La ampliación de la brecha cambiaria a 60% desbloqueó un nuevo nivel de preocupación en el mercado y también de críticas respecto a puntos centrales de la estrategia implementada por el ministro de Economía, Luis Caputo. Uno de ellos es el agresivo plan para neutralizar el exceso de pesos de la economía con la aplicación de tasas fuertemente negativas por el cual no existe prácticamente refugio para los tenedores de pesos, salvo dolarizarse. Otro blanco de los cuestionamientos es el diseño del bono para los importadores, el Bopreal, que no termina de captar el interés de las empresas con altos saldos en pesos destinados al pago adeudado de sus compras al exterior. Parte de esos pesos, empezaron a advertir operadores en los últimos días, se están canalizando a través del contado con liquidación (CCL), que terminó la jornada al borde de los $1.300
La combinación de ambos contribuye a amplificar las dudas respecto del sostenimiento de un ritmo de devaluación de 2% mensual hasta marzo y, al mismo tiempo, una tasa de interés más de 100 puntos porcentuales por debajo de la inflación. La perspectiva de que será imposible las dos variables sin un cambio gana, entre los analistas e inversores, cada vez más terreno.
Por lo pronto, algunos hacen un “recuento de daños”, en principio, del efecto no deseado de la tasa de interés tan negativa. Uno de los primeros impactos colaterales fue la caída de los plazos fijos, ya no sólo en términos reales, sino incluso nominales. “Como se podía esperar en un marco monetario que busca la licuación de saldos monetarios en pesos, cae nominalmente el stock de plazos fijos”, destacó el informe diario de Aurum, donde se proyectó la caída real y también respecto del volumen que debería haber alcanzado ese stock ajustado por la tasa de interés. En el primer caso, es decir, ajustado por inflación, el total de plazo fijos debería haber crecido a $15,2 billones, por lo que la caída es de 20% en términos reales. Pero incluso ajustado por la aplicación de la tasa de interés negativa, el retroceso es fuerte. “Caen mucho más (los plazos fijos) si consideramos el crecimiento potencial que deberían haber tenido si hubieran crecido, al menos, al ritmo de la tasa de interés. Esta es una fuente más de presión alcista en los mercados del dólar financiero”, sostuvo el economista de la AlyC, Pablo Repetto.
También desde el Grupo IEB apuntaron principalmente a la tasa de interés negativa como el factor esencial del crecimiento de la brecha; frente a la existencia de una “masa mayúscula de pesos excedentes en búsqueda de rendimientos”. Con todo, al menos por ahora, lo que dejan trascender desde el equipo económico es que no aplicarán ningún cambio a la política monetaria.
Sin embargo, en todo ese esquema es fundamental un buen desempeño del bono para los importadores, por su capacidad de aspirar pesos y restar, precisamente, presiones cambiarias.
Pero el título no termina de funcionar. A mayor precio del CCL, más atractivo en teoría resulta el tipo de cambio implícito del BOPREAL, que depende también de la paridad a la que cotiza. Sin embargo, el resultado de la licitación de ayer volvió a decepcionar, con apenas USD 340 millones adjudicados y una demanda de divisas en segmento financiero in crescendo. “Seguimos viendo demanda de importadores por CCL por sobre el MULC”, afirmó Nicolás Capella, analista de IEB, quien viene detectando el movimiento desde principios de la semana.
Más allá del diseño en sí mismo del título y la ecuación financiera que implica, existe otro factor para explicar los magros resultados del bono para importadores. El título está pensado para ser suscripto por las grandes empresas, principalmente multinacionales, que explican el 90% de la deuda comercial. En las casas matrices de esas compañías no terminan de confiar en el mecanismo y los procesos de autorización pueden ser lentos. O al menos no todo lo urgente que necesita Caputo, como lo fue, la semana pasada, el caso de Toyota.