos diferentes de la persistente inflación argentina, que ya lleva más de 15 años de tasas anuales de dos dígitos, en una economía que fue relativamente beneficiada por la invasión rusa a Ucrania (según el Indec, 2022 fue el año de mejores “términos de intercambio” desde 1986, cuando empezó a elaborar ese índice, que mide la relación entre los precios de lo que el país exporta e importa) y en que el alza persistente de precios es impulsada por el déficit fiscal y problemas derivados, como excesos de emisión monetaria o deuda, volatilidad cambiaria y controles de precios que provocan fuertes distorsiones de precios que, a su turno, producen nuevos “shocks” autogenerados o endógenos.
Los “shocks” que refiere el estudio son de tipo “exógeno”: eventos o desarrollo geopolíticos, económicos o climáticos diferentes de la persistente inflación argentina
Más ajustado al caso local es un estudio de 46 programas de estabilización en la Argentina y América Latina, del que ya dio cuenta Infobae, que concluyó que estabilizar la economía depende “críticamente” de estabilizar el tipo de cambio nominal (en la Argentina, el precio del dólar) y haber saneado la macroeconomía al momento de lanzar el plan estabilizador. De hecho, dice ese trabajo, de los economistas Martín Rapetti, Joaquín Waldman y Gabriel Palazzo, solo 12 de los 46 planes de estabilización practicados en América Latina entre 1970 y 2020, tuvieron “éxito perdurable”.
“Si el déficit fiscal es alto y difícil de financiar, el tipo de cambio nominal eventualmente se depreciará y con este se incrementará la tasa de inflación. De igual modo, si la cuenta corriente muestra un déficit alto y difícil de financiar la economía eventualmente sufrirá un salto cambiario y una aceleración inflacionaria”, dice el trabajo.
También precisa que el uso del ancla cambiaria “es menos frecuente cuando la economía tiene pocas reservas internacionales y presenta desequilibrios externos, amén de que el uso del dólar u otra divisa como ancla implica riesgos, pues tiende a acentuar la apreciación real”, observaciones muy pertinentes a la situación actual.
La apreciación real (esto es, que el ritmo de inflación supere al del tipo de cambio), dice ese estudio, deriva en un problema difícil de impedir: con el tiempo, la estabilización empeora el resultado de las cuentas externas.
Una característica de los planes exitosos es de partir de cuentas externas sólidas, lo que implica balanza comercial superavitaria y no tener déficits de pago, situaciones fiscales robustas y precios relativos acomodados, condiciones que –claramente- no se verifican hoy en la Argentina.
Un ingrediente exógeno, pero clave, son las condiciones financieras internacionales. El paper de Rapetti, Waldman y Palazzo resalta que los casos de estabilización exitosa ocurrieron mayormente en los ‘90 porque en ese período a diferencia de los ‘70 y ‘80, la reducción de las tasas de interés internacionales generó un contexto mucho más amigable para acceder al financiamiento externo. Un trabajo citado por los autores demuestra específicamente que el nivel de la tasa de interés de EEUU incide altamente en la probabilidad de éxito o fracaso de un plan estabilizador.
”La mayoría de los casos de éxito perdurable -destacan los autores- se dio luego de que la tasa de interés de los fondos federales de EEUU comenzara a descender desde 19% a fines de 1980 hasta 3% en 1992 y 1993. En los años de menor costo financiero internacional, citan, se dieron los casos de éxito perdurable de Perú 1990, República Dominicana (1990), Uruguay (1990), Nicaragua (1991), Argentina (1991), Brasil (1994), Venezuela (1996) y Ecuador (2000).
Además de reducir la inflación, los planes exitosos recuperan el crecimiento de la economía
Además de reducir la inflación, los planes exitosos recuperan el crecimiento de la economía. En los casos de “éxito perdurable” la economía pasó a crecer, en mediana, a un ritmo de 3,8% en los 5 años siguientes y el efecto se verificó desde los primeros trimestres post-estabilización. En los casos de “éxito transitorio” el PBI del país creció más rápido al inicio, 4,3% de mediana en el primer año, pero se estancó al siguiente y cayó a partir del décimo trimestre, cuando en promedio ocurre otra ronda de devaluación y aceleración.
A los 5 años este conjunto de experiencias (éxitos transitorios) se encuentra con un nivel de producción casi equivalente al del inicio menor en términos per cápita. Y los intentos fallidos tienden a mantener la economía estancada o incluso en recesión desde el anuncio del programa”, dice el trabajo, que -recurriendo a la historia, con una retrospectiva de 50 años- cita como caso de “éxito duradero” (aunque no permanente) al plan de Convertibilidad” y como casos de “exito transitorio” el “Plan Gelbard” de 1973 y el “Plan Austral” de 1985.